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64 chapters
51.
AlbaLa isla a la que llegamos era muy hermosa, el lugar ideal para pasar una luna de miel, una que, desde luego, ya no tendría. Intentaba no pensar en ello, pero cada vez que dirigía la vista hacia el ventanal frente a mi cama y me topaba con el hermoso mar, era inevitable pensarlo.Los primeros días fueron muy difíciles; sin embargo, Lucrecia siempre tenía un as bajo la manga para distraerme y que no pensara demasiado en lo ocurrido. Por supuesto que todo su esfuerzo se iba a la mierda en cuanto me quedaba a solas, pero agradecía su enorme esfuerzo.El contacto con mi familia era poco, dado que la señal no era demasiado buena, además tampoco teníamos internet ilimitado; Lucrecia prefería utilizarlo en cosas muy puntuales y necesarias. Durante los tres primeros días, de verdad me costó, aunque con tantas cosas que hacer y ver, mi necesidad de conectarme con el resto del mundo disminuía de una forma que me sorprendía.Otra cosa que había notado era que en este lugar ella no fumaba, o
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52.
Gian Las palabras de Alba me quemaban con una fuerza arrasadora. No era que hubiera esperado otra cosa, luego de que esa maldita perra se atreviera a dejarme plantado, a engañarme y encima usar mi debilidad en mi contra, pero dolían tanto que me costó mantener la compostura. La amaba locamente. Teniéndola frente a mí, lo volvía a comprobar. Anhelaba lanzarme sobre ella y suplicarle que olvidáramos todo, que no volviera a huir de mí y que repararía el daño ocasionado. Eso haría que toda mi búsqueda, el tragarme mi miedo al mar y las noches sin dormir, valieran la pena.Por supuesto, no pasaría. El primer obstáculo era mi orgullo. No iba a perdonar tan fácilmente que me arrebatara la ilusión de esa forma, que huyera con mi hijo, que me humillara frente a todos y encima me fuera infiel con Cristel, aunque fuese solo por venganza. El segundo obstáculo sería el suyo. Alba no me perdonaría jamás lo que había hecho.Ninguno de los dos tenía perdón ni redención el uno frente al otro. La úni
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53.
Alba Tenía la pequeña esperanza de que la partida de la isla fuese muy problemática, pero Gian estaba tan empecinado en llevarme con él que ni siquiera se le vio alterado al subirnos al ferri. Todo lo contrario; mantenía el temple, la cordura y, aunque me miraba con odio, no dejaba de vigilarme. El silencio fue nuestro principal acompañante durante el camino, uno en el que me habría gustado tener presente a Lucrecia para no sentirme tan asustada y a la deriva. Gian se había apoderado de todos mis objetos personales, incluyendo mi celular, el cual estaba segura de que revisaría como un enfermo en cuanto tuviera oportunidad. Ya no podría encontrar nada, todo estaba eliminado, pero sabiendo su rabia, el no encontrar nada significaría que me torturaría demasiado.—Estoy mareada —le dije cuando estábamos a punto de llegar al puerto. —¿Y qué? ¿Qué quieres que haga? —me preguntó con frialdad, sin mirarme siquiera—. A partir de ahora, tienes que cuidarte bien. —Lo sé, solo… solo lo decía p
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54.
Alba Gian no volvió a la habitación, pero se encargó de enviarme cosas para comer. A pesar de odiarme, se preocupaba de que el bebé estuviera bien. Yo también me preocupaba por lo mismo, pero no comí con mucho entusiasmo. No dejaba de intentar imaginar adónde me llevaría Gian. ¿Sería de regreso al país o a un lugar donde nadie nos pudiera encontrar?—Él tiene que regresar, tiene negocios que atender —dije para tranquilizarme mientras me duchaba antes de irme a dormir.El agua tibia relajó un poco mis músculos y decidí dejar de preocuparme por el futuro. Confiaba en que las cosas se calmarían tarde o temprano.El ruido de algo que se cayó en la habitación hizo que apagara la secadora inmediatamente. Gian masculló una maldición y se me tensó el cuerpo porque sospechaba que venía de nuevo a pelear.—¿En dónde demonios estás? —preguntó arrastrando la voz—. Maldita sea, ¿en dónde carajo estás? Con el miedo atenazándome la garganta, corrí hacia la puerta para intentar ponerle seguro; pero
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55.
Gian No. No pude haber hecho aquello. Por más daño que Alba me hubiera causado, no pude haber cometido eso.—No, no lo hice, claro que no. Ella y mi hijo estarán bien. Nada les pasará —murmuré mientras caminaba frenéticamente por la habitación.El efecto del alcohol ya se me había pasado, y no podía dejar de recordarlo todo con claridad. Aún resonaba en mi cabeza que ella quería alejarse porque la lastimaba.Me senté en la cama, sintiendo ardor de estómago. Tenía estrictamente prohibido tomar alcohol después de la cirugía y sabía que esto tendría graves consecuencias para mi organismo, pero estaba tan desesperado por la situación que ni siquiera lo pensé. Tener a Alba conmigo y saber que nada era posible entre nosotros me estaba matando.Este amor y este odio me carcomían. Un sentimiento luchaba contra el otro y, al mismo tiempo, se unían para destruirme. No era capaz de alejarme de Alba, pero tampoco de rendirme y pedirle que volviéramos a ser lo que fuimos.Si ella no lo quería, m
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56.
AlbaEl vuelo no me causó tantos problemas a nivel físico, pero sí emocionales. Gian había decidido que nuestros asientos estuvieran separados. En un principio, no lo estaban, pero él logró negociar con otra pasajera, una amable mujer mayor que ahora estaba sentada a mi lado y que tejía cosas hermosas. La conversación con ella era agradable, pero eso no aminoraba el dolor que sentía por tener a Gian lejos.—Noto en tu mirada que estás muy triste —me dijo ella de pronto—. ¿Te sucede algo?—No —le mentí con una ligera sonrisa—. Solo estoy cansada.—Es por ese apuesto joven con el que venías y no ha querido sentarse contigo, ¿no es así?—¿Cómo lo…?—Porque lo noté. Noto una energía muy pesada y casi irreconciliable entre ustedes —contestó, bajando más la voz—. Soy buena para ver ese tipo de cosas.—Pues se equivoca —repliqué con tono bromista—. Porque debería quitarle el «casi». Lo nuestro es irreconciliable.—Mmm… Puede ser que no, hija. Porque un amor tan grande no puede morir, por muc
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57.
Gian La consulta no era algo a lo que quisiera asistir. Tenía miedo de emocionarme, de volver a quebrarme como lo había hecho afuera, así que me quedé sentado frente al escritorio mientras a Alba le hacían la ecografía.—¿Ese es mi bebé? —jadeó Alba de pronto.Cerré los ojos, odiando mi latido acelerado y mis ganas de levantarme para ver a mi hijo, para tomar la mano de Alba mientras escuchábamos el latido del corazón. Antes de todo esto, lo habría dado todo por ver juntos la nueva vida que habíamos creado con tanto amor, pero ya no había cabida para eso.—Sí, señorita, ese es su bebé. Está muy fuerte. ¿Quiere escuchar su corazón?—No —respondió ella—. No quiero incomodar a…—Hágalo, reprodúzcalo —pedí, aún con los ojos cerrados.—De acuerdo, señor Lefebvre. Lo pondré.Casi de inmediato, un hermoso sonido resonó en el consultorio. Fue inevitable que se me llenaran los ojos de lágrimas y que sollozara en silencio, sin que Alba ni la doctora me vieran. Quería verlo, disfrutar del momen
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58.
Alba Me costó al menos una semana de ruegos por teléfono y una recomendación de la doctora para convencer a Gian de que ya era momento de retomar el contacto con mi familia. Él seguía tan enfurecido conmigo que no creía que tuviera derecho a ver a esas personas que me ayudaron en mi «infame venganza». No obstante, tuvo que acceder por el bien del bebé, para que yo no me sintiera tan sola, rodeada de personas que no conocía y que vigilaban todos mis pasos cuando se me ocurría hacer algo tan simple como salir a tomar un respiro fuera del departamento. Incluso esas cosas me ocasionaban problemas, ya que Gian no deseaba que nadie me viera.—Dios, qué nervios —murmuré mientras trataba de ponerme los pendientes.Primero vería a mi padre y a Gabi, y al día siguiente a mi madre y a mis hermanas. Tenía muchas ganas de recibirlos a todos a la vez, pero tampoco podía estirar demasiado la cuerda.Hice una mueca ante mi reflejo. Me decepcionaba saber que en mis ojos no brillaba la dulce espera, q
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59.
AlbaNi mi padre ni Gabi le hicieron preguntas a Gian y lo dejaron ir por temor a que él los echara, pero se les notaba en las caras que no estaban del todo cómodos al verlo salir. —No sabes cuánto esperé este momento, aunque me hubiera gustado más que fuera en otras circunstancias —dijo papá mientras me abrazaba.—¿Estás bien, cariño? —inquirió Gabi, acariciando mi hombro—. ¿Él no te hizo daño?—No, no lo hizo —mentí—. La situación es mala, pero estoy bien. —No creo del todo que estés bien. Ese malnacido te tiene controlada todo el tiempo. —Es algo que yo me busqué —repuse con tristeza—. Ya me resigné a esto, a que por ahora tengo que hacer caso de todo lo que me diga. —¡Eso no es justo! —exclamó Gabi, indignada—. Cometiste errores, claro, pero ¿por qué él no se mira su propia nariz?—Supongo que porque es narcisista —bromeé—. No, en realidad se siente muy herido. Pero no me importa; ahora solo quiero estar cerca de ustedes y que mi bebé nazca sano.—Nacerá saludable —afirmó
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60.
GianGiré muchas veces en mi cama sin lograr dormir. Cuando comprendí que no podría pegar ojo, me levanté y salí de mi habitación en busca de agua a la cocina.«Tu hermana se comprometió». Las palabras que mi madre me había dicho se repetían constantemente en mi mente. No me importaba lo que hiciera Cristel con su vida, pero sentía una profunda repulsión al pensar que ella, siendo quien había iniciado todo, saliera bien librada, mientras yo me hundía en el infierno. ¿Por qué ella no sufría como yo? ¿Por qué nadie podía entender mi dolor y apoyaban a esas dos traidoras? Sí, yo también era un traidor, pero estaba pagando el precio más alto. Era un suplicio estar lejos de Alba, ver crecer su vientre y no poder tocarla, negarme el simple placer de observar cada ecografía.—Te odio, te odio —murmuré al pensar en mi hermana—. Espero que tu felicidad se derrumbe como la mía.Tomé un trago del agua que me había servido, sintiendo que el líquido me deslizaba por la garganta. En momentos como
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