64.
AlbaMi pequeño se lanzó a mis brazos en cuanto crucé la puerta. Me había extrañado mucho, pero yo lo había extrañado aún más.—Mi precioso, ya estoy aquí —le dije, como siempre.—Dios mío, qué bueno que llegas. Me duelen los oídos —bromeó mamá, acercándose a donde estábamos—. No paraba de decir que ya quería verte.—Lo siento, mamá —me disculpé, avergonzada—. Te juro que intenté llegar más temprano, pero el tráfico estaba terrible.—Por Dios, Alba, solo bromeaba —se rio—. Sabes que amo cuidar a mi nieto. Espero con ansias los viernes.—Y yo, por el contrario, los odio un poco —admití—. Sé que Gian tiene derecho a llevárselo, pero lo extraño mucho. —Te entiendo —suspiró—. Pero recuerda que accediste a ello, así que no vale quejarse.—Pensé que sería menos duro — confesé—. Pero bueno, lo hecho, hecho está.—Sí, hija, lo hecho, hecho está.—Mami, quiero cenar una hamburguesa —dijo mi bebé.—Oh, no. Eso lo comerás cuando te vayas con papá. He preparado otra cosa.Aian protestó, pero no
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