Una vez a salvo, tanto ella como el bebé, Beatriz fue trasladada a una habitación del hospital. Su rostro estaba pálido y demacrado, sus ojos rojos, y, con su fingida actitud, parecía realmente frágil y digna de lástima.—No te preocupes, el bebé está bien —la tranquilizó Carlos con cariño.—Carlos, tengo mucho miedo —repuso Beatriz y comenzó a llorar desconsolada.Carlos le tendió un pañuelo y, al tomarlo, Beatriz también le agarró la mano, apoyando su rostro lleno de lágrimas en el dorso.Aunque en verdad daba lástima, ¿acaso eso le daba derecho a tratar al prometido de otra como si fuera su hombre?—Beatriz, el doctor dijo que las emociones fuertes no son buenas para el bebé —dije, tras acercarme—. Apenas lograste salvarlo, si sigues llorando de esa manera podrías tener problemas de nuevo.Mientras hablaba, la sostuve con suavidad y la aparté de Carlos con sutileza.Sin embargo, al ver las lágrimas en la mano de Carlos, me sentí bastante incómoda, como si en ese momento algo mío hub
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