2El peso de Damiano contra el diminuto cuerpo de Jane estaba presionando tanto su estómago que la monja no podía casi respirar, las manos de la chica trataban de mantener al descomunal hombre en pie, sin embargo, su enorme tamaño le estaba jugando una mala pasada.Gotas gruesas de sangren caían como cascadas contra el suelo de granito del convento, y ni hablar de las vestimentas sagradas de la monja, las cuales ya no eran de un blanco pureza, sino más bien tan carmesí como los labios rojos de una mujer virgen.—¡Ayuda! ¡Ayuda! —Blackstone gritó, metiendo sus manos por debajo de las axilas de Damiano, y de esta forma tratar de arrastrarlo por el suelo, un par de hermanas que escuchaban desde lejos la algarabía, corrieron hacia su encuentro. —¡No se queden allí paradas, este hombre se puede morir!La castaña se encontraba tan sorprendida por el charco de sangre que ahora los rodeaba, así que entendió que, si esto seguía así, estaba más que convencida que aquel sujeto de enorme estatura
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