10—¿Y ahora?Preguntó, al terminar de acatar su orden.—Humedece tus manos así… —La monja elevó las cejas cuando el dedo índice del italiano penetró su boca, Damiano inhaló profundo al estrellarse contra las mejillas internas de la religiosa. Sus muslos internos se apretaron al tratar de controlar sus más bajos instintos. —Escupe aquí… —farfulló, poniendo su mano derecha ante ella. —Hazlo…Jane asintió dejando caer su saliva sobre Damiano.—Ahora saca mi polla…—¿Yo?—¡Hazlo! —Demandó con tanta autoridad que la chiquilla no tuvo más remedio que realizar su petición.Temblorosa metió sus manos dentro del bóxer, y con dificultad liberó su dura polla.—No apartes la mirada…
11Los ojos del mejor hombre del señor Morelli se hallaban bien abiertos, detallando cada centímetro de la luminosa piel, tersa y suave de aquella monja que se encontraba casi temblando en el suelo. La joven sentía vergüenza, nunca antes había mostrado de esta forma su desnudez, ni siquiera ella misma era capaz de verse medio desnuda frente al espejo, pero ahora dos sensuales hombres se la comían con la mirada.—Yo… Yo… Yo no… —Fue lo único que pudo decir el italiano antes de retirar su mirada, podía sentir los ojos penetrantes de su jefe sobre su espalda, él lo conocía más que nadie. —Lamento mucho la interrupción… —Chris observó a Jane por encima de su hombro derecho, quedando anonadado por su belleza. La chiquilla trataba de cubrirse.—¿Qué mierda haces aquí? —fue lo que dijo el
12—¡Eres un animal!Gritó, mordiendo su labio inferior.—¿Quieres saber cómo se comporta los animales? —Silencio—, ¡Te voy a enseñar cómo se comportan realmente los animales como yo!La espalda de la religiosa golpeó bruscamente el espaldar del asiento de cuero, una vez la enorme mano del mafioso recorrió sus piernas desnudas. La bata interior que cubría su desnudez, fue reemplazada por las caricias sin ningún tipo de vergüenza que aquel hombre ejercía sobre ella.—¿Qué cree que está haciendo, señor Morelli?—¿No lo ves? —Las rodillas de la monja se distorsionaron al sentir como los dedos del pelinegro trataban de llegar mas allá de lo permitido. —Abre las piernas, Jane… Por tu bien, hazlo…Una sensación de hormigueo cubrió su pecho, sus pestañas se apretaron casi de inmediato al recibir la lleva del dedo índice del italiano sobre su ropa interior. Damiano sonrió complacido, amaba verla arrinconada como el pequeño ratón que ella era, adoraba lograr que sus mejillas se volvieran tan r
13—¿Lo viste?Preguntó, Damiano.Jane se bajó el hábito con cuidado para cubrir sus piernas.—¿Qué cosa?—De verdad soy un animal…Las pestañas de la religiosa se sacudieron violentamente al comprender lo que realmente había sucedido. Su pureza abandonó su cuerpo desde hacía mucho tiempo, y esto le molestaba; sus manos se cruzaron a la altura de su pecho, sus ojos se cerraron quizás tratando de conectar con su creador, y de este modo pedirle misericordia, una misericordia que por supuesto jamás llegaría.—Te odio…Susurró Jane dirigiendo su mirada hacia el mafioso, Damiano estaba tan concentrado recordando todo lo que le había hecho a la monja, que realmente no prestó mucha atención a las hirientes palabras de la mujer a un costado de él.—Cuando lleguemos, quiero que te comportes…—¿Qué me comporte?La castaña se acomodó el velo de su cabeza.—No quiero que mires a ninguno de los idiotas que se van a reunir conmigo…—¿Crees que tengo esa intención?—No lo decía por ti…El ceño de la
14Jane se sentía realmente confundida, su pecho subía, y bajaba por la opresión del momento, ni siquiera tenía claro que debía responder, mientras que el mafioso la observaba como esos leones que deseaban devorar de un solo bocado su presa. La monja dio un paso firme hacia adelante, sus manos estaban sudando demasiado, pero comprendía que debía ser precisa con sus palabras, si seguía permitiendo que Damiano hiciera con ella lo que quisiera, las cosas podrían terminar mal. Realmente muy mal.—Puedo volver al convento desde aquí… —Respondió, ante la propuesta del italiano en dormir juntos esta noche, desde un principio comprendía que estar en este lugar era una completa equivocación.—¿Cómo piensas volver?Indagó él con un tono de voz burlón.—¡Caminado! ¿No me ves?La mujer respiró profundamente, ahora dirigiendo sus pasos lejos del criminal; sus piernas dolían demasiado, sin embargo, la sola idea de estar a solas de nuevo con él le ponían la piel de gallina. Blackstone observó con de
15—¿Se puede odiar más a una persona como tú? —Jane soltó con brusquedad, tratando de enojar al italiano, la comisura de sus labios se elevó, pero aun así no dejó de caminar sin mirar hacia atrás. —Le recuerdo que tenemos un trato, señor Morelli… Usted cuida de la comunidad del convento de Green Town, y yo…Sus palabras se cortaron.—Y tú haces todo lo que a mí se me plazca…Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Jane al sentir la mano fría del mafioso recorrerla. Los ojos color miel de Damiano penetraron los suyos, había algo que no entendía y era: ¿Por qué su corazón estaba latiendo tan fuerte ahora?—¿Por qué me miras así?Soltó, alejándose de él.—¿Así como?&
16Jane logró escapar del agarre de Damiano, el mafioso se quedó viendo la silueta de la religiosa alejarse de él, sin embargo, no le dijo nada. Sus ojos detallaron cada centímetro de ella. Su rostro precioso como la diosa Venus, su mirada cristalina como el mar de Weddell, y ni hablar de su hermosa silueta. Sin duda alguna la señorita Blackstone era una mujer de belleza inigualable que lo tenía cautivado.—Necesito asearme… —Escupió la mujer, mirando al criminal por encima de su hombro. —Espero que mantenga su palabra y no me miré bañarme…—Soy un hombre de palabra, Sor Jane.La castaña tomó entre sus manos los utensilios de aseo que la dueña del motel había dejado para ellos, con algo de cautela abrió la puerta de cristal del cuarto de lavabos, sin despegar la vista del italiano
17El estómago de la castaña mujer rugió con violencia al escuchar las palabras del mafioso. Sabía que algún día ese día tan esperado iba a llegar, pero jamás se imaginó que fuese tan pronto. Sus manos comenzaron a sudar, mientras que su desnudez alentaba al italiano a tocarla más allá de lo permitido.Su boca ni siquiera era capaz de pronunciar alguna cosa, el nudo dentro de su garganta la hacia sentir sofocada, aunque comprendía que por nada del mundo podía resistirse. Ella le prometió a ese hombre entregarle su virginidad a cambio de ayuda al convento que la vio crecer.Dio su palabra, una palabra llena de honor por la forma en que fue criada por el padre Tadeo. Sus piernas se sentían como gelatinas, entretanto sus rodillas chillaban como si quisieran desbaratarse. Entonces, lo sintió, Damiano tiró de su cuerpo con tanto entusiasmo, que no tardó mucho tiempo antes de cargarla entre sus brazos, y caminar con pasos firmes hacia la vieja habitación en donde se estaban hospedando.Jane