32—¡Sí!Jane gritó con tanto entusiasmo que los empleados del pent-house no pudieron evitar escuchar su voz.—¿Lo dices enserio?La voz de Damiano tembló, era la primera vez en su vida que proponía matrimonio.—¡Sí quiero ser tu esposa!Los ojos del pelinegro se iluminaron, una sensación extraña recorrió su espina dorsal hasta llegar a su estómago. Sus ojos se cristalizaron, mientras que rápidamente se secaba las pocas lagrimas que habían brotado de sus ojos.—¡Serás la señora Morelli!Sus enormes brazos rodearon la delgada cintura de la castaña, los corazones de ambos latían con mucha fuerza. —Mañana…—¿Qué sucede mañana?—Vamos a casarnos mañana…—¿Qué dices?
33—¡Damiano! ¡Damiano! ¡Por favor! ¡Sácame de aquí!Jane gritó lo más que pudo hasta que su garganta dolió tanto que ya no pudo hablar más. sus uñas se enterraron en su cuero cabelludo, porque ni siquiera se dio cuenta como todo terminó de esta manera.Su cuerpo cayó arrodillado ante una cama, mientras que sus manos tiraron levemente de su cabello. “¿Siempre fue así?” “¿Siempre será así? Fueron las preguntas que carcomieron dentro de ella.—¡Damiano Morelli!Gritó una vez más, aunque ella sabía que nadie la escucharía.—Tengo que salir de aquí… —Se dijo para sí misma, trato de abrir las ventanas de aquella habitación en donde la tenían retenida, aunque luego se dio cuenta que estaba en el último
34Damiano tiró con fuerza de Jane para alejarse de ella.Sin dudarlo salió de la habitación, con el corazón latiéndole tan fuerte que sentía que se iba a desmayar. Su frente sudaba a chorros, sus manos temblaban tanto que no podía detener los movimientos bruscos de su cuerpo.—¿Qué estás haciendo, Dam?Christopher le preguntó, mientras bajaba las escaleras.—No te interesa…—Sabes que sí.Lo miró con enojo.—No me hagas dispararte… Ella es mía.—Pero parece que no…Damiano se abalanzó contra él: —¡Hijo de perra! —Un guantazo lo tiró al suelo casi de inmediato. —¡Ojalá! ¡Ojalá no le hubiese prometido nada a tu maldita familia! ¡Ahora estarías muerto, pedazo de mierda!E
34—Harás que tarde que temprano deje de amarte…Jane susurró, mientras sus manos tomaban con fuerza su pecho, se sentía demasiado cansada para seguir luchando contra todo esto. Contra el imperio Morelli.—Eso jamás va a pasar…—No estés tan seguro.La ex religiosa se sentó en el borde de la cama, sus manos se deslizaron suavemente sobre sus rodillas, para acto seguido agachar la cabeza. Las lágrimas empezaron a humedecer su rostro; no deseaba esto. Ella no quería esto.—Si no me vas a amar… Déjame ir…—¡Lo sabía! ¡Quieres dejarme!El enorme cuerpo del siciliano corrió hacía la asustadiza jovencita, su cuerpo tembló casi de inmediato al sentir como el hombre que ella amaba la tomaba de los hombros obligándola casi en el acto a mirarlo a los ojos.—Eres mía, Jane Blackstone… Eres y serás mía hasta el último día de tu vida….Su mandíbula se tensó.—Entonces… Que hoy sea el último día de mi vida.Los brazos de Damiano cayeron a cada costado de sus caderas, su cuerpo se sacudió quizás com
FinalEl corazón del siciliano latía con tanta fuerza que le era imposible respirar con normalidad. Jane estaba tirada en el suelo, mientras que un cuchillo en su estomago comenzaba a quitarle la vida poco a poco.—¡Mierda! ¡Mierda! ¿Cómo pasó esto? ¡Llama a mis hombres! ¡Maldito, Zeus! ¡Hijo de perra!El pelinegro rodeó sus brazos a la altura de la cintura de la mujer que amaba, las lagrimas que se deslizaban por sus mejillas humedecieron a la velocidad de la luz la camisa blanca que llevaba puesta. Ahora sus manos estaban manchadas de esa sangre que salía sin parar del cuerpo de la ex religiosa.—¡Chris! ¡¿Qué haces parado allí?! ¡Llama al médico de la familia!Una risita por parte de su mujer amigó lo hizo temblar.—¡Ja, ja, ja, ja!—¿Chris?—Sabía que algún día te vería sufrir… —La sangre del italiano se congeló, su cuerpo se tensó rápidamente porque no comprendía lo que estaba sucediendo. —Siempre fuiste un idiota, ¿Lo sabías?Las puertas de la iglesia se cerraron de un solo golp
EpilogoHan pasado algunos años desde que Damiano y Jane dijeron el sí en una lujosa mansión en Sicilia. La mayoría de mafiosos de todo el mundo estuvieron para presenciar la unión de esta pareja. La única que no se presentó fue la hermana Teresa Morelli, la cual seguía negándose ante el pecado de la ex religiosa.El italiano abandonó algunos negocios de la familia luego de asesinar a su abuelo, y las cosas entre él y su mujer fueron mejorando poco a poco. Unos meses después del matrimonio llegaron al mundo los gemelos Morelli. Sam y Samantha legaron a la vida del mafioso llenándola de felicidad, de amor, y armonía.Sam se parecía demasiado a su madre en cuanto a temperamento, mientras que Samantha llevaba la sangre de su familia bien latente dentro de su cuerpo. Solía molestar a los niños del jardín de infante al cual iban, mientras que su madre tenía que presentarse a la institución más de dos veces por semana ante su mal comportamiento.—¿Qué me miras?Replica Jane, terminando de c
1“El diablo ha tocado la puerta del convento de Green Town, y Jane lo ha dejado entrar”.No ha parado de llover durante todo el mes de abril, los días siempre están en absorta oscuridad como si los cielos quisieran avisarles a las monjas de Green Town que algo jodidamente malo estaba a punto de sucederles; los cielos se tiñaban de una tonalidad grisácea que provocaba escalofríos en Jane, una de las mojas más jóvenes del convento del eterno creador.Su padre la había abandonado en aquel viejo lugar cuando ella apenas tenía cinco años, las malas lenguas decían que su madre era una prostituta que quedó embarazada de uno de sus clientes, y fue dejada con este cuando la niña apenas tenía unos escasos días de nacida. Para la joven escuchar este tipo de chismes entre las huérfanas del monasterio se sentía algo doloroso.Había pasado más de la mitad de su vida culpándose del destino que le tocó, mientras que decidió entregarle su vida al señor para intentar buscar la piedad del señor, una pi
2El peso de Damiano contra el diminuto cuerpo de Jane estaba presionando tanto su estómago que la monja no podía casi respirar, las manos de la chica trataban de mantener al descomunal hombre en pie, sin embargo, su enorme tamaño le estaba jugando una mala pasada.Gotas gruesas de sangren caían como cascadas contra el suelo de granito del convento, y ni hablar de las vestimentas sagradas de la monja, las cuales ya no eran de un blanco pureza, sino más bien tan carmesí como los labios rojos de una mujer virgen.—¡Ayuda! ¡Ayuda! —Blackstone gritó, metiendo sus manos por debajo de las axilas de Damiano, y de esta forma tratar de arrastrarlo por el suelo, un par de hermanas que escuchaban desde lejos la algarabía, corrieron hacia su encuentro. —¡No se queden allí paradas, este hombre se puede morir!La castaña se encontraba tan sorprendida por el charco de sangre que ahora los rodeaba, así que entendió que, si esto seguía así, estaba más que convencida que aquel sujeto de enorme estatura