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 Jane logró escapar del agarre de Damiano, el mafioso se quedó viendo la silueta de la religiosa alejarse de él, sin embargo, no le dijo nada. Sus ojos detallaron cada centímetro de ella. Su rostro precioso como la diosa Venus, su mirada cristalina como el mar de Weddell, y ni hablar de su hermosa silueta. Sin duda alguna la señorita Blackstone era una mujer de belleza inigualable que lo tenía cautivado.

—Necesito asearme… —Escupió la mujer, mirando al criminal por encima de su hombro. —Espero que mantenga su palabra y no me miré bañarme…

—Soy un hombre de palabra, Sor Jane.

La castaña tomó entre sus manos los utensilios de aseo que la dueña del motel había dejado para ellos, con algo de cautela abrió la puerta de cristal del cuarto de lavabos, sin despegar la vista del italiano

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