14Jane se sentía realmente confundida, su pecho subía, y bajaba por la opresión del momento, ni siquiera tenía claro que debía responder, mientras que el mafioso la observaba como esos leones que deseaban devorar de un solo bocado su presa. La monja dio un paso firme hacia adelante, sus manos estaban sudando demasiado, pero comprendía que debía ser precisa con sus palabras, si seguía permitiendo que Damiano hiciera con ella lo que quisiera, las cosas podrían terminar mal. Realmente muy mal.—Puedo volver al convento desde aquí… —Respondió, ante la propuesta del italiano en dormir juntos esta noche, desde un principio comprendía que estar en este lugar era una completa equivocación.—¿Cómo piensas volver?Indagó él con un tono de voz burlón.—¡Caminado! ¿No me ves?La mujer respiró profundamente, ahora dirigiendo sus pasos lejos del criminal; sus piernas dolían demasiado, sin embargo, la sola idea de estar a solas de nuevo con él le ponían la piel de gallina. Blackstone observó con de
15—¿Se puede odiar más a una persona como tú? —Jane soltó con brusquedad, tratando de enojar al italiano, la comisura de sus labios se elevó, pero aun así no dejó de caminar sin mirar hacia atrás. —Le recuerdo que tenemos un trato, señor Morelli… Usted cuida de la comunidad del convento de Green Town, y yo…Sus palabras se cortaron.—Y tú haces todo lo que a mí se me plazca…Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Jane al sentir la mano fría del mafioso recorrerla. Los ojos color miel de Damiano penetraron los suyos, había algo que no entendía y era: ¿Por qué su corazón estaba latiendo tan fuerte ahora?—¿Por qué me miras así?Soltó, alejándose de él.—¿Así como?&
16Jane logró escapar del agarre de Damiano, el mafioso se quedó viendo la silueta de la religiosa alejarse de él, sin embargo, no le dijo nada. Sus ojos detallaron cada centímetro de ella. Su rostro precioso como la diosa Venus, su mirada cristalina como el mar de Weddell, y ni hablar de su hermosa silueta. Sin duda alguna la señorita Blackstone era una mujer de belleza inigualable que lo tenía cautivado.—Necesito asearme… —Escupió la mujer, mirando al criminal por encima de su hombro. —Espero que mantenga su palabra y no me miré bañarme…—Soy un hombre de palabra, Sor Jane.La castaña tomó entre sus manos los utensilios de aseo que la dueña del motel había dejado para ellos, con algo de cautela abrió la puerta de cristal del cuarto de lavabos, sin despegar la vista del italiano
17El estómago de la castaña mujer rugió con violencia al escuchar las palabras del mafioso. Sabía que algún día ese día tan esperado iba a llegar, pero jamás se imaginó que fuese tan pronto. Sus manos comenzaron a sudar, mientras que su desnudez alentaba al italiano a tocarla más allá de lo permitido.Su boca ni siquiera era capaz de pronunciar alguna cosa, el nudo dentro de su garganta la hacia sentir sofocada, aunque comprendía que por nada del mundo podía resistirse. Ella le prometió a ese hombre entregarle su virginidad a cambio de ayuda al convento que la vio crecer.Dio su palabra, una palabra llena de honor por la forma en que fue criada por el padre Tadeo. Sus piernas se sentían como gelatinas, entretanto sus rodillas chillaban como si quisieran desbaratarse. Entonces, lo sintió, Damiano tiró de su cuerpo con tanto entusiasmo, que no tardó mucho tiempo antes de cargarla entre sus brazos, y caminar con pasos firmes hacia la vieja habitación en donde se estaban hospedando.Jane
18El teléfono de Damiano comenzó a sonar en el justo momento en que su tensión con Jane empezaba a aumentar. La joven se sentó en el borde de la cama, tratando de ignorar todo lo que había ocurrido en su vida. Las ganas de llorar eran inminentes, sin embargo, su orgullo era mucho más grande, y por nada del mundo quería darle la razón a ese hombre. No quería demostrarle que él había ganado.—¡Hasta que por fin se dan cuenta!El italiano gritó, al oír la voz de Christopher del otro lado de la línea.—Ya estamos llegando, ¿La monja está con usted?El pelinegro le echó un vistazo a Jane.—No te demores.Respondió, echando de menos su pregunta, para luego colgar el teléfono, odiaba con toda su alma la extraña cercanía que había nacido entre su hombre de c
19La estilista del mafioso tenía razón.Cuánta razón.Zeus Smirnov era uno de los nietos favoritos de Miguel Smirnov, un mafioso cruel y sanguinario en sus épocas de juventud, que le enseñó al castaño el arte de matar por placer. Gozaba de buena belleza, un adonis como solían llamarlo cada persona que le conocía, aunque en realidad la maldad se apoderaba de él cada vez que la obsesión tocaba a su puerta.Adoraba torturar y someter la belleza, y una Diosa como Jane Blackstone sería blanco fácil para él, sin embargo, para su buena fortuna ella tenía el favor del siciliano, y este por nada del mundo estaba dispuesto a perderla, y ahora menos que ha logrado probarla.—Quiero que todos mis guardias estén en la reunión.Atacó Damiano de la nada, mirando de soslayo a la joven que miraba por la
20—¿Estás demente?Entonó el mafioso al ver la seriedad en las palabras de su hombre de confianza, Jane por su parte temblaba a un costado de la estilista personal del italiano. Su mirada estaba baja, comprendía que si esto salía mal la única persona que no saldría bien librada de todo esto sería ella.—¿Prefieres que Zeus la vea?El tipo gruñó porque este tenía la razón, odiaba la idea de imaginarla al lado del ruso. —¿Cuál es tu plan entonces? —Graznó, girándose a un costado para ocultar su molestia.—Me quedaré con ella dentro del coche… Nadie se dará cuenta que está aquí, aunque para mí sería mejor mandarla al convento.Damiano lo miró por encima del hombro, —No, ella se debe de quedar conmigo… —La castaña intentó decirle algo, sin embargo, guardó silencio al entender que ahora mismo lo último que se necesitaba era provocar mucho más al mafioso. —Bien, quédate con ella, pero te advierto algo, Christopher…El inglés levantó el mentón sin poner resistencia al sentir las manos de su
21Los ojos color zafiro del ruso recorrieron suavemente el angelical rostro de Jane, la chiquilla lo miraba con inocencia, puesto que no sabía que la persona delante de ella era el mal encarnado en hombre.Zeus tocó nuevamente el cristal del coche, sentía demasiada curiosidad sobre aquella joven tan bien resguardada, por casualidad había salido al jardín de la mansión Morelli para fumar un cigarrillo, pero jamás se imaginó encontrarse con un tesoro tan valioso.—¿Quién eres tú?Preguntó una vez más, obligando a la religiosa a bajar el cristal de la ventanilla de la camioneta en donde se resguardaba.—Soy empleada del señor Morelli…—¿Empleada? ¿Qué clase de empleada?Jane no sabía mentir, sin embargo, debía hacerlo ahora mismo si no quería terminar envuelta en otro peligro. Ya se estaba acostumbrando a estar metida en problemas por culpa de Damiano, aunque terminar en manos de otro lunático no estaba en sus planes.—Domestica…—¿Domestica?Zeus no le creía nada, y menos por la forma e