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Encaró el italiano, pasando por encima del cuerpo sin vida de Mercedes; la castaña no aguantó más, y corrió hacia el mafioso para golpearlo con fuerza.

—¡No tenías que hacerlo! ¡No tenías que hacerlo! ¡Te odio! ¡Te odio!

Damiano la tomó de las manos, para besarla con rudeza, Jane se sacudía fuertemente, buscando la manera de huir de él.

—Te dije que te haría pagar si no hacías lo que te pedía… Fue tu culpa, señorita Blackstone…

—¡Hijo de perra!

—¡Oh! —gritó emocionado el pelinegro, —¡Mi Jane dijo una grosería!

—Te odio…

—Lo sé, y eso me gusta, ¿Sabes? Pero, tenemos un problema…

El corazón de la hermana dio un salto.

—¿Qué problema?

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