Alejandra se encontraba sentada en el borde de su cama, debatiéndose entre aceptar o no la invitación del chico que ahora era su novio.La indecisión la atormentaba; la idea de pasar un día bajo el sol, en el yate de su novio destellaba con el atractivo del lujo y la aventura, pero había algo en su tono, un subtexto que no lograba descifrar, que la hacía dudar.—¿Vas a quedarte aquí, mirando tu teléfono toda la noche? —preguntó su compañera de habitación, Valeria, mientras se retocaba el labial frente al espejo.—No sé si ir —confesó Alejandra, mordiéndose el labio inferior.—¡Por Dios, Ale! No seas mojigata, no pierdas la oportunidad de disfrutar, la vida es una sola y debes vivirla, además, no vas a ir sola con él, estarás rodeada de sus amigos, ve, seguramente, será divertido —le dijo su compañera de habitación rodando los ojos frente al espejo.Las palabras de Valeria actuaron como un catalizador y Alejandra sintió cómo la determinación llenaba el vacío de la indecisión.Tomó su m
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