Las palabras de Carter golpearon a Alejandra como una descarga eléctrica. Sin mirarlo, caminó lentamente hacia la cocina. Dentro de su pecho, su corazón latió con una fuerza desmesurada. Seguía siendo injusto, ella no lo había matado. Había sido un accidente, y ella lamentaba día a día haber acudido a esa cita.Apoyándose en la encimera de la cocina, intentó contener las lágrimas que amenazaban en sus ojos. Los maltratos, las humillaciones, el dolor era como una herida abierta que nunca se cerraría.Volvió a la terraza con una bandeja llena de bocadillos y bebidas frías. La risa salió del jacuzzi, mientras ella se mantenía sin ninguna expresión en el rostro.La bandeja le tembló y estuvo a punto de caérsele, producto de la debilidad de su cuerpo, incluso las bebidas se le derramaron un poco, ganándose con ello un grito de Carter.—¡Eres una idiota! ¡Pon la bandeja a un lado! No eres más que una inútil… no sé qué vio mi hijo en ti —pronunció con desprecio.Las palabras de Carter eran
—Llama a Alejandra para que venga a atendernos —le pidió Clara a Carter.Sin embargo, el hombre se levantó y se alejó de ella, con una expresión indescifrable en su mirada, y segundos después se supo lo que estaba pensando.—¡Déjala! Ya creo que la hemos torturado lo suficiente —sentenció con un chasquido.—¿La estás defendiendo? De verdad qué eres increíble… no puedo creer… —comenzó a decir la mujer, pero Carter la interrumpió con fiereza.—¡Ya basta Clara! No tienes que decirme lo que tengo qué hacer. Si digo que hay que darle un respiro, es porque es lo mejor… y no es que me esté ablandando… solo quiero hacerlo creer que nos hemos flexibilizado… será más placentero para nosotros… es como atrapar a una presa, y soltarla para hacerle creer que va a poder escapar y justo cuando se confíe, volverla a atrapar… es como el juego al gato y al ratón —expresó.Clara miró a Carter molesta, pero no dijo nada. Se levantó, cruzó los brazos sobre su pecho mientras miraba hacia la ventana, observa
Se detuvo en seco, su corazón tambaleándose en su pecho. Pero a medida que Alejandra luchaba por respirar, cualquier furia residual se desvaneció. No importaba lo que ella hubiera hecho, pero algo dentro de él se negaba a dejarla morir.Carter continuó corriendo a través del pasillo de la casa, y la llevó a la habitación que le había dado al lado de la suya, mientras era consciente de las débiles señales de vida que emanaban del cuerpo de la chica.Se quedó esperando en la habitación impaciente, caminando de un lado a otro, daba la impresión que terminaría abriendo un hueco en el piso de las veces que recorrió de un lugar a otro, se paró en la puerta y comenzó a gritar.—¡Maldita sea! ¿Por qué carajos no se apuran? ¿Les pesa mucho el cul0? —inquirió irritado.El ama de llaves lo escuchó y corrió hasta él.—Lo siento, señor, le marqué al médico y por más que intenté convencerlo para que viniera, dijo que no podía venir —informó la mujer aún con el teléfono en la mano.Sin embargo, Cart
Carter miró a Clara con desdén como si en ese momento le molestara su presencia, se dio la vuelta y se retiró de la sala, dejando a la mujer con sus pensamientos retorcidos y emociones hirvientes, como si hubiera abandonado una bomba a punto de estallar. A Clara no le quedó más remedio que tragar su derrota momentánea. Miró fijamente al médico, su rostro reflejó un rechazo visceral hacia la decisión de Carter, pero el médico se limitó a asentir solemnemente y se dirigió hacia la sala donde Alejandra estaba siendo atendido, la mujer que había robado la atención de Carter.La mente de Clara comenzó a moverse rápidamente, buscando frenéticamente un plan para cambiar la situación a su favor. Por lo que había visto, tenía la sospecha de que Carter sentía algo por Alejandra, eso era evidente. Ella no era estúpida, su forma de actuar lo delataba, no se creía nada.Esos indicios que había empezado a ver, hacía que sus sospechas se activaran, como eso de ponerla al lado de su habitación para
Por solo un instante, el miedo quiso hacer mellas en ella, numerosas preguntas comenzaron a aparecer en su cabeza como si fueran anuncios de neón que trataban de minar su determinación de escape.¿Cómo iba a escapar? ¿Dónde iba a ir? Si la atrapaban le iría peor, sin embargo, otra parte de ella, le decía que no lo sabría, si no lo intentaba. No puedo, era fácil decirlo, lo difícil era convertirlo en un sí puedo, se dijo animándose.Comenzó a pensar, no tenía idea de cómo estaba estructurado ese hospital, o si los hombres de Carter estarían vigilándola, o si pedirle ayuda a la enfermera que la estaba tratando.Así que armándose de calor y a todo riesgo, esperó que apareciera la enfermera que debía pasarle su tratamiento, lo iba a intentar, solo esperaba no equivocarse.Apenas la mujer entró, comenzó a darle el tratamiento, repentinamente Alejandra le tomó la muñeca, la apretó duro con sus ojos llenos de súplica.—Por favor, no diga nada. Ayúdeme, necesito escapar de aquí —pronunció en
Carter, luego de salir de la habitación, decidió ir al consultorio del médico para hablar con él y llevársela a la casa. No quería dejarla por mucho más tiempo allí, no sabía por qué, pero tenía esa corazonada dentro de él que se volvía más intensa a medida que corrían los minutos. —Doctor, necesito que firme el alta de Alejandra —ordenó con firmeza, sin embargo, pudo notar la tensión en el cuerpo del galeno ante sus palabras y segundos después, se dio cuenta que había tenido razón en su percepción.—Señor Hall… sé que es una autoridad en la isla, la gente lo respeta y lo aprecia, y me va a disculpar por lo que voy a decirle, pero yo no puedo dar de alta a una paciente, solo porque usted quiera que lo haga, lo siento, pero ante el estado de la señorita Alejandra no puedo permitirlo que se vaya a casa. Debe cumplir con su tratamiento aquí y tener los cuidados necesarios —su tono de voz denotó firmeza, sin embargo, Carter no tenía intenciones de ceder.—Doctor, entiendo su posición,
Carter caminó por los fríos y largos pasillos, sus pasos resonaban como un eco siniestro. El personal médico le esquivaba la mirada, intentando no cruzarse en su camino. Todos sabían lo que significaba desatar su enfado.Mientras tanto, afuera del hospital, la búsqueda comenzó con una rapidez impresionante. Los hombres de Carter comenzaron a recorrer cada centímetro del edificio, revisando cajones, armarios y contenedores, tal y como se los había ordenado su jefe. Mientras tanto, Alejandra aguardaba ansiosa en su escondite improvisado, esperando que sacaran el contenedor de allí.Trataba de distraerse en otros pensamientos para olvidarse de lo que la rodeaba, para su alivio no debió tardar mucho tiempo. Cuando lo sacaron, escuchó muchos movimientos, pasos de personas que iban de un lugar a otro.Hasta que una voz los detuvo.—¡Deténgase! —exclamó una voz y enseguida detuvieron el contenedor.—¿Qué ocurre? —preguntó quién supuso era la persona que estaba trasladando el contenedor.—Se
La risa siniestra de Carter reverberó en todo el recinto, haciendo que su corazón se contrajera en el pecho con un miedo profundo e imperturbable. Su mirada se posó sobre ella, llena de desprecio y furia.—¡¿Qué creías?! ¿Qué te esconderías aquí y zarparías a una nueva vida sin mí? Librándote de tus culpas por lo que hiciste —gritó él mientras golpeó con fuerza su puño contra la madera del barril, produciendo un sonido que resonó en los oídos de la joven. Por su parte, Alejandra, al ver a su verdugo, un sinfín de pensamientos, llegaron a su mente y numerosas emociones se agitaron en su interior, tratando de imponerse una frente a otras: tristeza, miedo, dolor. Por un momento, pensó en correr, pero sabía que sería inútil. Carter tenía hombres por todos lados, y ella estaba atrapada en ese barril. Pero si se quedaba, la volvería a encerrar, la trataría peor junto con su gente, ¿Podría ser eso vida? Se negó, no sabía a dónde la llevaría eso, pero decidió enfrentarlo.—¡Yo no hice nada!