Carter caminó por los fríos y largos pasillos, sus pasos resonaban como un eco siniestro. El personal médico le esquivaba la mirada, intentando no cruzarse en su camino. Todos sabían lo que significaba desatar su enfado.Mientras tanto, afuera del hospital, la búsqueda comenzó con una rapidez impresionante. Los hombres de Carter comenzaron a recorrer cada centímetro del edificio, revisando cajones, armarios y contenedores, tal y como se los había ordenado su jefe. Mientras tanto, Alejandra aguardaba ansiosa en su escondite improvisado, esperando que sacaran el contenedor de allí.Trataba de distraerse en otros pensamientos para olvidarse de lo que la rodeaba, para su alivio no debió tardar mucho tiempo. Cuando lo sacaron, escuchó muchos movimientos, pasos de personas que iban de un lugar a otro.Hasta que una voz los detuvo.—¡Deténgase! —exclamó una voz y enseguida detuvieron el contenedor.—¿Qué ocurre? —preguntó quién supuso era la persona que estaba trasladando el contenedor.—Se
La risa siniestra de Carter reverberó en todo el recinto, haciendo que su corazón se contrajera en el pecho con un miedo profundo e imperturbable. Su mirada se posó sobre ella, llena de desprecio y furia.—¡¿Qué creías?! ¿Qué te esconderías aquí y zarparías a una nueva vida sin mí? Librándote de tus culpas por lo que hiciste —gritó él mientras golpeó con fuerza su puño contra la madera del barril, produciendo un sonido que resonó en los oídos de la joven. Por su parte, Alejandra, al ver a su verdugo, un sinfín de pensamientos, llegaron a su mente y numerosas emociones se agitaron en su interior, tratando de imponerse una frente a otras: tristeza, miedo, dolor. Por un momento, pensó en correr, pero sabía que sería inútil. Carter tenía hombres por todos lados, y ella estaba atrapada en ese barril. Pero si se quedaba, la volvería a encerrar, la trataría peor junto con su gente, ¿Podría ser eso vida? Se negó, no sabía a dónde la llevaría eso, pero decidió enfrentarlo.—¡Yo no hice nada!
Clara, con el rostro pálido, los labios apretados, y la rabia agitándose dentro de ella de manera peligrosa, lo miró atónita. Por un breve instante pareció que iba a decir algo, pero luego, no dijo nada, giró sobre sus talones para salir de allí, pero la voz de Alejandra la detuvo.—Clara… querida —dijo de manera sarcástica—, tú no eras la que me decías que podía unírmeles a ustedes… ahora te devuelvo el favor… si quieres te puedes unir a nosotros en la cama.Un gruñido salió de la boca de Carter, parecía que en cualquier momento comenzaría a echar espuma, entre tanto Clara, bufó de la rabia, y salió de allí.Los demás observaron en silencio y enseguida la voz irritada de Carter los hizo marcharse.—¡¡¿Qué diablo esperan para irse?!!Todos salieron corriendo por temor a las represalias de su jefe, sin embargo, el ama de llaves aún estaba allí, con la boca ligeramente abierta en señal de incredulidad, pero recibió una mirada de advertencia de Carter que la hizo irse rápidamente.Carter
Ante sus palabras, el rostro de Carter se contorsionó y un gruñido gutural rompió la quietud del ambiente. Su agarre se intensificó, amenazante en su furia desatada, queriendo acabar con la diminuta mujer frente a él.—Cuida tu lengua, perra —murmuró entre dientes, sacudiéndola.La hostilidad emanada de él, era como olas pesadas, llenando el aire entre ellos con un resentimiento tangible.—No voy a permitir que te expreses de esa manera de mi hijo —gruñó con evidente molestia—, voy a cortarte la lengua para que dejes de inventar.—¡Hazlo! —dijo la chica molesta, sacando la lengua—, si crees que así vas a cambiar la realidad de lo que era tu hijo, aquí tienes mi lengua ¡Córtala! ¿Alguna vez supiste lo que hacía tu hijo? —ante su silencio, ella continuó hablando—, seguramente no, y paso a creer sin temor a equivocarme, que haces esto porque sientes culpa, solo quieres limpiar tu conciencia y prefieres culparme a mí, antes de reconocer que seguramente fuiste un mal padre.Las palabras d
Por un momento cerró los ojos, pensando que de esa manera la imagen frente a él se iba a disipar, le parecía que estaba en una pesadilla, pero al abrirlos, sintió el peso de lo que estaba viendo. Un sudor frío recorrió su cuerpo, y la realidad de la situación le golpeó con la fuerza de un tren.—Greta... —susurró, pero su voz se cortó antes de poder acabar.Los dos cuerpos se detuvieron y se giraron hacia él. Aun en la penumbra, no había manera de negar quién era el otro hombre: su mejor amigo, Albert.Carter sintió la ira subiendo por su pecho hasta apoderarse de cada fibra de su ser. Su puño se cerró tan fuerte que sus nudillos se volvieron blancos. Las risas y las bromas habían terminado.Con la furia ardiendo dentro de él, tomó al hombre del cuello y lo sacó de la cama, mientras los descarados trataban de justificarse de la peor manera posible.—Carter, por favor, no es lo que parece —dijo el muy cobarde con la voz titubeante producto del temor.—¡Desgraciado! Te estoy viéndotela
Pierina no podía creer lo que estaba escuchando, su respiración se hizo errática mientras un rayo de esperanza comenzó a abrirse en su interior.Intentó hablar, pero por unos segundos no pudo encontrar su voz, hasta que de pronto supo que no podía dejarla ir, la tomó del brazo y la sacó de allí.—Vamos a hablar… debes contarme todo lo ocurrido. ¿Qué fue de esa mujer? Me habían dicho que había muerto cuando dio a luz a la niña —expresó.—No, ella murió cuando la niña tenía un año, lo hizo de tristeza —dijo la mujer.—¿De tristeza? —Preguntó Pierina con incredulidad, los ojos húmedos y brillantes bajo la tenue luz del atardecer.—Sí —dijo la mujer, asintiendo con tristeza, sus ojos llenos de remordimiento. —Alejandra nunca superó que el padre de su hija la hubiese abandonado embarazada, estaba devastada. Duré unos meses con la niña, pero no estaba preparada para atenderla, se necesitaba mucho sacrificio de mi parte, decidí llevarla a un orfanato... era muy joven e inmadura, y pensé que
La rabia de Clara se agitó en su interior, cuando vio que Carter se fue sin siquiera aceptar sus atenciones, eso la hizo sentir miedo de estar perdiéndolo.La traición escoció como una bofetada en el rostro de ella, su ira hirviendo bajo la superficie al ver cómo él, el hombre al que había amado con tanto fervor y por quien había luchado por tantos años, la rechazaba por esa mocosa insolente.No pudo soportarlo y no estaba dispuesta a permitirlo, no le importaba hacer lo que fuera para que esa muchacha y Carter no tuvieran ningún acercamiento.Por un momento se mantuvo estática hasta que se le ocurrió una idea, se sonrió con malicia, y decidió ir a su habitación, a cada paso que daba su rabia crecía, al igual que su determinación de cobrársela a Alejandra. En la privacidad de su espacio personal, se despojó de su ropa como si se quitara la humillación que él le había infligido. Y se colocó un delicado encaje que se ceñía a sus curvas, como un testimonio visual de su atractivo y desea
Ante las palabras de su jefe, el rostro de Jácome palideció. Un sudor frío comenzó a recorrer su espalda cuando se dio cuenta de que estaba metido en un tremendo problema.Intentó hablar y sus palabras no salieron bien del todo.—¡¿Por qué carajos hablas como si te tragaste un put0 pollo?! Respóndeme ¿Por qué no cuidaste a Alejandra como debiste hacerlo? ¿Por qué la dejaste escapar? —inquirió indignado, era cuestión de segundos para que con la rabia que cargaba Carter lo tomara del cuello y lo apretara.—Señor Carter... yo... —Jácome intentó responder, tragando con dificultad bajo el temor de las palabras de su jefe. Su voz era un hilillo de sonido, apenas audible.—¡Habla! —Carter rugió, su rostro a escasos centímetros del de Jácome, su aliento cálido y amenazante, como una fiera a punto de atrapar a la presa.—Señor Carter, yo no la dejé escapar. Ella está en el ático. —Jácome finalmente logró articular, sus ojos muy abiertos, llenos de miedo, tratando de aplacar la rabia de su je