Al final la madre de Angie sonrió y se levantó de donde había permanecido sentada.—Bueno, creo que voy a ir a preparar una cena que les debo —declaró en tono alegre.—Tengo una mejor idea… yo puedo ayudar a hacer la cena —propuso René y todos lo miraron sorprendidos. El rostro de sus futuros suegros con una expresión de duda.—Amor, creo que no podrás hacerlo, tienes tu pie malo —dijo ella preocupada, tratando de persuadirlo de esa idea.—Princesa, es mi pie el que está malo, mis manos están perfectamente bien —expuso levantándolas como para dar mayor fuerza a sus palabras, Angie solo asintió.—Está bien, te ayudo a cortar las verduras y aliños, no tendrás mejor ayudante que yo.Cuando René comenzó a preparar la comida, Angie y su madre se sentaron en el mesón a ayudándolo a cortar, pero también observándolo sin dejar de hablar animadamente. Las manos de la chica se movieron con gracia mientras explicaba algo con esa pasión contagiosa que siempre le brotaba naturalmente y que causa
René por un momento sintió miedo de que esa reacción de ella significara que lo rechazaba, pero lo que no sabía es que Angie estaba tan impactada que en su interior estaba sufriendo un cataclismo de emociones, un dolor sordo se instaló en su pecho, por completo conmovida por la revelación y la carga de sufrimiento que René había estado llevando. No podía reaccionar, estaba como pasmada ante esa confesión, solo volvió en sí cuando lo vio levantarse, lo tomó del brazo mirándolo a los ojos en una mirada que decía mucho, aunque aún sin poder hablar, pero intentando transferirle algo de la fuerza que él parecía necesitar tanto.La noche pareció extenderse alrededor de ellos, haciéndose más densa con la revelación. Angie sintió un torbellino de sentimientos: ira, pena, impotencia, frustración… pero, ante todo, una abrumadora compasión por el niño que René había sido y por el hombre en que se había convertido a pesar de sus cicatrices.—Lo siento tanto, René —dijo ella suavemente, su voz,
Tres meses después.La grandeza de la basílica más grande de Roma se alzó sobre la reunión, sus antiguas piedras eran un testimonio silencioso de las innumerables uniones que había presenciado. Dentro, solo estaba la familia Hall y algunos invitados de la familia de la novia, solo ellos eran suficiente, es que prácticamente por sí mismos eran una congregación, un extenso tapiz de tíos, tías, cónyuges y multitud de primos entretejiéndose entre los bancos, su presencia colectiva bastaba para llenar el sagrado espacio.En el centro de la procesión, la pequeña Xaria sujetaba la almohada con las alianzas, sus pequeñas manos firmes a pesar de la magnitud de su papel.A su lado caminaba un niño, hijo de uno de los socios comerciales de su padre, con un traje en miniatura, impecablemente confeccionado, pero con los ojos muy abiertos que delataban su nerviosismo.Y es que no era para menos, porque momentos antes Carter, en un ataque de celos infantil, había amenazado al pequeño sin que nadie
Cuatro años despuésEl auditorio se llenó de aplausos y el aire se impregnó de una aroma fresca. René estaba de pie en el podio, con el corazón martilleándole contra las costillas, en marcado contraste con la serena sonrisa que lucía. Estaba muy emocionado, sus ojos bailaron sobre el mar de rostros que tenía delante, pero se detuvieron en unos pocos en particular: la tierna mirada de Angie, la orgullosa postura de su padre Carter, el asentimiento de apoyo de Alejandra, el entusiasmo centelleante de Xaria y la sonrisa afable de sus abuelos y suegros.—Hoy —comenzó, con voz firme a pesar de los temblores que sentía, —no sólo marca la culminación de nuestro viaje académico, sino también la celebración de la resiliencia dentro de cada uno de nosotros.Miró sus notas, pero las palabras parecían innecesarias. En su lugar, habló desde el corazón, relatando las batallas libradas tanto en la biblioteca como en su interior, con un suave timbre de gratitud.Al concluir la ceremonia, Angie fue e
Y ganó Angie, porque a pesar de parecer que se desmayaría, no lo hizo.—¿Este es mi hijo? —peguntó visiblemente emocionado.—Si mi amor, y esa es la imagen de él.Enseguida, un grito de alegría salió de la boca de René, cargó a Angie, le dio la vuelta, la dejó en el suelo y salió a buscar a Xaria.—Xaria, hermanita ¡Vas a ser tía! —exclamó y la niña comenzó a brincar emocionada.—Ramsés, seremos tíos ¡Al fin! —chilló la niña y entre ellos dos enteraron a toda la gente que empezó a también a emocionarse.—¿Y yo también seré tía? —preguntó Layna la hija de cuatro años de Zareli con sus ojos ilusionados.—No, este es mi hermano… tú tienes que tener tu propio hermano —protestó Xaria celosa abrazando a René con posesión.—Pero es que… yo tenía un hermanito… y se me murió… yo entonces nunca seré tía —pronunció la niña con tristeza y se sentó, sin dejar de llorar.René corrió hacia ella y la cargó.—Claro que si serás tía, si tú quieres yo también puedo ser tu hermano —le dijo cariñosamente
Alejandra se encontraba sentada en el borde de su cama, debatiéndose entre aceptar o no la invitación del chico que ahora era su novio.La indecisión la atormentaba; la idea de pasar un día bajo el sol, en el yate de su novio destellaba con el atractivo del lujo y la aventura, pero había algo en su tono, un subtexto que no lograba descifrar, que la hacía dudar.—¿Vas a quedarte aquí, mirando tu teléfono toda la noche? —preguntó su compañera de habitación, Valeria, mientras se retocaba el labial frente al espejo.—No sé si ir —confesó Alejandra, mordiéndose el labio inferior.—¡Por Dios, Ale! No seas mojigata, no pierdas la oportunidad de disfrutar, la vida es una sola y debes vivirla, además, no vas a ir sola con él, estarás rodeada de sus amigos, ve, seguramente, será divertido —le dijo su compañera de habitación rodando los ojos frente al espejo.Las palabras de Valeria actuaron como un catalizador y Alejandra sintió cómo la determinación llenaba el vacío de la indecisión.Tomó su m
Alejandra abrió los párpados y el blanco cegador de la habitación del hospital se clavó en sus retinas.Un olor penetrante, antiséptico y estéril, le arañó las fosas nasales, un crudo recordatorio de dónde se encontraba: un lugar de curación, pero tan carente de consuelo.Sus sentidos se esforzaron por adaptarse cuando las formas borrosas se convirtieron en los rostros severos de un médico y un agente de policía uniformado que vigilaban junto a su cama.—¿Señorita... Alejandra? —. El agente se inclinó hacia ella y su voz tenía el peso del deber oficial —Necesito hacerle algunas preguntas sobre lo ocurrido.Su mente buscaba claridad entre la niebla de la sedación. La cara de Hunter pasó ante ella: la caída, el agua tragándoselo. Casi podía sentir el agua helada del río en su propia piel, pero el miedo mantuvo su lengua cautiva.Expresar el horror de lo que él había intentado hacer sería desvelar una vulnerabilidad que no estaba dispuesta a exponer.—¿Qué quiere saber? Él se resbaló —mu
Al día siguiente de su encuentro, la invitó a salir y Alejandra no supo por qué accedió; lo cierto es que estaba allí de pie frente al espejo, con las manos recorriendo la suave tela del vestido suelto que había elegido. Caía a su alrededor de manera protectora, lejos de los estilos ceñidos al cuerpo y escotes que en otro tiempo lució, y a los que responsabilizaba de que Hunter hubiera intentado abusar de ella.Esa noche se trataba de dar un paso adelante y continuar con su vida, sin embargo, mientras se pasaba un rizo rebelde por detrás de la oreja, la duda persistió como la sombra más tenue en su corazón.El timbre de su teléfono rompió el silencio de su aprensión. —Estoy abajo —, la voz de Carter llegó a través de la línea, firme y cálida. Miró el reloj; era exactamente la hora que habían acordado. Inspirando profundamente, Alejandra cogió su bolso y bajó las escaleras a toda prisa, con el pulso acelerado no sólo por la prisa sino por la incertidumbre de lo que le esperaba.Al s