Tres meses después.La grandeza de la basílica más grande de Roma se alzó sobre la reunión, sus antiguas piedras eran un testimonio silencioso de las innumerables uniones que había presenciado. Dentro, solo estaba la familia Hall y algunos invitados de la familia de la novia, solo ellos eran suficiente, es que prácticamente por sí mismos eran una congregación, un extenso tapiz de tíos, tías, cónyuges y multitud de primos entretejiéndose entre los bancos, su presencia colectiva bastaba para llenar el sagrado espacio.En el centro de la procesión, la pequeña Xaria sujetaba la almohada con las alianzas, sus pequeñas manos firmes a pesar de la magnitud de su papel.A su lado caminaba un niño, hijo de uno de los socios comerciales de su padre, con un traje en miniatura, impecablemente confeccionado, pero con los ojos muy abiertos que delataban su nerviosismo.Y es que no era para menos, porque momentos antes Carter, en un ataque de celos infantil, había amenazado al pequeño sin que nadie
Cuatro años despuésEl auditorio se llenó de aplausos y el aire se impregnó de una aroma fresca. René estaba de pie en el podio, con el corazón martilleándole contra las costillas, en marcado contraste con la serena sonrisa que lucía. Estaba muy emocionado, sus ojos bailaron sobre el mar de rostros que tenía delante, pero se detuvieron en unos pocos en particular: la tierna mirada de Angie, la orgullosa postura de su padre Carter, el asentimiento de apoyo de Alejandra, el entusiasmo centelleante de Xaria y la sonrisa afable de sus abuelos y suegros.—Hoy —comenzó, con voz firme a pesar de los temblores que sentía, —no sólo marca la culminación de nuestro viaje académico, sino también la celebración de la resiliencia dentro de cada uno de nosotros.Miró sus notas, pero las palabras parecían innecesarias. En su lugar, habló desde el corazón, relatando las batallas libradas tanto en la biblioteca como en su interior, con un suave timbre de gratitud.Al concluir la ceremonia, Angie fue e
Y ganó Angie, porque a pesar de parecer que se desmayaría, no lo hizo.—¿Este es mi hijo? —peguntó visiblemente emocionado.—Si mi amor, y esa es la imagen de él.Enseguida, un grito de alegría salió de la boca de René, cargó a Angie, le dio la vuelta, la dejó en el suelo y salió a buscar a Xaria.—Xaria, hermanita ¡Vas a ser tía! —exclamó y la niña comenzó a brincar emocionada.—Ramsés, seremos tíos ¡Al fin! —chilló la niña y entre ellos dos enteraron a toda la gente que empezó a también a emocionarse.—¿Y yo también seré tía? —preguntó Layna la hija de cuatro años de Zareli con sus ojos ilusionados.—No, este es mi hermano… tú tienes que tener tu propio hermano —protestó Xaria celosa abrazando a René con posesión.—Pero es que… yo tenía un hermanito… y se me murió… yo entonces nunca seré tía —pronunció la niña con tristeza y se sentó, sin dejar de llorar.René corrió hacia ella y la cargó.—Claro que si serás tía, si tú quieres yo también puedo ser tu hermano —le dijo cariñosamente
Alejandra se encontraba sentada en el borde de su cama, debatiéndose entre aceptar o no la invitación del chico que ahora era su novio.La indecisión la atormentaba; la idea de pasar un día bajo el sol, en el yate de su novio destellaba con el atractivo del lujo y la aventura, pero había algo en su tono, un subtexto que no lograba descifrar, que la hacía dudar.—¿Vas a quedarte aquí, mirando tu teléfono toda la noche? —preguntó su compañera de habitación, Valeria, mientras se retocaba el labial frente al espejo.—No sé si ir —confesó Alejandra, mordiéndose el labio inferior.—¡Por Dios, Ale! No seas mojigata, no pierdas la oportunidad de disfrutar, la vida es una sola y debes vivirla, además, no vas a ir sola con él, estarás rodeada de sus amigos, ve, seguramente, será divertido —le dijo su compañera de habitación rodando los ojos frente al espejo.Las palabras de Valeria actuaron como un catalizador y Alejandra sintió cómo la determinación llenaba el vacío de la indecisión.Tomó su m
Alejandra abrió los párpados y el blanco cegador de la habitación del hospital se clavó en sus retinas.Un olor penetrante, antiséptico y estéril, le arañó las fosas nasales, un crudo recordatorio de dónde se encontraba: un lugar de curación, pero tan carente de consuelo.Sus sentidos se esforzaron por adaptarse cuando las formas borrosas se convirtieron en los rostros severos de un médico y un agente de policía uniformado que vigilaban junto a su cama.—¿Señorita... Alejandra? —. El agente se inclinó hacia ella y su voz tenía el peso del deber oficial —Necesito hacerle algunas preguntas sobre lo ocurrido.Su mente buscaba claridad entre la niebla de la sedación. La cara de Hunter pasó ante ella: la caída, el agua tragándoselo. Casi podía sentir el agua helada del río en su propia piel, pero el miedo mantuvo su lengua cautiva.Expresar el horror de lo que él había intentado hacer sería desvelar una vulnerabilidad que no estaba dispuesta a exponer.—¿Qué quiere saber? Él se resbaló —mu
Al día siguiente de su encuentro, la invitó a salir y Alejandra no supo por qué accedió; lo cierto es que estaba allí de pie frente al espejo, con las manos recorriendo la suave tela del vestido suelto que había elegido. Caía a su alrededor de manera protectora, lejos de los estilos ceñidos al cuerpo y escotes que en otro tiempo lució, y a los que responsabilizaba de que Hunter hubiera intentado abusar de ella.Esa noche se trataba de dar un paso adelante y continuar con su vida, sin embargo, mientras se pasaba un rizo rebelde por detrás de la oreja, la duda persistió como la sombra más tenue en su corazón.El timbre de su teléfono rompió el silencio de su aprensión. —Estoy abajo —, la voz de Carter llegó a través de la línea, firme y cálida. Miró el reloj; era exactamente la hora que habían acordado. Inspirando profundamente, Alejandra cogió su bolso y bajó las escaleras a toda prisa, con el pulso acelerado no sólo por la prisa sino por la incertidumbre de lo que le esperaba.Al s
La joven se quedó viéndolo sin pronunciar palabra, lo que impacientó a Carter.—¿Qué pasa esposa? ¿Te comieron la lengua los ratones que no me respondes? —preguntó el hombre y ella negó con la cabeza.—No… no es nada… es solo que las olas del mar me marean… me causan vértigo —fue su simple respuesta. El hombre hizo una mueca de disgusto que ella no vio.—Ven, te acompaño, vayamos a nuestra celebración —expresó con aparente dulzura tomándola de la mano y ella asintió.Comenzó a caminar a su lado, mientras trataba de dominar la agitación que sentía en su interior.Decenas de preguntas venían a su mente.¿Por qué él estaba en ese yate que era el mismo a donde la había llevado Hunter? ¿Qué estaba pasando allí? Pero era demasiado cobarde para afrontar la verdad. Alejandra había sido una chica que a pesar de haberse criado en un orfanato, conservaba su inocencia, porque mientras fue pequeña, siempre los chicos mayores la cuidaron, porque siempre se ganaba el cariño y despertaba en ellos
Carter se quedó mirándola con absoluto odio, ni una pizca de arrepentimiento se dibujó en su rostro. Se levantó de la cama completamente desnudo y se acercó lentamente a ella como una fiera a punto de atrapar a su presa. Clara observaba la escena con una sonrisa satisfecha, disfrutando de cada segundo de ese amargo espectáculo.Carter finalmente estaba junto a Alejandra, su rostro tan cerca que ella podía sentir su aliento tibio mezclado con el aroma del licor que había bebido. Pasó un dedo por la mejilla de Alejandra, un gesto que en otro tiempo habría sido tierno, ahora solo la llenaba con más desesperación y desilusión.—Porque puedo —respondió Carter, finalmente, su voz era tan fría como el hielo. Su respuesta fue tan despiadada que la hizo temblar de rabia y tristeza—. Porque no me importas, porque te engañé, porque nunca te he amado y nunca lo haré, porque todo es parte de una trampa —le dijo en un susurro, sin tacto, mientras ella lo miraba con los ojos anegados en lágrimas y