Por un momento cerró los ojos, pensando que de esa manera la imagen frente a él se iba a disipar, le parecía que estaba en una pesadilla, pero al abrirlos, sintió el peso de lo que estaba viendo. Un sudor frío recorrió su cuerpo, y la realidad de la situación le golpeó con la fuerza de un tren.—Greta... —susurró, pero su voz se cortó antes de poder acabar.Los dos cuerpos se detuvieron y se giraron hacia él. Aun en la penumbra, no había manera de negar quién era el otro hombre: su mejor amigo, Albert.Carter sintió la ira subiendo por su pecho hasta apoderarse de cada fibra de su ser. Su puño se cerró tan fuerte que sus nudillos se volvieron blancos. Las risas y las bromas habían terminado.Con la furia ardiendo dentro de él, tomó al hombre del cuello y lo sacó de la cama, mientras los descarados trataban de justificarse de la peor manera posible.—Carter, por favor, no es lo que parece —dijo el muy cobarde con la voz titubeante producto del temor.—¡Desgraciado! Te estoy viéndotela
Pierina no podía creer lo que estaba escuchando, su respiración se hizo errática mientras un rayo de esperanza comenzó a abrirse en su interior.Intentó hablar, pero por unos segundos no pudo encontrar su voz, hasta que de pronto supo que no podía dejarla ir, la tomó del brazo y la sacó de allí.—Vamos a hablar… debes contarme todo lo ocurrido. ¿Qué fue de esa mujer? Me habían dicho que había muerto cuando dio a luz a la niña —expresó.—No, ella murió cuando la niña tenía un año, lo hizo de tristeza —dijo la mujer.—¿De tristeza? —Preguntó Pierina con incredulidad, los ojos húmedos y brillantes bajo la tenue luz del atardecer.—Sí —dijo la mujer, asintiendo con tristeza, sus ojos llenos de remordimiento. —Alejandra nunca superó que el padre de su hija la hubiese abandonado embarazada, estaba devastada. Duré unos meses con la niña, pero no estaba preparada para atenderla, se necesitaba mucho sacrificio de mi parte, decidí llevarla a un orfanato... era muy joven e inmadura, y pensé que
La rabia de Clara se agitó en su interior, cuando vio que Carter se fue sin siquiera aceptar sus atenciones, eso la hizo sentir miedo de estar perdiéndolo.La traición escoció como una bofetada en el rostro de ella, su ira hirviendo bajo la superficie al ver cómo él, el hombre al que había amado con tanto fervor y por quien había luchado por tantos años, la rechazaba por esa mocosa insolente.No pudo soportarlo y no estaba dispuesta a permitirlo, no le importaba hacer lo que fuera para que esa muchacha y Carter no tuvieran ningún acercamiento.Por un momento se mantuvo estática hasta que se le ocurrió una idea, se sonrió con malicia, y decidió ir a su habitación, a cada paso que daba su rabia crecía, al igual que su determinación de cobrársela a Alejandra. En la privacidad de su espacio personal, se despojó de su ropa como si se quitara la humillación que él le había infligido. Y se colocó un delicado encaje que se ceñía a sus curvas, como un testimonio visual de su atractivo y desea
Ante las palabras de su jefe, el rostro de Jácome palideció. Un sudor frío comenzó a recorrer su espalda cuando se dio cuenta de que estaba metido en un tremendo problema.Intentó hablar y sus palabras no salieron bien del todo.—¡¿Por qué carajos hablas como si te tragaste un put0 pollo?! Respóndeme ¿Por qué no cuidaste a Alejandra como debiste hacerlo? ¿Por qué la dejaste escapar? —inquirió indignado, era cuestión de segundos para que con la rabia que cargaba Carter lo tomara del cuello y lo apretara.—Señor Carter... yo... —Jácome intentó responder, tragando con dificultad bajo el temor de las palabras de su jefe. Su voz era un hilillo de sonido, apenas audible.—¡Habla! —Carter rugió, su rostro a escasos centímetros del de Jácome, su aliento cálido y amenazante, como una fiera a punto de atrapar a la presa.—Señor Carter, yo no la dejé escapar. Ella está en el ático. —Jácome finalmente logró articular, sus ojos muy abiertos, llenos de miedo, tratando de aplacar la rabia de su je
Carter avanzó hacia el hombre, sus ojos inyectados en sangre y furia. Antes de que el trabajo pudiera reaccionar, la mano de Carter se estrelló contra su rostro con una fuerza tremenda, derribándolo. Haciéndolo soltar a Alejandra con un gemido de dolor.Alejandra cayó al suelo, jadeando por aire mientras Carter se enfrentaba al hombre.—¿Cómo te atreves a ponerle las manos encima? —espetó Carter, los músculos tensos y apretados por la rabia. El hombre intentó levantarse, pero las piernas le temblaban demasiado y cayó de espaldas contra una pila de cajas viejas.Entretanto, Alejandra observaba, jadeante, con los ojos abiertos, su cuerpo todavía temblando de miedo y furia en partes iguales, mientras Carter aplastaba al hombre con una furia asombrosa.La ira de Carter era un espectáculo aterrador El hombre intentó protegerse, pero Carter era incansable, golpeando una y otra vez. Cada golpe resonaba en la habitación, un recordatorio de la furia desatada de Carter.Finalmente, el hombre l
La mujer sonrió al escuchar la propuesta de Clara.—¿En qué quiere que la ayude? Sabe que encantada haré lo que sea por usted —le dijo la mujer en un tono de malicia.—Primero, debemos buscar la manera de que Carter no salga de su despacho, hasta que yo indique, segundo, debes llevarle una bandeja de comida, pero antes debes agregarle estas gotas, —dijo sacando dos frasquitos del mismo tamaño—, vas en unos veinte minutos que termine de comer, retiras la bandeja y luego me avisas —pronunció con una sonrisa.—¿Y qué es esto? —preguntó la mujer mirándola con curiosidad.—Es una sustancia que estimula sexualmente… y provoca excitación a quien la tome —dijo con una expresión burlesca.—Oh, entiendo —respondió la mujer con una risa maliciosa—. ¿Y luego que sucederá?—Mientras tú se lo das a ella, yo le doy a uno de los hombres de seguridad, un vaso de jugo con la misma sustancia, luego lo llevamos a la habitación donde está Alejandra y lo acostamos junto a ella. No habrá forma de que ellos
Dios sabe que él quiso detenerse, que así no quería estar con ella, porque aunque no estaba al cien por ciento consciente, era lo suficientemente astuto para saber que algo estaba pasando, la Alejandra que conocía no sería capaz de entregarse a él, sin embargo, no pudo detenerse.La tomó entre sus brazos y cayeron juntos en la cama, el deseo entre ellos era inmenso, y con el fuego que se agitaba en sus venas no pudo detenerse. El roce de sus pieles aumentó la electricidad que ya flotaba en el aire, convirtiéndose en un hilo conductor de pasiones desbocadas y deseos desenfrenados. Pero había algo más, un temor latente en lo más recóndito de su ser, una duda anclada a su pecho.—Alejandra... —intentó de nuevo él, con la voz ahogada por las emociones.Ella simplemente sonrió, pasando su dedo índice por los labios de él, silenciando cualquier intento de protesta. Quería que la realidad se suspendiera, que nada más existiera más allá de ellos dos. La niebla del placer amenazó con envolv
Clara salió furiosa de la habitación, no podía creer que todo le hubiese salido mal, encontró al ama de llaves. —¿Qué pasó señora? ¿Dónde está el hombre?Clara gruñó y sin importarle que se trataba de su aliada, terminó empujándola sorprendiendo a la mujer que cayó de largo a largo en el piso.—¡Apártate de mi camino! —exclamó Clara llena de furia.—¿Qué le pasa señora? —dijo la empleada, tratando de incorporarse y aguantándose el dolor que le daba.—¡Qué todo salió mal! Que debemos ver si Alejandra y Carter están juntos… ese empleado imbécil no supo hacer nada —subió los peldaños de las escaleras de dos en dos.Le dio al picaporte de la puerta intentando abrir, pero esta no cedió. —¡Abran la m*****a puerta! —gritó Clara, golpeando con furia la resistente madera de roble, pero nada ocurrió.El ama de llaves, aún tambaleándose después del empujón, se apresuró a sacar su llavero, pero al revisar, no tenía la llave.—No la tengo señora.—Entonces ¡¿Por qué no buscas la maldit4 llave?! ¿