Por solo un instante, el miedo quiso hacer mellas en ella, numerosas preguntas comenzaron a aparecer en su cabeza como si fueran anuncios de neón que trataban de minar su determinación de escape.¿Cómo iba a escapar? ¿Dónde iba a ir? Si la atrapaban le iría peor, sin embargo, otra parte de ella, le decía que no lo sabría, si no lo intentaba. No puedo, era fácil decirlo, lo difícil era convertirlo en un sí puedo, se dijo animándose.Comenzó a pensar, no tenía idea de cómo estaba estructurado ese hospital, o si los hombres de Carter estarían vigilándola, o si pedirle ayuda a la enfermera que la estaba tratando.Así que armándose de calor y a todo riesgo, esperó que apareciera la enfermera que debía pasarle su tratamiento, lo iba a intentar, solo esperaba no equivocarse.Apenas la mujer entró, comenzó a darle el tratamiento, repentinamente Alejandra le tomó la muñeca, la apretó duro con sus ojos llenos de súplica.—Por favor, no diga nada. Ayúdeme, necesito escapar de aquí —pronunció en
Carter, luego de salir de la habitación, decidió ir al consultorio del médico para hablar con él y llevársela a la casa. No quería dejarla por mucho más tiempo allí, no sabía por qué, pero tenía esa corazonada dentro de él que se volvía más intensa a medida que corrían los minutos. —Doctor, necesito que firme el alta de Alejandra —ordenó con firmeza, sin embargo, pudo notar la tensión en el cuerpo del galeno ante sus palabras y segundos después, se dio cuenta que había tenido razón en su percepción.—Señor Hall… sé que es una autoridad en la isla, la gente lo respeta y lo aprecia, y me va a disculpar por lo que voy a decirle, pero yo no puedo dar de alta a una paciente, solo porque usted quiera que lo haga, lo siento, pero ante el estado de la señorita Alejandra no puedo permitirlo que se vaya a casa. Debe cumplir con su tratamiento aquí y tener los cuidados necesarios —su tono de voz denotó firmeza, sin embargo, Carter no tenía intenciones de ceder.—Doctor, entiendo su posición,
Carter caminó por los fríos y largos pasillos, sus pasos resonaban como un eco siniestro. El personal médico le esquivaba la mirada, intentando no cruzarse en su camino. Todos sabían lo que significaba desatar su enfado.Mientras tanto, afuera del hospital, la búsqueda comenzó con una rapidez impresionante. Los hombres de Carter comenzaron a recorrer cada centímetro del edificio, revisando cajones, armarios y contenedores, tal y como se los había ordenado su jefe. Mientras tanto, Alejandra aguardaba ansiosa en su escondite improvisado, esperando que sacaran el contenedor de allí.Trataba de distraerse en otros pensamientos para olvidarse de lo que la rodeaba, para su alivio no debió tardar mucho tiempo. Cuando lo sacaron, escuchó muchos movimientos, pasos de personas que iban de un lugar a otro.Hasta que una voz los detuvo.—¡Deténgase! —exclamó una voz y enseguida detuvieron el contenedor.—¿Qué ocurre? —preguntó quién supuso era la persona que estaba trasladando el contenedor.—Se
La risa siniestra de Carter reverberó en todo el recinto, haciendo que su corazón se contrajera en el pecho con un miedo profundo e imperturbable. Su mirada se posó sobre ella, llena de desprecio y furia.—¡¿Qué creías?! ¿Qué te esconderías aquí y zarparías a una nueva vida sin mí? Librándote de tus culpas por lo que hiciste —gritó él mientras golpeó con fuerza su puño contra la madera del barril, produciendo un sonido que resonó en los oídos de la joven. Por su parte, Alejandra, al ver a su verdugo, un sinfín de pensamientos, llegaron a su mente y numerosas emociones se agitaron en su interior, tratando de imponerse una frente a otras: tristeza, miedo, dolor. Por un momento, pensó en correr, pero sabía que sería inútil. Carter tenía hombres por todos lados, y ella estaba atrapada en ese barril. Pero si se quedaba, la volvería a encerrar, la trataría peor junto con su gente, ¿Podría ser eso vida? Se negó, no sabía a dónde la llevaría eso, pero decidió enfrentarlo.—¡Yo no hice nada!
Clara, con el rostro pálido, los labios apretados, y la rabia agitándose dentro de ella de manera peligrosa, lo miró atónita. Por un breve instante pareció que iba a decir algo, pero luego, no dijo nada, giró sobre sus talones para salir de allí, pero la voz de Alejandra la detuvo.—Clara… querida —dijo de manera sarcástica—, tú no eras la que me decías que podía unírmeles a ustedes… ahora te devuelvo el favor… si quieres te puedes unir a nosotros en la cama.Un gruñido salió de la boca de Carter, parecía que en cualquier momento comenzaría a echar espuma, entre tanto Clara, bufó de la rabia, y salió de allí.Los demás observaron en silencio y enseguida la voz irritada de Carter los hizo marcharse.—¡¡¿Qué diablo esperan para irse?!!Todos salieron corriendo por temor a las represalias de su jefe, sin embargo, el ama de llaves aún estaba allí, con la boca ligeramente abierta en señal de incredulidad, pero recibió una mirada de advertencia de Carter que la hizo irse rápidamente.Carter
Ante sus palabras, el rostro de Carter se contorsionó y un gruñido gutural rompió la quietud del ambiente. Su agarre se intensificó, amenazante en su furia desatada, queriendo acabar con la diminuta mujer frente a él.—Cuida tu lengua, perra —murmuró entre dientes, sacudiéndola.La hostilidad emanada de él, era como olas pesadas, llenando el aire entre ellos con un resentimiento tangible.—No voy a permitir que te expreses de esa manera de mi hijo —gruñó con evidente molestia—, voy a cortarte la lengua para que dejes de inventar.—¡Hazlo! —dijo la chica molesta, sacando la lengua—, si crees que así vas a cambiar la realidad de lo que era tu hijo, aquí tienes mi lengua ¡Córtala! ¿Alguna vez supiste lo que hacía tu hijo? —ante su silencio, ella continuó hablando—, seguramente no, y paso a creer sin temor a equivocarme, que haces esto porque sientes culpa, solo quieres limpiar tu conciencia y prefieres culparme a mí, antes de reconocer que seguramente fuiste un mal padre.Las palabras d
Por un momento cerró los ojos, pensando que de esa manera la imagen frente a él se iba a disipar, le parecía que estaba en una pesadilla, pero al abrirlos, sintió el peso de lo que estaba viendo. Un sudor frío recorrió su cuerpo, y la realidad de la situación le golpeó con la fuerza de un tren.—Greta... —susurró, pero su voz se cortó antes de poder acabar.Los dos cuerpos se detuvieron y se giraron hacia él. Aun en la penumbra, no había manera de negar quién era el otro hombre: su mejor amigo, Albert.Carter sintió la ira subiendo por su pecho hasta apoderarse de cada fibra de su ser. Su puño se cerró tan fuerte que sus nudillos se volvieron blancos. Las risas y las bromas habían terminado.Con la furia ardiendo dentro de él, tomó al hombre del cuello y lo sacó de la cama, mientras los descarados trataban de justificarse de la peor manera posible.—Carter, por favor, no es lo que parece —dijo el muy cobarde con la voz titubeante producto del temor.—¡Desgraciado! Te estoy viéndotela
Pierina no podía creer lo que estaba escuchando, su respiración se hizo errática mientras un rayo de esperanza comenzó a abrirse en su interior.Intentó hablar, pero por unos segundos no pudo encontrar su voz, hasta que de pronto supo que no podía dejarla ir, la tomó del brazo y la sacó de allí.—Vamos a hablar… debes contarme todo lo ocurrido. ¿Qué fue de esa mujer? Me habían dicho que había muerto cuando dio a luz a la niña —expresó.—No, ella murió cuando la niña tenía un año, lo hizo de tristeza —dijo la mujer.—¿De tristeza? —Preguntó Pierina con incredulidad, los ojos húmedos y brillantes bajo la tenue luz del atardecer.—Sí —dijo la mujer, asintiendo con tristeza, sus ojos llenos de remordimiento. —Alejandra nunca superó que el padre de su hija la hubiese abandonado embarazada, estaba devastada. Duré unos meses con la niña, pero no estaba preparada para atenderla, se necesitaba mucho sacrificio de mi parte, decidí llevarla a un orfanato... era muy joven e inmadura, y pensé que