Las palabras de Carter la golpearon como una ráfaga de viento frío, hundiéndose en su piel y perforándola hasta los huesos, arrastrándola a una realidad que no quería recordar, pero que fue inevitable detener.
El recuerdo de las manos de Hunter en su piel, ardía dentro de ella como una especie de presencia que la paralizaba, sintió que el aire le faltaba, su pecho subió y bajó con dificultad.No podía creer que ese hombre fuera el hijo de Carter.—Eso no...no es posible —murmuró Alejandra, los ojos bien abiertos por la incredulidad—, yo… yo no hice nada… fue un accidente —dijo casi sin aliento.Pero Carter no creyó ni un poco en sus palabras, se acercó implacablemente a ella, sus ojos rebosantes de ira y resentimiento.Las lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas de Alejandra, pero eso ni siquiera lo conmovió, todo lo contrario hizo arder más la furia y el deseo de acabar con ella.—¿Llorar? Ahora es que vas a querer llorar, porque juro que te vas a arrepentir de haberte cruzado en la vida de mi hijo, porque haré la tuya miserable, esto es nada muchachita comparado con lo que te espera. ¿Qué creíste que una chica como tú? —la miró con desprecio— ¿Podría enamorar de la nada a un hombre como yo?Escupió mirándola con desdén mientras hacía un gesto con la mano y llamaba a un grupo de sus hombres.—Agárrenla y llévensela al lugar donde les indiqué —expresó con una expresión llena de absoluto odio.Enseguida los hombres se le acercaron, dos de ellos la tomaron, cada uno por un brazo, mientras ella trataba de liberarse y comenzaba a suplicar que la soltaran.—Por favor, ¡Suéltenme! Deben creerme. Yo no hice nada… juro que no lo maté ¿Por qué crees que las autoridades me eximieron? —inquirió tratando de convencer a Carter.Pero sus súplicas cayeron en oídos sordos. Los hombres de Carter eran leales a su amo, y ninguno tuvo el coraje para enfrentar a su jefe y desobedecer sus órdenes.Agarraron fuertemente a Alejandra, sin ninguna compasión, eran como especie de robots o máquinas programadas para no sentir ni inmutarse frente a la sensibilidad de los otros.Aunado a ello, la gente la miraba con desprecio, haciendo gestos de desaprobación como si fuera algo asqueroso de lo que tuvieran que espantarse.Entretanto, ella seguía luchando, sus respiros eran entrecortados producto de las lágrimas que brotaban de sus ojos, del dolor de garganta y de la impotencia que sentía de no poder hacer nada para librarse de esa pesadilla.—¡Por favor, es un error!— reiteró ella, pero su voz se perdió en el bullicio y la rudeza de los hombres que la arrastraban.Carter la observó con una sonrisa cruel en su rostro, sus ruegos parecían alimentar la satisfacción en su rostro.Alejandra luchó con todas sus fuerzas, sin embargo, los hombres de Carter eran demasiado fuertes, y pronto se vio arrastrada lejos de él. Mientras su mirada fría, la perseguía sin rastro del amor o cariño que ella creyó que le tenía.Los hombres clavaron sus dedos en su delicada piel, la subieron a una lancha y la lanzaron sin ninguna ceremonia, haciéndola golpear la cabeza contra el metal, una vez allí la ataron con fuerza, lastimándole sus manos y sus pies.—¿Por qué… hacen esto? —interrogó con la voz quebrada del dolor.Pero no recibió respuesta, su pregunta fue ignorada, se sintió desorientada y con la visión borrosa, intentó incorporarse, pero cada movimiento que hacía era restringido por las cuerdas que envolvían su delicado cuerpo.La lancha comenzó a moverse a una velocidad vertiginosa, cada ola contra la que chocaba empujaba su cuerpo hacia ambos extremos de la embarcación, aumentando el dolor latente en su cabeza. Su mente divagaba en medio del mareo y la confusión."¿Por qué, Carter?", se preguntó a sí misma, "¿Cómo pudo convertirse en este monstruo? ¿Por qué no me habló a mí directamente? ¿Por qué yo no pudo darme cuenta de que todo fue una trampa y que su amor era una mentira?"Los recuerdos de los días felices que habían compartido juntos venían a ella como una película antigua, distorsionada por la traición y el dolor.Ella creyó en él, en sus palabras dulces y promesas de amor eterno, había caído como una tonta, se limpió las lágrimas que rodaban por sus mejillas, se sentía tan triste, tan insignificante, el dolor la perforaba como si hubiese sido un arma que atravesara su cuerpo diciéndole en dos.Ni siquiera se dio cuenta, cuánto tiempo navegó, pero debió ser mucho porque, cuando llegaron a una isla, el orto del sol que surgía refulgente.Allí la bajaron y la arrastraron ante la mirada atenta de los lugareños. Si en algún momento pensó que podría recibir ayuda de su parte, esa idea quedó suspendida al ver cómo las miradas se posaban en ella, señalándola con desprecio.La llevaron varios kilómetros a pie, arrastrándola. Su débil cuerpo se cayó y se golpeó continuamente, sus pies comenzaron a abrirse, porque la habían sacado descalza.Llegaron a una inmensa propiedad, una majestuosa casa que si no fuera por las circunstancias hubiese podido apreciar su belleza, sin embargo, a ella la llevaron hasta una cabaña de madera en mal estado, su interior oscuro y húmedo, sucio—Aquí te quedarás hasta que venga el señor. No tienes derecho a pedir nada, solo se te dará lo que él órdenes —sentenció uno de los hombres, empujándolo con fuerza y haciéndola perder el equilibrio.—¿La atamos? —preguntó uno de ellos, al que parecía llevar el mando.Por un momento la duda cruzó en el rostro del primero.—No por ahora.Los hombres salieron dejándola sola, A pesar del dolor y las heridas, ella trataba de entender, de averiguar qué pasaría con ella. Pero todo era un torbellino, una realidad indescifrable.Las primeras horas se mantuvo en el suelo, sin moverse, sumiéndose en su propio dolor y en su desgracia.En cuántas cosas habían pasado en su vida a sus escasos dieciocho años, se sentía como una anciana, había vivido tantas cosas que no sabía cómo soportaba golpe uno tras otro, una y otra vez, lo que sí era cierto que de cada caída se levantaba.Miró, a los lados, comenzó a toser, producto del polvo y de las condiciones también insolubles. En un principio se preguntó que cómo iba a pasar los días de encierro, pero pronto una idea se abrió paso en su mente.Se levantó con dificultad y empezó a recorrer la cabaña buscando en cada rincón hasta que encontró lo que buscaba.Comenzó a ordenar la cabaña, encontró un cepillo y la barrió, sacudió el polvo mientras no dejaba de estornudar.Unas horas después, la estuvo lista, habitable, limpia, dentro de sus circunstancias, sintió un resquicio de alegría y orgullo por haber sido capaz de darle un aspecto más humano.Pero justo cuando terminó, la puerta se abrió de golpe con violencia y el cuerpo de Carter se abrió paso por el umbral con el rostro destilando odio y un fuerte aroma a ebriedad.Se quedó viéndola y después ojeó la habitación, sus facciones se transformaron más, en una incontenible furia si es que eso era posible y como un depredador que atrapa a su presa la tomó por el hombre clavándose sus dedos.—¿Quién diablos te mandó a limpiarla? —gruñó con la rabia ardiendo dentro de él.—Yo... yo sólo... —tartamudeó ella, retrocediendo poco a poco, sin poder controlar el miedo que se agitaba en su interior y que la apretaba con fuerza como si fuese la poderosa mano de un gigante. Sin embargo, sus palabras se perdían en el aire, devoradas por la mirada furiosa del hombre.—Esta es mi cabaña, no una pinche casa de muñecas, soy yo quien decide cómo se ve y cómo vas a vivir, porque desde que firmaste ese maldit0 papel, soy tu dueño ¿Y sabes para qué? —le escupió en la cara, antes de tomarla por el brazo y empujarla, haciéndola golpear contra la pared, sin siquiera preocuparse por el daño que le había causado. El impacto la dejó atontada, sintió su mano crujir cuando intentó sostenerse, al momento de caer se mordió la legua y el sabor cálido y metálico de su sangre le llenó la boca. Aún cuando quiso mantenerse serena y controlar sus lágrimas, no pudo hacerlo, y estas terminaron saliendo junto con un sollozo de su garganta, pero el odio de Carter era tanto que no se co
Ella retrocedió, la náusea subiendo por su garganta al olor de los desperdicios. Los residuos de comida estaban mezclados con envoltorios sucios y objetos no identificables, un festín para las ratas, pero una humillación para una persona.Sintió un nudo, pero logró contener las lágrimas que amenazaban con brotar. En su interior, una llama de indignación comenzó a arder. A pesar de su situación, ella no iba a permitir dejarse humillar de esa manera.Reuniendo todo el valor que llevaba dentro, la miró directamente a los ojos y con voz firme habló.—¿Es esto una broma? —preguntó con una expresión horrorizada, pero se dio cuenta de que la mujer estaba hablando en serio—. No pienso comer basura. La mujer rió al ver la cara de horror de la muchacha que se encontraba delante de ella. La risa resonó en la cocina silenciosa, llenándolo con su cruel sabor. Mientras tanto, la muchacha sintió un ardor doloroso en su garganta. Nunca podría comer algo como eso, por más hambrienta que estuviera.L
La mirada de Carter se oscureció, sus ojos se llenaron de una furia desenfrenada, pero, a la vez, una profunda tristeza. Sabía que matar a Alejandra no traería a su hijo de vuelta. Pero ¿Sería eso suficiente para frenar su ira?Las palabras de Alejandra resonaron en su cabeza, un eco constante, incitándolo a actuar. Pero algo dentro de él lo detuvo.Sintió un escalofrío correr por su espina dorsal ante las palabras de Alejandra, una mezcla de rabia y compasión turbia. Su agarre se aflojó un poquito, solo lo suficiente para que Alejandra pudiera respirar con más facilidad, pero no para que ella pudiera liberarse.—¿Y qué gano yo matándote ahora? —preguntó Carter finalmente, rompiendo el silencio—. ¿El placer temporal de la venganza? ¿El alivio efímero del dolor? Todo eso pasaría y seguiría quedando el hueco que dejaste en mi vida… No, Alejandra, a ti te tengo preparado el infierno… pero en vida.Ella se quedó viéndolo, mientras la estancia se llenó de un silencio sepulcral. Carter se si
—¿Por qué es tan cruel conmigo? ¿Yo no le hice nada? —susurró casi sin aliento, sintiendo como si en su interior se estuviese agitando un peligroso fuego. Pero el ama de llaves ya se había dado la vuelta y se estaba alejando, dejándola sola en la cabaña decrépita. Se obligó a caminar, cada músculo de su cuerpo gritó de dolor y agotamiento. Miró alrededor, sus ojos nublados por la fiebre no le permitían ver con claridad, pero podía sentir el desorden a su alrededor. A tientas, logró encontrar su uniforme arrugado, sucio y húmedo en un rincón del cuarto. Con un gemido sofocado, empezó a vestirse; cada movimiento se sentía como una tortura. Los minutos pasaron lentamente mientras luchaba por mantenerse en pie. Eventualmente, logró salir y llegar a la sala, aunque se mantuvo silenciosa para que no la vieran, lamentablemente no tuvo suerte, y Clara la vio, la miró con desprecio y se acercó a ella sonriendo maliciosamente, mientras Carter de lejos miraba con una sonrisa enigmática. —¡A
Las palabras de Carter golpearon a Alejandra como una descarga eléctrica. Sin mirarlo, caminó lentamente hacia la cocina. Dentro de su pecho, su corazón latió con una fuerza desmesurada. Seguía siendo injusto, ella no lo había matado. Había sido un accidente, y ella lamentaba día a día haber acudido a esa cita.Apoyándose en la encimera de la cocina, intentó contener las lágrimas que amenazaban en sus ojos. Los maltratos, las humillaciones, el dolor era como una herida abierta que nunca se cerraría.Volvió a la terraza con una bandeja llena de bocadillos y bebidas frías. La risa salió del jacuzzi, mientras ella se mantenía sin ninguna expresión en el rostro.La bandeja le tembló y estuvo a punto de caérsele, producto de la debilidad de su cuerpo, incluso las bebidas se le derramaron un poco, ganándose con ello un grito de Carter.—¡Eres una idiota! ¡Pon la bandeja a un lado! No eres más que una inútil… no sé qué vio mi hijo en ti —pronunció con desprecio.Las palabras de Carter eran
—Llama a Alejandra para que venga a atendernos —le pidió Clara a Carter.Sin embargo, el hombre se levantó y se alejó de ella, con una expresión indescifrable en su mirada, y segundos después se supo lo que estaba pensando.—¡Déjala! Ya creo que la hemos torturado lo suficiente —sentenció con un chasquido.—¿La estás defendiendo? De verdad qué eres increíble… no puedo creer… —comenzó a decir la mujer, pero Carter la interrumpió con fiereza.—¡Ya basta Clara! No tienes que decirme lo que tengo qué hacer. Si digo que hay que darle un respiro, es porque es lo mejor… y no es que me esté ablandando… solo quiero hacerlo creer que nos hemos flexibilizado… será más placentero para nosotros… es como atrapar a una presa, y soltarla para hacerle creer que va a poder escapar y justo cuando se confíe, volverla a atrapar… es como el juego al gato y al ratón —expresó.Clara miró a Carter molesta, pero no dijo nada. Se levantó, cruzó los brazos sobre su pecho mientras miraba hacia la ventana, observa
Se detuvo en seco, su corazón tambaleándose en su pecho. Pero a medida que Alejandra luchaba por respirar, cualquier furia residual se desvaneció. No importaba lo que ella hubiera hecho, pero algo dentro de él se negaba a dejarla morir.Carter continuó corriendo a través del pasillo de la casa, y la llevó a la habitación que le había dado al lado de la suya, mientras era consciente de las débiles señales de vida que emanaban del cuerpo de la chica.Se quedó esperando en la habitación impaciente, caminando de un lado a otro, daba la impresión que terminaría abriendo un hueco en el piso de las veces que recorrió de un lugar a otro, se paró en la puerta y comenzó a gritar.—¡Maldita sea! ¿Por qué carajos no se apuran? ¿Les pesa mucho el cul0? —inquirió irritado.El ama de llaves lo escuchó y corrió hasta él.—Lo siento, señor, le marqué al médico y por más que intenté convencerlo para que viniera, dijo que no podía venir —informó la mujer aún con el teléfono en la mano.Sin embargo, Cart
Carter miró a Clara con desdén como si en ese momento le molestara su presencia, se dio la vuelta y se retiró de la sala, dejando a la mujer con sus pensamientos retorcidos y emociones hirvientes, como si hubiera abandonado una bomba a punto de estallar. A Clara no le quedó más remedio que tragar su derrota momentánea. Miró fijamente al médico, su rostro reflejó un rechazo visceral hacia la decisión de Carter, pero el médico se limitó a asentir solemnemente y se dirigió hacia la sala donde Alejandra estaba siendo atendido, la mujer que había robado la atención de Carter.La mente de Clara comenzó a moverse rápidamente, buscando frenéticamente un plan para cambiar la situación a su favor. Por lo que había visto, tenía la sospecha de que Carter sentía algo por Alejandra, eso era evidente. Ella no era estúpida, su forma de actuar lo delataba, no se creía nada.Esos indicios que había empezado a ver, hacía que sus sospechas se activaran, como eso de ponerla al lado de su habitación para