El hombre mostró una sonrisa ladina y le respondió:—No miento e incluso cuando te vi aferrada a mí, pensé que eras mi esposa o algo así.—¿Yo? ¿Tu esposa? Ja, muy gracioso, por lo menos tienes sentido del humor. Pero dime, en serio, ¿a dónde te llevo?, o ¿a quién llamo? Tengo que salir y, como comprenderás, no puedes quedarte aquí.El semblante del hombre cambió y fijó su mirada en ella.—Lo sé y lo entiendo. Es solo que no me gustaría marcharme así. ¿No me pudo quedar? ¿Por lo menos, hasta que me recupere? Prometo no molestar y ayudarte en lo que necesites.—Mira, guapo, voy a ser muy sincera contigo. Yo apenas logro comer dos veces al día con lo que gano. No puedo alimentar a otra persona. Además de que yo no te conozco y, al parecer, ni tú mismo te conoces. Entonces, ¿cómo sé que eres un asesino en serie o algo así?Melissa sentía mucha compasión por el hombre y lamentaba tener que abandonarlo en su estado, pero no era su problema y no cargaría con él.El hombre no pudo evitar son
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