99. Amiguelepatía
No he dormido nada. A lo lejos, escucho la voz de Bárbara llamándome, pero mis ojos pesan tanto que no puedo ni pensar en abrirlos. No solo mis ojos, todo en mí está hundido, quebrado. Mi autoestima, mi alma… hasta respirar se siente como un esfuerzo doloroso. El aire entra a mis pulmones denso, pesado, como si el mundo entero estuviera aplastándome. Bárbara dice algo, me pregunta si estoy drogada. Qué absurdo. No puedo permitirme otra mancha más, ya es suficiente con la prostitución como para que piensen que soy una adicta. Abro los ojos, despacio. Todo está borroso, pero poco a poco la silueta de Bárbara se va aclarando frente a mí. Aún siento el peso sobre mis párpados, y mi cuerpo... mi cuerpo está atrapado en una neblina densa, como si no fuera completamente mío. —Giovanni me odia —susurro, mi voz apenas un eco, rasgada por el cansancio y el dolor. Me incorporo lentamente en el sofá, cada movimiento es una lucha, cada músculo protesta—. Para él, no soy nada. —Pe-Pero, ¿qué pas
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