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Todos los capítulos de De Prosti a CEO: Capítulo 81 - Capítulo 90
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81. Ánimos caldeados
Salgo del camerino con una mezcla de furia y determinación que hierve en mis venas. Mis pasos resuenan en el pasillo mientras me dirijo hacia la oficina de Murgosia Hikari, cada zancada cargada de la indignación que me invade. ¿Cómo se atrevió a involucrar a Bárbara en este mundo? Esta situación ha cruzado todos los límites, y no pienso quedarme de brazos cruzados.Empujo la puerta de la oficina sin tocar, y ahí está ella, Murgos, sentada tras su elegante escritorio, revisando unos papeles. Cuando levanta la vista y me ve, una sonrisa se dibuja en su rostro, como si estuviera disfrutando de alguna broma privada.—Veo que ya has conocido a Crazy Patsy —dice, con ese tono calmado que me irrita aún más.—¿Cómo pudiste, Murgos? —sueno más molesta de lo que pretendía, pero no me importa—. ¡No tenías derecho a involucrar a Bárbara en esto!Su sonrisa no desaparece, pero sus ojos se estrechan un poco, como si evaluara mi reacción. Espero su respuesta, mi corazón latiendo con fuerza, lista pa
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82. La graduación
El amanecer del día de mi graduación llega con el tenue resplandor del sol invernal filtrándose por mi ventana. Me despierto con una mezcla de emociones difíciles de describir. Los nervios son inevitables, la felicidad de volver a ver a mis padres va acompañada de una ligera tristeza que se cuela en mi corazón. Porque quería enorgullecerlos, mis invitados especiales en esta ocasión, vienen desde Ashbourne solo para vivir este momento tan importante. Realmente quería que me vieran subir al podio y que escucharan mi discurso... M****a, no puedo evitar pensar en eso. Aun así, trato de recordarme a mí misma que no tengo nada de qué quejarme. Después de todo, he logrado graduarme entre los tres mejores promedios de la universidad, y eso es un logro que no muchos pueden decir. Es un sueño hecho realidad. He alcanzado algo que siempre soñé: graduarme en la mejor universidad de Londres y hacerlo con un índice académico que cualquiera admiraría. Voy a la cocina y preparo un desayuno ligero: un
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83. Un discurso para recordar
Giovanni camina con paso firme hacia el podio del anfiteatro, su toga ondeando ligeramente con cada movimiento. Su presencia impone, y aunque siempre lo he visto como una figura destacada de la escuela de negocios, hay algo en este momento que lo hace aún más admirable. No puedo apartar la vista de él mientras sube los escalones, avanza sobre el escenario y se coloca frente al micrófono.Antes de empezar su discurso, Giovanni se toma un instante para observar la multitud que tiene delante. Sus ojos recorren el anfiteatro, deteniéndose en los rostros de los profesores, de los estudiantes, y finalmente, en los invitados. Es un momento de pausa, como si estuviera absorbiendo toda la energía del lugar. Su mirada se suaviza, y por un breve instante, me parece ver una chispa de nerviosismo en sus ojos, pero desaparece tan rápido como apareció.Finalmente, toma aire y comienza a hablar, su voz resonando con claridad por todo el anfiteatro:—Queridos compañeros, profesores, y, por supuesto, f
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84. Un paso audaz
La ceremonia de graduación llega a su fin con aquel gesto simbólico que todos hemos esperado: siguiendo la indicación de la rectora, desplazamos el hilo de nuestros birretes de un lado a otro. Es un movimiento pequeño, pero su significado es enorme; es el punto final a estos años de esfuerzo, dedicación y crecimiento. Las luces del anfiteatro brillan con más intensidad, como si la sala entera se llenara de una energía vibrante. —¡Felicidades a todos los nuevos egresados de negocios! —anuncia la rectora con un orgullo evidente en su rostro. Al instante, se desata una explosión de júbilo cuando todos lanzamos nuestros birretes al aire en un movimiento sincronizado. El cielo se llena de pequeños trozos de tela negra y, por un momento, parece que estamos suspendidos en un espacio de pura celebración y libertad. El anfiteatro se llena de risas y felicitaciones. Nos abrazamos, compartimos sonrisas, y me giro para buscar a Giovanni. Nuestras miradas se encuentran, y antes de que pueda pensa
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85. Un almuerzo inolvidable
Tal vez este día no sea exactamente como lo imaginé, pero sí se siente justo como quería: estoy rodeada de mis padres y mis amigos, con esa sensación de logro en el pecho y una alegría que me llena por completo. Una alegría que debería haber sentido en el podio, pero que no apareció hasta después del discurso de Giovanni, que me emocionó como si las palabras fueran mías. Ahora, me encuentro caminando hacia la entrada de un restaurante que destaca por su elegancia, junto a mis padres, Danna y su madre, y con Giovanni, que viene caminando atrás del grupo. Y es que, antes de salir de la universidad, mi padre le preguntó a Giovanni por su familia y él le respondió con franqueza, que sus padres murieron en un accidente aéreo y que su tío es demasiado ocupado como para perder su «valioso tiempo» en la graduación de su sobrino. Ver la sinceridad en sus ojos de seguro hizo que a mi padre se le revolvieran los sentimientos, y no dudó en invitarlo a unirse a nuestro almuerzo. La madre de Danna,
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86. Noche de disco y celebración
La discoteca está en su máximo esplendor, un lugar vibrante y lleno de energía que parece sacado de una película de Jhon Travolta. Las luces giratorias bañan el espacio en tonos rojos, verdes, amarillos y azules, mientras la bola de disco en el centro del techo proyecta destellos de luz que danzan por las paredes y el suelo. Sobre los sofás de cuero y las mesas se han colocado abrigos que han quedado relegados allí, olvidados por un rato, ya que dentro de este lugar reina un calor que es casi imposible de conseguir en una noche tan helada como lo es afuera.«Funky Town» de Lipps Inc. resuena con fuerza a través de los altavoces, una melodía pegajosa que invita a moverse. Bárbara, siempre la más animada del grupo, comienza a mover las caderas al ritmo de la música apenas ponen un pie dentro, y Danna, siguiéndole el ritmo, se une a ella con risas y movimientos exagerados que hacen que varios volteen a mirarlas. Giovanni y yo no podemos evitar sonreír, contagiados por la alegría de las ch
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87. La suma de todo lo sexual
Un manto de tensión se teje alrededor de nuestra mesa, y todos fingimos que no pasa nada, moviéndonos al ritmo de My Prerogative. Giovanni asiente al compás, mientras Bárbara se mece de izquierda a derecha, simulando estar despreocupada mientras contempla la zona VIP al otro extremo de la disco. Yo, de pie junto a la silla, meneo mis caderas sutilmente, intentando distraer mi mente con la música de fondo. Frunzo el ceño al ver que un chico regordete pasa torpemente tras la espalda de Danna, provocando que choque de frente con Bárbara. Mi rostro cambia drásticamente al notar lo que sigue: una situación extrañamente incómoda y, al mismo tiempo, cargada de una química inesperada. Los ojos de ambas chicas se conectan brevemente, pero se desvían rápidamente, solo para enfocarse en los labios de la otra. La música contribuye a la atmósfera cargada de seducción. Bárbara sonríe con una coquetería abierta, mientras que Danna, ligeramente sonrojada, parece atrapada entre la sorpresa y el deseo.
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88. Víspera de Navidad
El veinticuatro de diciembre amanece lentamente, y la luz tenue del sol se filtra entre las cortinas. Abro los ojos y siento la calidez del cuerpo de Giovanni junto al mío. No quiero moverme. Su respiración profunda me calma. En el momento que abre sus ojos, se percata de que le he estado observado. Me acaricia la mejilla y me sonríe con esa mirada adormilada que me derrite.— Buongiorno, bella —murmura, su voz aún ronca.—Buenos días —respondo con una sonrisa.Él suspira y, de repente, se incorpora. Sé que tiene algo que decirme antes de que lo haga.—Devo partire temprano. Hoy Quiero tener tutto listo para la primera Navidad con mio bambino.Me quedo en silencio por un instante, observándolo mientras se sienta al borde de la cama y se despereza lentamente, estirando los brazos hacia el techo. Luego, pasa una mano por su cabello, despeinándolo aún más, como si intentara sacudirse el sueño por completo, y se levanta con esa elegancia natural que tiene, dirigiéndose al baño sin prisa.
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89. Cocteles y farsas navideñas
Patric me toma de la mano, conduciéndome hacia su grupo de amigos. Mientras nos acercamos, puedo sentir la mirada de algunos de ellos sobre mí, curiosos, evaluándome como la «nueva novia» del chico millonario. Las sonrisas que me lanzan son cordiales y educadas, y cada uno me saluda con naturalidad, extendiendo la mano como si yo fuera una más del círculo. Entre ellos, está él. Trigueño, ojos cafés. Su sonrisa tiene un matiz diferente, una mezcla de burla y cinismo que me resulta tan familiar. Claro, él sabe quién soy, o al menos, quién fui. Nos hemos visto antes... hasta desnudos, de hecho. —¡Stephania, qué gusto conocerte! —exclama con un tono que sólo yo puedo descifrar, y extiende su mano con una sonrisa que casi me provoca náuseas. Me esfuerzo por mantener la calma. No puedo dejar que esto me afecte. Le devuelvo la sonrisa como si fuera la primera vez que lo veo en mi vida, como si no supiera nada de él. —El placer es mío —le respondo, fingiendo una naturalidad que no siento,
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90. Sentimientos conflictivos
El desgraciado frente a mí espera que sucumba a su chantaje, pero no puedo permitirlo. No después de lo bien que me ha tratado Patric, uno de los pocos hombres que ha demostrado ser decente. No voy a dejar que lo humillen por mis vivencias del pasado. Mi mente corre buscando una solución. Respiro profundo y, con calma, le digo: —No voy a entrar al baño contigo, no voy a caer en tu jueguito sucio. Tampoco voy a permitir que dejes en ridículo a Patric frente a todos. El trigueño levanta una ceja, su sonrisa burlona se ensancha. Cree que tiene todo bajo control. —¿Y cómo piensas evitarlo? —me dice en tono desafiante, acercándose un paso más—. Unas pocas palabras de mi parte, y tu perfecto disfraz se cae a pedazos. Solo pido un pequeño favor, cariño. No me hagas la noche difícil. Este tipo no va a ceder solo porque le pida que me deje en paz. No es de los que se compadecen de su prójimo. Entonces, debo usar las cartas que tengo, aunque no sea mi estilo. A veces, las palabras que uno n
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