2. Planes perversos
—Entonces, ¿vas a dejarla? —preguntó Charlie, el mejor amigo de Marcos, a la mañana siguiente. —No, eso jamás, solo intentaba manipularla para que me complaciera, pero pasó todo lo contrario. Me echó de la habitación. Ella sigue furiosa. —Y cómo no, si te encontró con otra mujer. Solo a ti se te ocurre acostarte con Mónica Soler en la oficina. —No me acosté ni hice nada con ella. Charlie lo miró con recelo. Los hombres se conocían desde que estaban en la universidad. Antes de que Marcos se casara solían salir juntos a bares y lugares frecuentados por mujeres para lo que ellos denominaban “la cacería”. Pero ahora, se habían distanciado un poco. Marcos era un hombre de familia y Charlie seguía con su vida de lujuria. Por un tiempo, Marcos escuchó a su amigo adular los seductores atributos de la modelo en cuestión, haciendo gestos y utilizando palabras poco recatadas que le provocaron perversas imágenes mentales. —Es que, prácticamente, eres virgen —dijo Charlie, meciéndose en la si
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