Marcos no estuvo de acuerdo con la decisión de Alma y se lo hizo saber una vez se encontraron solos en el despacho del hombre.
—Pero no entiendo, ¿cuál es el problema? —Protestó Alma—. Siempre me dijiste que era la secretaria más eficiente que habías tenido y estoy segura de que ahora también lo hará muy bien.
Victoria le había referido la razón por la cual Marcos la había despedido y tras una ligera reflexión, Alma comprendió por qué el hombre no la quería en casa.
—No te gusta que sea mi amiga, ¿verdad? —Ella lo miró a los ojos.
—No me gusta que sea una chismosa.
—Ah, ya veo —Alma lo miró con desaprobación—. Entonces no tienes intenciones de cambiar. Vas a seguir portándote mal y temes que Victoria me lo cuente.
A noche, después de hacer el amor, tuvieron una larga charla en la que Alma decidió que confiaría en la palabra de Marcos. Él nunca la había engañado, pero su actitud aún la hacía dudar.
—No, no es eso —Su marido le posó las manos sobre los hombros y la miró arrugando la frente—. Dijiste que me creías y que ibas a confiar en mí. ¿Lo recuerdas? Sin reproches —Marcos caviló por un momento y decidió—: está bien. Que se quede, pero está a periodo de prueba. Al primer error se irá y me dejarás elegir a la nueva niñera. ¿Entendido?
—Como usted diga, señor.
Marcos le dio un suave beso en los labios y la mimó por un tiempo antes de que bajaran a la sala y le comunicaran a Victoria su decisión.
Alma le otorgó el cuarto contiguo al de Matías y se cercioró de que la mujer estuviera cómoda. Pasó la tarde de aquel domingo mostrándole la casa y dándole instrucciones sobre el cuidado de su hijo, así que al día siguiente Victoria se encontraba lista para comenzar.
—También iré a hacer algunas diligencias —le informó Alma después de que Marcos se marchó—. Volveré en la tarde. Por favor, no salgas de la casa y si por alguna razón necesitas hacerlo, me avisas.
—Vete tranquila, Alma. Protegeré a tu hijo con mi vida.
Sin embargo, una vez Alma se hubo marchado, Victoria tomó su auto y se alejó de la casa con Matías rumbo a la ciudad. Cada minuto era valioso y no podía darse el lujo de desperdiciarlo.
—La estúpida de Mónica debió haberlas sacado —se dijo, pensando en las bayas de hiedra venenosa que no halló en su maleta—, solo espero que las haya arrojado a la basura.
Victoria utilizaría las bayas para hacer padecer a Marcos Rubio antes de su final y jamás sospecharían de ella. A los otros los había eliminado con rapidez sin dejar ningún indicio de su crimen, pero Marcos era quien más le interesaba y se tomaría su tiempo para disfrutar verlo derrumbarse.
Una vez llegó al mercado, dejó a Matías en el auto. Se apresuró a comprar las bayas y volvió en seguida. De regreso le compró al pequeño un helado e intentó convencerlo para que no dijera nada acerca de su viaje. Aun así, era probable que la delatara, pero ya encontraría una excusa. Después de todo, resultaba muy fácil disuadir a Alma.
Regresó a casa y cumplió con sus labores, pensando que Alma regresaría en cualquier momento, pero a las seis de la tarde ella todavía no había hecho presencia, lo cual resultaba perfecto. Cuando Marcos arribó, Victoria se apresuró a prepararle un café, puso algunas gotas con el jugo de las bayas en la taza y subió a su despacho.
—¿Alma le dijo a qué hora regresaba? —preguntó Marcos una vez ella ingresó.
—No, doctor.
Él se veía preocupado por la ausencia de su mujer. Tomó el café sobre la mesa y lo acercó a su boca.
—¿Matías sigue dormido? —preguntó, sin beberlo todavía. Victoria asintió en respuesta—. Siempre está despierto cuando regreso a casa, debiste haberlo hecho dormir después del mediodía.
—Lo hice, pero terminó cansado después de que jugamos por un tiempo —mintió Victoria. En realidad, había sedado al pequeño para evitar tener que prestarle atención—. De todas formas, más tarde lo despertaré cuando su madre venga y prepare la cena. También podría hacerla, pero Alma dijo…
—Sí, sí. Tú solo debes dedicarte a los cuidados de Mati —Marcos apuró un trago de su café y lo escupió al instante—. Esta… amargo y frío —gruñó—. Se nota que nunca preparaste uno en tu vida. Deja que Alma se encargue de la cocina, y llévate esto.
—Lo siento. Enseguida, le preparo otro.
Omitió llevarse la taza y descendió a la cocina lanzando insultos mentales contra el hombre. Esas bayas eran escasas y no podía darse el lujo de desperdiciar el valioso jugo. Aun así, fue a preparar otra taza como a él le gustaba. A lo mejor, el veneno no empezara a pudrirlo por dentro todavía, pero le causaría malestares.
Esta vez no lo halló en el despacho y cuando lo llamó la voz del hombre provino de algún lugar del piso superior. Victoria ascendió las escaleras de caracol al final del pasillo y se encontró a Marcos de pie al borde de la terraza.
—Doc… —Victoria se calló antes de que el hombre advirtiera su presencia.
Prácticamente Marcos se había puesto en bandeja de plata y Victoria se encontró realmente tentada a tomar aquella opción tan fácil. Un simple empujón y todo terminaría. Marcos Rubio estaría muerto antes de que pudiera darse cuenta, pero, ¿cómo ocultaría esto de la policía?
Quizá no tuviera que hacerlo, porque iba a huir muy lejos y empezaría una nueva vida, a millones de kilómetros de las desgracias de su oscuro pasado. Sí, era lo mejor que podía hacer, sería una tonta si desperdiciara esta oportunidad ante sus ojos, así que se movió con sigilo, saboreando la satisfacción del trabajo culminado.
—¡Te encontré! —Unos pequeños brazos la rodearon por detrás, dándole un susto que le hizo resbalar la taza de sus manos—, oh, perdón.
Victoria miró el café derramado en el suelo junto a la taza hecha pedazos y controló la cólera que floreció contra Matías. Por culpa del chiquillo había perdido una de sus más grandes oportunidades.
—Mati, aléjate de los vidrios —ordenó Marcos—, y Victoria recoge eso, por favor.
—Sí, enseguida, doctor. Lo siento —ella se inclinó para limpiar el desastre—, solo quería traerle su café.
—No era necesario —respondió Marcos y Victoria levantó la vista para descubrir que el hombre apuraba una taza del líquido—. Este que me trajiste antes no estaba tan mal. Creo que será bueno para mi salud empezar a disminuir el consumo de azúcar… Por cierto, tenía un sabor ácido delicioso, ¿qué le pusiste?
—¿En dónde… carajo estabas? —Gruñó Marcos en cuanto Alma ingresó a su despacho para saludarlo. La mujer nunca le había dado razones para desconfiar de ella, pero, aun así, imágenes perversas de Alma con otro hombre cruzaron por su mente—. Te llamé al puto celular y no contestaste.Marcos lucía realmente furioso e hizo que el corazón de Alma latiera con fuerza, pero no debido al temor. Por alguna razón, aquella actitud dominante le calentaba la sangre.—Chist —Alma lo reprendió—. No uses ese vocabulario en casa. Matías podría escucharte… Fui de compras en la mañana y en la tarde me encontré con Andrea, mi psicóloga, inicié las sesiones de nuevo.Marcos pareció calmarse un poco, aunque en realidad Alma mintió en la primera parte. En realidad había pasado la mañana en la clínica dando inicio al tratamiento para su enfermedad.—¿De compras? —Marcos rodeó la mesa y se colocó frente a ella, cruzado de brazos. Llevaba una camiseta blanca con la piel del pecho al descubierto—. ¿Y qué comprast
La primera reacción de Victoria ante tan descabellada propuesta fue el rechazo, pero Alma no le dejó tomar una decisión todavía, en cambio le pidió que lo pensara con calma y le diera una respuesta después. Victoria accedió, pensando en la forma que utilizaría aquello a su favor.Jamás se convertiría en la esposa de un hombre que le había hecho tanto daño, pero quizá tenía en sus manos una nueva forma de acabarlo y no pensaba desaprovecharla.Más tarde, se dirigió al cuarto de Mati e ignoró la punzada de remordimiento al ver al pequeño descansando en su lecho.—Mami —dijo Mati somnoliento cuando entre abrió los ojos.—No, Victoria —ella tiró con cuidado de sus brazos—. Tienes que bajar a cenar. Tu madre preparó pastel de zanahoria.Mati se colgó de su cuello para que lo llevara alzado. Su piel se sentía muy suave y olía a bebé. Él no era como los otros pequeños que alguna vez Victoria conoció. Mati casi nunca lloraba y desde que ella llegó no había hecho una pataleta, por el contrario,
Alma regresó a casa al anochecer y encontró a Marcos, Matías y Victoria acomodados en el sofá de la sala mientras veían una película de caricaturas. Los dos hombres bebían lo que parecía ser espumoso chocolate. Victoria había optado por dejar el suyo sobre la mesa de cristal ante ellos. Después de saludar, Alma fue a sentarse al pie de Marcos, pero el hombre la detuvo. Ella creyó que se había enfadado por su tardanza y no la quería cerca, pero solo lo hizo porque aquella parte del mueble estaba húmedo.—Chocolate —le explicó Marcos—. Había una cucaracha en el vaso de Matías, pero Victoria evitó que lo probara a tiempo.—¿Una cucaracha? —Alma interrogó, volviéndose hacia Victoria—. ¿Cómo es posible? Siempre limpio todo muy bien.—Era una pequeña —respondió la niñera—. Vacié el chocolate y lavé la olla. De todas formas, este lo preparé en otra.Alma se acomodó del lado de Matías, planeando hacer una buena limpieza a su cocina mañana temprano. Vio la película en familia durante unos min
El viernes Marcos llegó tarde a su oficina. No solía retrasarse, pero después de la estupenda noche que había pasado, le costó abandonar los brazos cálidos de su mujer, y ahora solo deseaba que el día terminara pronto. Con todo, no podía deshacerse de aquella incertidumbre ante la certeza de que Alma escondía algo; cuando Charlie ingresó a la oficina (como todos los días) notó aquella inquietud y no vaciló en interrogarlo. La mayoría del tiempo el hombre era una molestia, pero también era su mejor amigo y no había otro sujeto en quien Marcos confiara tanto como en él. —Alma me miente —dijo, apretando su pelota de goma que usaba para calmar el estrés— últimamente permanece fuera de casa y llega tarde. Me dijo que se debía a las sesiones con su psicóloga, pero sé que es mentira. Llamé a Andrea y me aseguró que Alma no se había encontrado con ella. A noche Alma llegó tarde de nuevo y volvió a decirme que estaba con su psicóloga. —Y comprobaste que volvió a mentirte. —No, no volví a l
—Te van a asesinar —comunicó Charlie a Marcos tras entrar en la oficina del hombre de nuevo—. Mónica acabó de llamarme y me lo dijo. Ella está viniendo para acá.—Pero, ¿qué le pasa a esa mujer? ¿Se volvió loca o qué?Marcos tomó el teléfono y pidió a su secretaria que le ordenara al portero evitar que Mónica Soler ingresara a la empresa. No obstante, no iba a permitir que la situación continuara de esta forma, así que cuando le informaron que la mujer había llegado, se dirigió a su encuentro.—¿Qué vas a hacer? —Lo detuvo Charlie en el ascensor.—Dejarle las cosas en claro de una buena vez —desdeñó Marcos, colérico—. No voy a permitir que nadie venga a amenazarme.—Espera. No lo hagas… Ella solo está un poco loca por ti, pero es bonita.—¿Qué te pasa a ti? —Marcos fulminó a su amigo con la mirada—. ¿Te volviste imbécil o qué? Marcos tuvo que empujarlo cuando el otro hombre intentó detenerlo de nuevo, sin comprender por qué este se esmeraba por defender a aquella mujer. Al mismo tiem
—Marcos y todos esos hombres asesinaron a mi hermana —reveló Victoria.—No, eso no es verdad. Tu hermana se suicidó.—Ellos la asesinaron —aseveró la mujer, apretando los puños— y deben pagar. Es todo lo que necesitas saber.Sin embargo, aquella justificación no fue suficiente para Mónica, así que exigió a su prima desistir de lo que tenía planeado con Marcos, lo cual solo la hizo enfadar.—Vete de aquí y no vuelvas —dijo Victoria con tono de amenaza—. No les ha ido nada bien a aquellas personas que interfirieron en mis planes.—No te tengo miedo, primita y no me voy a ir de aquí. Esperaré a Marcos y se lo diré todo. No voy a convertirme en tu cómplice.—Entonces, iremos a la cárcel las dos —gruñó Victoria—. Gracias a ti dos de esos hombres están muertos.—Yo no sabía tus verdaderas intenciones.Mónica vaciló por un momento, pero después volvió a mantenerse firme en su decisión, y no flaqueó ni siquiera cuando Victoria la amenazó de muerte. Mónica no creía realmente que su prima se at
Alma arribó a casa después de una larga sesión con su psicóloga, sintiéndose renovada y con nuevas expectativas. Ahora se dio cuenta de que hacía mucho tiempo había algo oprimiéndole el pecho, impidiéndole ser completamente feliz. Marcos, Victoria y Mati estaban reunidos en la sala en frente de la televisión. El niño corrió hacia ella y la abrazó como si hubieran pasado meses desde la última vez que la vio. —No quiero que nada malo te pase, mami —dijo con el rostro enterrado en su estómago. Estaba pálido y asustado. Victoria se acercó para explicarle a Alma que se debía a causa de Mónica. —Mati escuchó cuando ella amenazó de muerte Marcos y a ti —dijo—. Eso fue antes de que tú llegaras a la empresa. Pero hablé con Mónica después y la hice recapacitar sobre su actitud, advirtiéndole que hablaría con sus padres. Finalmente, expresó que se iba lejos de aquí, a casa de su familia en otra ciudad. —Pues solo espero que cumpla con ello —dijo Alma, mimando a Mati—. ¿Y a ti qué te pasa? —s
Una vez en el apartamento, Marcos alzó a Alma en brazos para llevarla a la habitación y la dejó caer sobre la cama. Se subió encima de ella y comenzó a deshacerse de su ropa, pero tuvo que detenerse de repente cuando las náuseas que venían punzando durante todo el camino, se apoderaron de él.—¿Qué pasa? —Inquirió Alma, contemplándole el pálido rostro—. Pareces…Pero antes de que pudiera terminar, Marcos saltó de la cama y corrió al baño privado, sin molestarse en cerrar la puerta. Alma lo precedió y lo encontró arrodillado a un lado del inodoro, expulsando sangre.—¡Marcos! —Ella se colocó junto a él y le puso una mano en la espalda—. Llamaré al doctor enseguida.Alma hizo amago de incorporarse, pero Marcos le indicó con un ademán que no lo hiciera.—Estoy bien —Marcos pulsó el botón del inodoro—. Es solo… algo que comí.Sin embargo, a Alma aún seguía preocupándole la sangre, más aún cuando no era la primera vez que lo descubría en aquel estado.—Hace algunos días sufrí una intoxicac