Margarita de Rubio nunca fue fácil de tratar. Durante bastantes años Alma soportó sus sermones y fue amable con ella, hasta que la mujer quiso entrometerse en la educación de Matías. Desde entonces ambas empezaron a tratarse sin miramientos, pero al menos Alma se esforzaba por ocultar su aversión.—¿Contrataste una niñera? —Margarita desdeñó contra Alma mientras ocurrían las presentaciones—. ¿Por qué? ¿A caso no eres capaz de cuidar de tu hijo tu sola? Ya veo que no. Matías está muy delgado y pálido, lo mismo que su padre. De seguro no los alimentas bien.—Debiste decirme que vendrías —Alma optó por ignorar los malos comentarios—, habría organizado la habitación de huéspedes.Margarita se volvió para echar un vistazo a la casa, y aunque todo estaba en perfecto orden y de apariencia agradable, desaprobó la decoración y las telarañas invisibles en las esquinas del techo. Ella y Marcos distaban mucho en apariencia, casi que era difícil creer que se trataran de madre e hijo.La mujer era
Victoria compuso una nueva sonrisa en su rostro y se obligó a mantener la compostura. Era evidente que Margarita de Rubio creía tenerla en sus manos y por un momento Victoria le dejó creer que así era. —Sé buena conmigo, muchacha y no diré nada —le advirtió la fastidiosa mujer—. Prepara mi desayuno y me lo llevas a la sala, luego, sube y arregla mi recámara. —Usted está muy equivocada, señora —Victoria se cruzó de brazos y recostó la espalda contra la encimera—. Yo sería incapaz de hacerle daño a alguien. No entiendo de qué bayas venenosas habla. Margarita frunció los rojos labios y la señaló con un dedo, en gesto amenazador. —No necesitas hacerte la santa conmigo, muchacha. Haz lo que te ordeno y tu secreto estará seguro conmigo —pero cuando Victoria volvió a hacerse la inocente, Margarita agregó con enojo—: puede que acabes con Alma, pero jamás lograrás conquistar a Marcos. Él ya no se fija en las mujeres que visten como prostitutas. Estás muy equivocada si crees que… Victoria l
Aquella noche Marcos y Alma permanecieron todo el día distanciados y al caer la noche se acostaron uno al lado del otro sin pronunciar palabra. Alma hizo acopio de su voluntad para mantenerse callada, pero horas después esta flaqueó y se volvió hacia Marcos para decirle:—No me gusta lo que está pasando. No me gusta estar enfadada contigo.Marcos no respondió al instante. Tenía las manos atrás de la cabeza y la vista fija en el techo.—Eso debiste pensarlo antes de poner a la sirvienta por encima de mí.—No puse a Victoria por encima de ti —Alma levantó la cabeza y lo miró a los ojos—. Solo tomé una decisión y la hice respetar. Tú y tu madre siempre me están diciendo qué hacer y decidí que era suficiente.El hombre guardó silencio y Alma le colocó una mano en el pecho y lo acarició. Anhelaba estar con él esta noche y necesitaba reconfortarlo, sin embargo, cuando ella le buscó los labios, él la rechazó.—No puedes fingir que no ha pasado nada —gruñó Marcos. Se incorporó y tomó una almo
Alma condujo a toda prisa hacia el hospital. Margarita iba en el asiento de atrás al pendiente de Marcos, quien seguía inconsciente. La mujer no dejó de chillar e inculpar a Alma por lo que había hecho. Alma tenía los nervios de punta y en varias ocasiones estuvo a punto de salirse de la carretera. Resultó un alivio cuando por fin arribaron a su destino y los paramédicos ayudaron a transportar al hombre del auto a una camilla.Alma siguió al equipo médico a través del pasillo, pero estos la detuvieron antes de franquear una puerta. Ella no sabía qué le ocurría a Marcos. No había señales de heridas significativas, pero no abría los ojos y estaba tan inmóvil como una piedra. Sin embargo, se tranquilizó un poco cuando una de las enfermeras le indicó que aún seguía con vida.Los minutos y las horas transcurrieron con lentitud mientras Alma aguardaba en el pasillo. Se había alejado de Margarita a la mayor distancia posible. La mujer no le quitaba la mirada acusatoria de encima. Por fin, do
No había más que pudiera hacer, Victoria mantuvo su palabra y afirmó que los padres de Mónica mentían. Charlie, receloso, discutió con ella, Victoria respondió y propuso hacer una llamada, pero en aquel momento Alma intervino y detuvo la discusión. —Victoria no tendría por qué mentir —defendió a su amiga—. Además, este asunto no tiene relevancia ahora. ¿Qué nos importa a nosotros dónde esté esa mujer? Alma pidió a Charlie llevar a Victoria y a Mati de regreso a casa. Le hubiera gustado ver al pequeño, pero se sentía débil. No quería echarse a llorar y causarle un trauma. Charlie accedió a regañadientes y guío a Victoria y al chico hasta su auto en el parqueadero. La tensión fue palpable en el ambiente durante el camino. Reinó el silencio. Todavía estaba oscuro cuando llegaron a la casa. Victoria indicó a Mati que la esperase en la sala y una vez este obedeció se volvió para encarar a Charlie. Él se encontraba recostado en el auto con los brazos cruzados, sus ojos fulminaban a la muj
Ya no confiaba en Victoria. No sentía que Mati estuviera seguro con ella. Alma pagó por una llamada. Se comunicó con Charlie. El hombre se presentó una hora después. Con afán le contó todo lo que habló con Victoria y le pidió con tono suplicante que se llevara a Mati con él. En otras circunstancias hubiera sido la última persona a quien le confiaría algo tan importante, pero ahora Charlie era la persona en quien más confiaba. Él dijo: —Victoria dejó a Mati con su abuela. Margarita. Luego, se marchó. No sé a dónde, pero lo averiguaré. Después de lo que Mónica me dijo he estado investigando a la mujer. —¿Mónica? ¿Qué te dijo Mónica? —Que Marcos estaba en peligro... También encontré que la rubia usa una identidad falsa. Su nombre no es Victoria, es Elizabeth Beltrán, la misma chica que… Charlie calló e hizo un gesto como si hubiera soltado algo que no pretendía. Alma lo miró a los ojos y le exigió que le dijera todo lo que sabía. Así, Charlie le contó que había enfrentado a Victoria.
Él también lucía muy bien. Con sombras bajo los ojos, barba y el cabello un poco más largo, pero bien. Alma casi había olvidado lo alto, fuerte y guapo que era su hombre. No verlo durante un tiempo ayudó a que se diera cuenta de ello. Marcos dio un paso hacia ella, ella se alejó, levantó la mano y le advirtió que no se acercara. —Entonces lo crees —había cólera en la voz del hombre—. ¿Crees todo lo que te dijo Charlie? —¿A caso no es verdad? Marcos separó los labios, luego pareció arrepentirse de lo que iba a decir. Tomó a Alma de las muñecas y le impidió que se zafara. Sus ojos destellaron con amenaza. ¿Iba a hacerle daño? ¿Quería obligarla a quererlo a pesar de lo que había hecho? La deseaba. Alma lo notó en su mirada. Y a pesar de todo, ella también lo hacía. —¿Cómo puedes…? —Marcos la apretó con fuerza. Ella chilló. Él la soltó—. No me conoces. Nunca lo has hecho. —Dime que no lo hiciste —rogó Alma—, dime que todo lo que Victoria y Charlie dijeron es mentira. Muéstrame que es
Esta noche todo terminaría. Terminar. Eso era lo único que importaba. Se iría lejos por un tiempo, después regresaría para estar con ella. Alma. Su mejor amiga. O quizá, mucho más que eso.Marcos lo sabía todo, estaba segura de ello. La policía la atrapó en la Costa Oeste. Marcos la había denunciado. Tenía que admitir que el hombre era astuto. ¿Cómo la había encontrado? ¿Cómo había logrado reunir las pruebas de sus asesinatos? ¿Cómo sabía de sus cuentas bancarias? En breve lo sabría. Lo obligaría a decírselo.Imaginaba la sorpresa en los ojos del hombre cuando la viera. Ella corrió con suerte. Un mes había pasado tras las rejas, pero cuando iba a ser juzgada algo hizo explosión en las instalaciones. Hubo caos, personas corriendo, confusión. Ella y otras prisioneras huyeron. No la atraparían. Huiría a través del mar. Todo estaba preparado.Victoria aguardó, escondida tras un árbol. No había nadie en la casa, pero según Charlie, Marcos siempre regresaba en la noche. El mejor amigo de M