—Te van a asesinar —comunicó Charlie a Marcos tras entrar en la oficina del hombre de nuevo—. Mónica acabó de llamarme y me lo dijo. Ella está viniendo para acá.—Pero, ¿qué le pasa a esa mujer? ¿Se volvió loca o qué?Marcos tomó el teléfono y pidió a su secretaria que le ordenara al portero evitar que Mónica Soler ingresara a la empresa. No obstante, no iba a permitir que la situación continuara de esta forma, así que cuando le informaron que la mujer había llegado, se dirigió a su encuentro.—¿Qué vas a hacer? —Lo detuvo Charlie en el ascensor.—Dejarle las cosas en claro de una buena vez —desdeñó Marcos, colérico—. No voy a permitir que nadie venga a amenazarme.—Espera. No lo hagas… Ella solo está un poco loca por ti, pero es bonita.—¿Qué te pasa a ti? —Marcos fulminó a su amigo con la mirada—. ¿Te volviste imbécil o qué? Marcos tuvo que empujarlo cuando el otro hombre intentó detenerlo de nuevo, sin comprender por qué este se esmeraba por defender a aquella mujer. Al mismo tiem
—Marcos y todos esos hombres asesinaron a mi hermana —reveló Victoria.—No, eso no es verdad. Tu hermana se suicidó.—Ellos la asesinaron —aseveró la mujer, apretando los puños— y deben pagar. Es todo lo que necesitas saber.Sin embargo, aquella justificación no fue suficiente para Mónica, así que exigió a su prima desistir de lo que tenía planeado con Marcos, lo cual solo la hizo enfadar.—Vete de aquí y no vuelvas —dijo Victoria con tono de amenaza—. No les ha ido nada bien a aquellas personas que interfirieron en mis planes.—No te tengo miedo, primita y no me voy a ir de aquí. Esperaré a Marcos y se lo diré todo. No voy a convertirme en tu cómplice.—Entonces, iremos a la cárcel las dos —gruñó Victoria—. Gracias a ti dos de esos hombres están muertos.—Yo no sabía tus verdaderas intenciones.Mónica vaciló por un momento, pero después volvió a mantenerse firme en su decisión, y no flaqueó ni siquiera cuando Victoria la amenazó de muerte. Mónica no creía realmente que su prima se at
Alma arribó a casa después de una larga sesión con su psicóloga, sintiéndose renovada y con nuevas expectativas. Ahora se dio cuenta de que hacía mucho tiempo había algo oprimiéndole el pecho, impidiéndole ser completamente feliz. Marcos, Victoria y Mati estaban reunidos en la sala en frente de la televisión. El niño corrió hacia ella y la abrazó como si hubieran pasado meses desde la última vez que la vio. —No quiero que nada malo te pase, mami —dijo con el rostro enterrado en su estómago. Estaba pálido y asustado. Victoria se acercó para explicarle a Alma que se debía a causa de Mónica. —Mati escuchó cuando ella amenazó de muerte Marcos y a ti —dijo—. Eso fue antes de que tú llegaras a la empresa. Pero hablé con Mónica después y la hice recapacitar sobre su actitud, advirtiéndole que hablaría con sus padres. Finalmente, expresó que se iba lejos de aquí, a casa de su familia en otra ciudad. —Pues solo espero que cumpla con ello —dijo Alma, mimando a Mati—. ¿Y a ti qué te pasa? —s
Una vez en el apartamento, Marcos alzó a Alma en brazos para llevarla a la habitación y la dejó caer sobre la cama. Se subió encima de ella y comenzó a deshacerse de su ropa, pero tuvo que detenerse de repente cuando las náuseas que venían punzando durante todo el camino, se apoderaron de él.—¿Qué pasa? —Inquirió Alma, contemplándole el pálido rostro—. Pareces…Pero antes de que pudiera terminar, Marcos saltó de la cama y corrió al baño privado, sin molestarse en cerrar la puerta. Alma lo precedió y lo encontró arrodillado a un lado del inodoro, expulsando sangre.—¡Marcos! —Ella se colocó junto a él y le puso una mano en la espalda—. Llamaré al doctor enseguida.Alma hizo amago de incorporarse, pero Marcos le indicó con un ademán que no lo hiciera.—Estoy bien —Marcos pulsó el botón del inodoro—. Es solo… algo que comí.Sin embargo, a Alma aún seguía preocupándole la sangre, más aún cuando no era la primera vez que lo descubría en aquel estado.—Hace algunos días sufrí una intoxicac
Margarita de Rubio nunca fue fácil de tratar. Durante bastantes años Alma soportó sus sermones y fue amable con ella, hasta que la mujer quiso entrometerse en la educación de Matías. Desde entonces ambas empezaron a tratarse sin miramientos, pero al menos Alma se esforzaba por ocultar su aversión.—¿Contrataste una niñera? —Margarita desdeñó contra Alma mientras ocurrían las presentaciones—. ¿Por qué? ¿A caso no eres capaz de cuidar de tu hijo tu sola? Ya veo que no. Matías está muy delgado y pálido, lo mismo que su padre. De seguro no los alimentas bien.—Debiste decirme que vendrías —Alma optó por ignorar los malos comentarios—, habría organizado la habitación de huéspedes.Margarita se volvió para echar un vistazo a la casa, y aunque todo estaba en perfecto orden y de apariencia agradable, desaprobó la decoración y las telarañas invisibles en las esquinas del techo. Ella y Marcos distaban mucho en apariencia, casi que era difícil creer que se trataran de madre e hijo.La mujer era
Victoria compuso una nueva sonrisa en su rostro y se obligó a mantener la compostura. Era evidente que Margarita de Rubio creía tenerla en sus manos y por un momento Victoria le dejó creer que así era. —Sé buena conmigo, muchacha y no diré nada —le advirtió la fastidiosa mujer—. Prepara mi desayuno y me lo llevas a la sala, luego, sube y arregla mi recámara. —Usted está muy equivocada, señora —Victoria se cruzó de brazos y recostó la espalda contra la encimera—. Yo sería incapaz de hacerle daño a alguien. No entiendo de qué bayas venenosas habla. Margarita frunció los rojos labios y la señaló con un dedo, en gesto amenazador. —No necesitas hacerte la santa conmigo, muchacha. Haz lo que te ordeno y tu secreto estará seguro conmigo —pero cuando Victoria volvió a hacerse la inocente, Margarita agregó con enojo—: puede que acabes con Alma, pero jamás lograrás conquistar a Marcos. Él ya no se fija en las mujeres que visten como prostitutas. Estás muy equivocada si crees que… Victoria l
Aquella noche Marcos y Alma permanecieron todo el día distanciados y al caer la noche se acostaron uno al lado del otro sin pronunciar palabra. Alma hizo acopio de su voluntad para mantenerse callada, pero horas después esta flaqueó y se volvió hacia Marcos para decirle:—No me gusta lo que está pasando. No me gusta estar enfadada contigo.Marcos no respondió al instante. Tenía las manos atrás de la cabeza y la vista fija en el techo.—Eso debiste pensarlo antes de poner a la sirvienta por encima de mí.—No puse a Victoria por encima de ti —Alma levantó la cabeza y lo miró a los ojos—. Solo tomé una decisión y la hice respetar. Tú y tu madre siempre me están diciendo qué hacer y decidí que era suficiente.El hombre guardó silencio y Alma le colocó una mano en el pecho y lo acarició. Anhelaba estar con él esta noche y necesitaba reconfortarlo, sin embargo, cuando ella le buscó los labios, él la rechazó.—No puedes fingir que no ha pasado nada —gruñó Marcos. Se incorporó y tomó una almo
Alma condujo a toda prisa hacia el hospital. Margarita iba en el asiento de atrás al pendiente de Marcos, quien seguía inconsciente. La mujer no dejó de chillar e inculpar a Alma por lo que había hecho. Alma tenía los nervios de punta y en varias ocasiones estuvo a punto de salirse de la carretera. Resultó un alivio cuando por fin arribaron a su destino y los paramédicos ayudaron a transportar al hombre del auto a una camilla.Alma siguió al equipo médico a través del pasillo, pero estos la detuvieron antes de franquear una puerta. Ella no sabía qué le ocurría a Marcos. No había señales de heridas significativas, pero no abría los ojos y estaba tan inmóvil como una piedra. Sin embargo, se tranquilizó un poco cuando una de las enfermeras le indicó que aún seguía con vida.Los minutos y las horas transcurrieron con lentitud mientras Alma aguardaba en el pasillo. Se había alejado de Margarita a la mayor distancia posible. La mujer no le quitaba la mirada acusatoria de encima. Por fin, do