—Entonces, ¿vas a dejarla? —preguntó Charlie, el mejor amigo de Marcos, a la mañana siguiente.
—No, eso jamás, solo intentaba manipularla para que me complaciera, pero pasó todo lo contrario. Me echó de la habitación. Ella sigue furiosa.
—Y cómo no, si te encontró con otra mujer. Solo a ti se te ocurre acostarte con Mónica Soler en la oficina.
—No me acosté ni hice nada con ella.
Charlie lo miró con recelo. Los hombres se conocían desde que estaban en la universidad. Antes de que Marcos se casara solían salir juntos a bares y lugares frecuentados por mujeres para lo que ellos denominaban “la cacería”. Pero ahora, se habían distanciado un poco. Marcos era un hombre de familia y Charlie seguía con su vida de lujuria.
Por un tiempo, Marcos escuchó a su amigo adular los seductores atributos de la modelo en cuestión, haciendo gestos y utilizando palabras poco recatadas que le provocaron perversas imágenes mentales.
—Es que, prácticamente, eres virgen —dijo Charlie, meciéndose en la silla frente al escritorio de Marcos. Llevaba la corbata torcida y el cabello castaño húmedo. Pero esta vez Marcos no tuvo ánimo para preguntarle que había hecho a noche—. ¡Un año y medio sin estar con una mujer! No entiendo cómo lo haces. A menos que haya cosas que me estés ocultando.
Marcos se repantigó en su asiento.
—¿O es que acaso…? —Charlie se inclinó hacia él, entornando los ojos con gesto de fingida sospecha—, ¿ya no te gustan las mujeres?
Marcos resopló, lanzándole la pelota de goma que apretaba en su mano.
—No digas sandeces —se incorporó y caminó hacia la pared de cristal, desde donde se divisaban los altos edificios que conformaban la ciudad—. Desde luego que me siento tentado por otras mujeres, pero quiero a mi esposa. Y la deseo como nunca deseé a otra. Sé que parece tímida y recatada, pero no lo es cuando se deja llevar. De hecho, es… insaciable —Marcos suspiró, mordiéndose el labio al recordar la forma como Alma lo cabalgó aquella vez—. Nunca tuve encuentros tan ardientes con ninguna otra mujer. Fue una de las razones por las que me casé con ella.
“Creí que sería de esa forma cada día, pero desde hace algún tiempo se niega a hacerlo de nuevo. Comprendo sus razones, pero quisiera que ella también me entendiera. La respeto y evito provocarla. Temo que me odie después. Pero, ya no lo soporto. Necesito estar con ella.
—¿Y qué vas a hacer?
—He pensado en seducirla. No resultaría difícil, se estremece cada vez que la tocó.
—¿Y cómo la seducirás? —Charlie habló con mofa—. ¿Le vas a hacer un striptease como en los viejos tiempos?
Antes de fundar la empresa de la cual era el presidente, Marcos se ganaba la vida en los bares como stripper. Aunque habían sido días de infortunios, aún recordaba aquellas épocas con cariño.
—Haré todo lo que sea necesario —decidió, pensando cómo reaccionaría Alma si él lo hiciera—. De hecho, es exactamente lo que voy a hacer. Esta noche le daré un espectáculo a mi esposa. Gracias por la idea, Charlie.
—Me gustaría ver eso —bromeó su amigo—. ¿Puedo ir?
—Todo para ti es un chiste —dijo Marcos, divertido—. ¿Por qué nunca te tomas nada en serio?
Charlie inspiró profundo un poco aburrido. El hombre no entendía por qué Marcos parecía tan obsesionado con Alma. Ella era bonita y debía esconderse una esbelta figura bajo toda esa ropa. Pero existían muchas mujeres en el mundo.
—Sé lo que piensas —Marcos se sentó y miró a su amigo a los ojos—, y sé que no lo entiendes, pero quizá lo hagas algún día, cuando te enamores…
—Sí, como usted diga, galán de telenovela. Y ahora, si me lo permite, tengo cosas más importantes que hacer… Oye, por cierto. No vi a Victoria, tu secretaria, ¿pidió un permiso o algo?
—No, la despedí.
—¡¿La despediste?! —Protestó Charlie—, pero como se te ocurre despedir a semejante bombón. Es que, ¿en dónde vas a encontrar a otra mujer como ella? Además de bonita, inteligente, ¿eh?
—La despedí porque fue quien le dijo a Alma que Mónica estaba en mi oficina. Y sabes qué, seguimos hablando durante el almuerzo. Tengo mucho trabajo y tú también, regresa a tu puesto que para eso te pago.
—En realidad —Charlie se incorporó y caminó hacia la puerta—, estoy aquí para hacerte un favor. Solo imagina lo mucho que te aburrirías sin tu mejor amigo.
Marcos lanzó la pelota de goma al hombre y este se apresuró a marcharse. Ambos tenían más de treinta años, pero aún se comportaban como aquellos adolescentes que fueron.
***
Victoria Fernández divisaba la soleada mañana desde el balcón de su apartamento, ubicado en la sexta planta de un edificio. Junto a ella se encontraba Mónica Soler, contando un fajo de dinero.
—¿Es correcto? —Preguntó Victoria cuando la chica se empacó los billetes en la bolsa. Mónica asintió con la cabeza—. Te daré el resto cuando completes el trabajo.
—Será pronto, prima.
—Eso dijiste antes, y tardaste meses en seducirlo —Victoria dio una calada a su cigarrillo—. Nunca lo hubieras logrado sin mi ayuda.
Victoria había avisado a Alma sobre el encuentro de Marcos con Mónica. Desde que conoció a la esposa de su objetivo se mostró amable con ella y no le resultó complicado ganarse su confianza. Alma era demasiado ingenua para ser tan millonaria, aun así, Victoria optó por darle aquella prueba fehaciente de su amistad.
—¿Qué piensas hacerle? —preguntó Mónica.
—Eso no te incumbe. Tú limítate a cumplir.
Mónica también le había ayudado en el trabajo anterior. La mujer no sabía las verdaderas intenciones de Victoria, pero era claro que sospechaba. Una vez ella cumpliera con su cometido, Victoria tendría que decidir sobre su destino. A lo mejor la enviara a otro país, lejos de aquel lugar.
—Nunca me dirás por qué lo haces —dijo Mónica—. ¿Por qué quieres destruirles la vida a todos esos hombres?
—Si no quieres hacerlo…
—Lo haré. Necesito el dinero. Solo tengo un poco de curiosidad.
Victoria no dijo nada y Mónica comprendió que la conversación había dado por terminada.
—Te entregaré a Marcos Rubio pronto —dijo, dándole una última mirada—. Nos vemos en la noche.
Una vez la chica se marchó, Victoria miró hacia las montañas lejanas que circundaban la ciudad y recordó la forma como el hombre la trató cuando la despidió. Tuvo que hacer un gran esfuerzo por controlar sus impulsos. Muchos otros tipos habían sufrido por menos. Pero debía ser paciente, pronto llegaría aquel momento que tanto esperaba.
Cruzó la sala amueblada y se colocó frente a la pared junto a la chimenea. Separó la cortina blanca que la cubría y contempló el collage de imágenes.
Eran fotos de cinco hombres con una x roja marcada sobre su rostro. La sexta foto mostraba a Marcos con su esposa en un evento donde anunciaron su boda. Victoria la recortó de una revista. La había contemplado por horas, planeando el método de su trabajo.
—Es una verdadera lástima que seas tan guapo —dijo, palpando la foto con los dedos—, pero ya no hay marcha atrás. Contigo habré culminado mi venganza.
La casa de los Rubio estaba ubicada en el campo. Se trataba de una lujosa construcción de tres plantas hecha en madera, con ventanales que atrapaban la luz de los astros. Un camino de grava trabajada se extendía desde la puerta principal hasta el camino de tierra que debía cruzarse para llegar a la carretera principal. A los flancos y atrás de la vivienda, se divisaba un vasto césped verde que terminaba donde el bosque de abedules comenzaba. Alma se hallaba en la sala, sentada junto al piano. Matías yacía sobre su regazo. Todas las noches ella le daba lecciones de música al niño. A sus diecisiete meses resultaba complejo para él alcanzar las teclas más lejanas, así que Alma tocaba y él observaba. Luego le permitiría tocar una melodía al azar. Matías siempre mostró interés por la música. Dentro de las fantasías de Alma, estaba ver a su pequeño convertirse en un gran artista. Cuando tuviera la edad suficiente lo inscribiría en el coro de la iglesia. La mujer terminó de tocar y fue el t
Por un momento, Marcos estuvo tentado a llamar a Mónica y cumplir con su amenaza. En cambio, se comunicó con Charlie y acordaron reunirse en el bar que solían frecuentar en su juventud. Se trataba de un sitio ubicado al norte de la ciudad, conocido por presidir los mejores espectáculos de chicas. Acudían a este, políticos, empresarios y mafiosos. Solo en una ocasión Marcos había pagado por un servicio privado, en ánimos de saciar la curiosidad. No era su estilo pagar por un poco de placer. Por lo contrario, aquel tipo de mujeres eran las preferidas de Charlie. Aquella noche estaba convenciéndolo para que accediera a probar. —Ellas son Tiffany y Alicia —Charlie le presentó a dos sensuales mujeres con ropa poco recatada. Una de ellas era rubia y la otra pelinegra—. Si tan tímido eres, entonces, vamos los cuatro. Cada uno de su lado del colchón, ¿qué dices? Marcos apuró un trago de Whisky, negando con la cabeza: —Estás loco. Charlie rodó los ojos. Estrechó a las mujeres contra él y e
Después de darse una ducha, Alma se miró en el espejo. Los años no parecía haber pasado para ella. Estaba cerca de sus treinta, pero su rostro era el mismo que en las fotografías que se tomó cuando tenía veinte. Su piel lucía pálida bajo la luz, contrastando con el color rosáceo en sus labios y marrón en sus ojos. Desde que era una niña cuidó de su cabello, así que lucía un castaño sedoso cayendo por encima de sus hombros. Al igual que Marcos entrenaba cada mañana. Solo lo hacía para mantenerse fuerte y saludable. Jamás por vanidad, pero los cambios eran evidentes en su figura. Abrió la bata e inspeccionó su firme busto y la delgada cintura sin una gota de grasa. Solo se había mostrado de aquella forma ante su esposo. Él había alcanzado partes de ella que jamás creyó que alguien tocaría. Recordó la forma como el hombre la trabajó con los dedos la primera vez que estuvieron juntos, antes de entrar tiernamente en ella. No había sido horrible como su madre siempre le había dicho que se
Alma arribó a casa al anochecer y se encontró con Marcos y Matías en la cocina en medio del desastre que los dos habían hecho en vanos esfuerzos por preparar algunas galletas. El niño corrió a abrazarla, feliz de verla, pero Marcos le dio una mirada de indiferencia y continuó mezclando la harina. —Mati, sube a tu cuarto —ordenó Alma al pequeño—. Tu padre y yo tenemos asuntos que hablar. Enseguida te llevo algunas galletas. En cuanto el niño se hubo marchado, Alma caminó cerca de su esposo. El hombre estaba dándole la espalda, como si no le importara su presencia, o peor aún, le molestara. Alma había esperado sorprenderlo con su nuevo vestido azul que dejaba sus brazos al descubierto. —He venido a arreglar las cosas —dijo ella con decisión—. Así que haré todo lo que tú quieras. Marcos se volvió hacia ella, le dio un breve vistazo y contuvo una sonrisa. —¿Lo que yo quiera? —Inquirió en tono bajo y seductor—. ¿Estás segura? —Sí. Él deglutió y se mordió el labio cuando sus ojos apun
Marcos no estuvo de acuerdo con la decisión de Alma y se lo hizo saber una vez se encontraron solos en el despacho del hombre.—Pero no entiendo, ¿cuál es el problema? —Protestó Alma—. Siempre me dijiste que era la secretaria más eficiente que habías tenido y estoy segura de que ahora también lo hará muy bien.Victoria le había referido la razón por la cual Marcos la había despedido y tras una ligera reflexión, Alma comprendió por qué el hombre no la quería en casa.—No te gusta que sea mi amiga, ¿verdad? —Ella lo miró a los ojos.—No me gusta que sea una chismosa.—Ah, ya veo —Alma lo miró con desaprobación—. Entonces no tienes intenciones de cambiar. Vas a seguir portándote mal y temes que Victoria me lo cuente.A noche, después de hacer el amor, tuvieron una larga charla en la que Alma decidió que confiaría en la palabra de Marcos. Él nunca la había engañado, pero su actitud aún la hacía dudar.—No, no es eso —Su marido le posó las manos sobre los hombros y la miró arrugando la fre
—¿En dónde… carajo estabas? —Gruñó Marcos en cuanto Alma ingresó a su despacho para saludarlo. La mujer nunca le había dado razones para desconfiar de ella, pero, aun así, imágenes perversas de Alma con otro hombre cruzaron por su mente—. Te llamé al puto celular y no contestaste.Marcos lucía realmente furioso e hizo que el corazón de Alma latiera con fuerza, pero no debido al temor. Por alguna razón, aquella actitud dominante le calentaba la sangre.—Chist —Alma lo reprendió—. No uses ese vocabulario en casa. Matías podría escucharte… Fui de compras en la mañana y en la tarde me encontré con Andrea, mi psicóloga, inicié las sesiones de nuevo.Marcos pareció calmarse un poco, aunque en realidad Alma mintió en la primera parte. En realidad había pasado la mañana en la clínica dando inicio al tratamiento para su enfermedad.—¿De compras? —Marcos rodeó la mesa y se colocó frente a ella, cruzado de brazos. Llevaba una camiseta blanca con la piel del pecho al descubierto—. ¿Y qué comprast
La primera reacción de Victoria ante tan descabellada propuesta fue el rechazo, pero Alma no le dejó tomar una decisión todavía, en cambio le pidió que lo pensara con calma y le diera una respuesta después. Victoria accedió, pensando en la forma que utilizaría aquello a su favor.Jamás se convertiría en la esposa de un hombre que le había hecho tanto daño, pero quizá tenía en sus manos una nueva forma de acabarlo y no pensaba desaprovecharla.Más tarde, se dirigió al cuarto de Mati e ignoró la punzada de remordimiento al ver al pequeño descansando en su lecho.—Mami —dijo Mati somnoliento cuando entre abrió los ojos.—No, Victoria —ella tiró con cuidado de sus brazos—. Tienes que bajar a cenar. Tu madre preparó pastel de zanahoria.Mati se colgó de su cuello para que lo llevara alzado. Su piel se sentía muy suave y olía a bebé. Él no era como los otros pequeños que alguna vez Victoria conoció. Mati casi nunca lloraba y desde que ella llegó no había hecho una pataleta, por el contrario,
Alma regresó a casa al anochecer y encontró a Marcos, Matías y Victoria acomodados en el sofá de la sala mientras veían una película de caricaturas. Los dos hombres bebían lo que parecía ser espumoso chocolate. Victoria había optado por dejar el suyo sobre la mesa de cristal ante ellos. Después de saludar, Alma fue a sentarse al pie de Marcos, pero el hombre la detuvo. Ella creyó que se había enfadado por su tardanza y no la quería cerca, pero solo lo hizo porque aquella parte del mueble estaba húmedo.—Chocolate —le explicó Marcos—. Había una cucaracha en el vaso de Matías, pero Victoria evitó que lo probara a tiempo.—¿Una cucaracha? —Alma interrogó, volviéndose hacia Victoria—. ¿Cómo es posible? Siempre limpio todo muy bien.—Era una pequeña —respondió la niñera—. Vacié el chocolate y lavé la olla. De todas formas, este lo preparé en otra.Alma se acomodó del lado de Matías, planeando hacer una buena limpieza a su cocina mañana temprano. Vio la película en familia durante unos min