CAPÍTULO 3.

—Está hecho, Kael. La humana ya está fuera de la Reserva. —Nox se acercó a su líder con paso firme, sus ojos grises reflejaban determinación.

Kira, otra miembro de la manada, dio un paso adelante. Su presencia, aunque menos imponente, irradiaba una autoridad serena.

—La llevamos hasta el límite norte, cerca del viejo puente. Está a salvo, pero… no tardará en darse cuenta de que algo no está bien.

Kael asintió con un gruñido bajo, mostrando su satisfacción. Su mente, sin embargo, seguía trabajando en los posibles escenarios que podían desatarse ahora que Lina estaba fuera de su alcance.

***

Nox y Kira habían llegado al lugar donde aún permanecía Lina, siguiendo las órdenes de Kael. Como líder de la Manada de Valragh, él mismo les había encomendado la misión: sacar a la humana antes de que el caos se desatara.

Kira caminaba delante, con pasos ágiles y seguros. Su cabello rojizo, tan intenso como las hojas de otoño, parecía arder bajo los últimos rayos del sol. Su rostro, de facciones delicadas pero llenas de determinación, reflejaba el carácter que compartía con su hermano, Kael. Aunque era joven, había demostrado ser una guerrera feroz y leal, siempre dispuesta a proteger a los suyos.

Nox, en cambio, caminaba unos pasos detrás de ella, observándola con una mezcla de respeto y cariño. Alto y de complexión fuerte, Nox tenía un aura imponente que intimidaba a cualquiera que se atreviera a mirarlo por más de unos segundos. Su cabello oscuro y su barba corta le daban un aspecto salvaje, y sus ojos, de un gris casi plateado, parecían leer hasta los pensamientos más profundos. Había sido parte de Valragh durante años, y aunque era conocido por su carácter reservado, con Kira era diferente. Ella era su pareja, su ancla en medio de la tormenta que era la vida de un hombre lobo.

Ambos habían llegado al pequeño claro donde Lina estaba, ajena a la verdad. Para ella, ellos no eran más que guardabosques amables que querían ayudarla a salir de la reserva, donde, según ellos, “las rutas eran peligrosas por la fauna local”.

—Gracias por venir…—dijo Lina, sonriendo con alivio mientras se incorporaba lentamente.

Kira le devolvió la sonrisa, aunque había algo en sus ojos que delataba la tensión que llevaba dentro. No era fácil estar tan cerca de la mujer por la que Kael haría cualquier cosa, una humana que, sin saberlo, había capturado el alma del líder de Valragh.

—No te preocupes, estás a salvo con nosotros—respondió Kira con una voz suave pero firme.

Nox asintió, manteniendo su distancia. Su mirada recorría los alrededores en busca de cualquier peligro. Aunque no lo mostrara, sentía el peso de la responsabilidad que Kael había depositado en ellos. Sacar a Lina de la reserva no solo era una orden; era un acto de protección hacia alguien importante para el alfa, y fallar no era una opción.

Mientras avanzaban por el bosque, Lina comenzó a hacer preguntas, pero Kira fue rápida para desviarlas con respuestas convincentes. Sabía que ella no podía saber la verdad: que no eran guardabosques, sino lobos que la escoltaban lejos de la reserva porque Kael temía que algo le ocurriera si se quedaba.

Cuando finalmente llegaron al borde de la reserva, Kira se detuvo y miró a Nox. Sus ojos se encontraron en un intercambio silencioso; la misión estaba cumplida, pero los dos sabían que esto solo era el principio. Lina estaba fuera de peligro, al menos por ahora, pero la tormenta que se avecinaba era algo que ni siquiera ellos podrían contener.

Sin esperar una respuesta, ambos dieron media vuelta y desaparecieron entre las sombras del bosque, dejando a Lina al borde de la reserva, con más preguntas que respuestas.

***

Kael asintió con un gruñido bajo, mostrando su satisfacción. Justo cuando iba a darles nuevas órdenes, su cuerpo comenzó a convulsionar. Un dolor agudo recorrió cada fibra de su ser. Sus patas traseras se doblaron mientras su lomo se encorvaba y sus músculos se estiraban de forma antinatural.

—¡Kael! —exclamó Kira, dando un paso hacia él.

La transformación de Kael fue tan repentina como dolorosa. Al principio, un gruñido profundo escapó de su garganta, mezclándose con el sonido de sus huesos crujientes que se reacomodaban con violencia. Su pelaje comenzó a retroceder como si fuera consumido por llamas invisibles, dejando a la vista una piel pálida y cubierta de sudor. Cada contracción muscular era un espasmo visible, como olas que recorrían su cuerpo sin descanso.

El aire alrededor se llenó de un olor acre, mezcla de tierra, sangre y la energía primordial que emanaba de él. El crujir de sus costillas ajustándose y elongándose resonaba como un eco escalofriante en el silencio del bosque. Kael jadeaba con fuerza, sus colmillos desapareciendo en su boca mientras el dolor arrancaba de él un aullido desgarrador.

Los ojos de Kira estaban llenos de angustia. Ella quería acercarse, pero algo en su instinto la detuvo. Nox, en cambio, miraba fijamente la escena, sus puños cerrados y la tensión acumulándose en sus hombros. Podía sentir el peso de la transformación, la energía cruda que irradiaba Kael, y también el tormento emocional que estaba enfrentando su hermano.

Cuando finalmente la transición llegó a su fin, Kael se desplomó sobre sus rodillas, su respiración entrecortada. Sus manos, ahora humanas, quedaron clavadas en la tierra. Sus hombros subían y bajaban al ritmo de su agitada respiración, mientras gotas de sudor corrían por su piel.

Kira contuvo la respiración antes de hablar. —Kael… —susurró, pero la palabra quedó suspendida en el aire, incapaz de llegar a él.

Kael se incorporó lentamente, con los ojos todavía brillando con un dejo de ferocidad. Respiró hondo antes de dirigirse a ellos.

—Gracias por cumplir mi orden —dijo con voz ronca pero firme.

Kira observó a su hermano en silencio, notando la tensión en su mandíbula y la mirada perdida que lo delataban. Aunque él no dijera nada, ella podía sentirlo. Esa conexión especial entre lobos iba más allá de las palabras, y su instinto le revelaba lo que le estaba sucediendo.

Un ligero pesar se instaló en su pecho. Sabía lo que significaba ese cambio en él: se había imprimado con la humana. No necesitaba que lo admitiera, porque lo percibía en cada fibra de su ser, en la forma en que su energía vibraba diferente cuando hablaba de ella o siquiera la pensaba.

Kira suspiró, compadeciéndose en silencio. Imprimarse era una bendición y una condena al mismo tiempo, especialmente cuando la otra persona era tan... diferente.

—Kael, —dijo al fin, con una voz suave pero cargada de empatía—, ¿qué vas a hacer?

Pero Kael no respondió. Solo guardó silencio, su mirada fija en un punto invisible, mientras su lucha interna rugía más fuerte que cualquier palabra.

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