CAPÍTULO 10.

Lina llevaba una semana en Luzbria y, aunque se sentía cómoda en el Roca Sombra, sabía que eventualmente necesitaría un lugar propio. No había vuelto a ver al director del hospital desde aquel primer día de trabajo.

Una noche, antes de dormir, revisaba las cartas que su hermana le enviaba. Una en especial llamaba su atención cada vez que volvía a leerla. Ella mencionaba lo mucho que le gustaba la tranquilidad de su hogar: “Aquí en mi pequeña cabaña, el silencio es un bálsamo. Sólo el viento y los árboles me acompañan. A veces siento que no estoy sola, pero no de una manera aterradora…sino como si este lugar me acogiera.”

“Calle Brumas No. 12.”

Leyó la dirección en la parte superior de la carta. No estaba en el centro del pueblo, sino más cerca del límite de la Reserva. ¿Por qué su hermana había elegido vivir en un lugar tan apartado?

Se frotó los ojos mientras miraba el reloj de su teléfono: 09:37 p.m. Era tarde y, estaba cansada. Dudó por un momento, sopesando los pros y los contra
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