Dorian no respondió de inmediato. La había imaginado diferente. No tan… atractiva. Su belleza lo sorprendió, pero su odio era más fuerte que cualquier admiración.—Una dama, aquí, a estas horas… —musitó, como si hablara para sí mismo. Luego, sonrió de lado, una sonrisa que no traía nada bueno—. ¿Sabes que este bosque no es seguro para alguien como tú?Lina sintió una punzada de advertencia en el pecho y quiso retroceder, pero él ya se movía hacia ella con una rapidez inquietante.—No se acerque —dijo con firmeza.Dorian inclinó la cabeza con burla.—¿Y si… eso es lo que quiero?En un parpadeo, la tenía acorralada contra la cabaña. Sus manos atraparon sus muñecas, presionándolas con fuerza contra la pared.Lina forcejeó, pero su agarre era inhumano.—¡Suéltame! —gritó, su corazón golpeando con furia contra su pecho.Dorian la miró fijamente, sentirla tan cerca fue como recibir un golpe en la oscuridad. Su cuerpo reaccionó antes que su mente, una fuerza salvaje y antigua despertó en él,
Lina conducía su Jeep con la vista fija en el camino, avanzando con prisa hacia el hospital. Pero no esperaba encontrarse con una multitud bloqueando la calle principal. A medida que se acercaba, distinguió la agitación en los rostros de las personas y el sonido de gritos furiosos resonando en el aire. Sujetaban palos, hachas, cualquier cosa que pudieran usar como arma. Protestaban frente a la comisaría del pueblo, exigiendo respuestas.Lina apretó los labios. No necesitaba preguntar de qué se trataba. La muerte en la Reserva de Blackwood había encendido la ira de la gente. Exigían justicia, una solución inmediata.—¡Vaya!.. qué oportuno—murmuró, buscando dónde estacionar el Jeep.Encontró un sitio seguro y, sin otra opción, se adentró en la multitud. El bullicio era ensordecedor. Gritos, insultos, el eco de golpes contra las puertas de la comisaría. Algunos agitaban sus hachas en el aire, mientras los policías apostados en la entrada intentaban contener la situación.De repente, sint
—Maldito hipócrita —Dorian se movía entre las sombras del bosque, sus ojos dorados fijos en el automóvil estacionado en el claro. Minutos antes, un lobo de su manada lo había alertado de la presencia del auto.Sus garras se hundían en la tierra húmeda mientras observaba con una mezcla de furia y resentimiento. Dentro del auto, Kael y la humana se habían entregado el uno al otro sin reservas.La respiración de Dorian se volvió pesada. Su mandíbula se apretó al ver a Kael tomar lo que él nunca pudo tener. La imagen de aquella mujer del pasado apareció en su mente y, al instante, sus ojos ardieron de odio y deseo de venganza.—Infame traidor —gruñó entre dientes, sintiendo cómo la rabia lo consumía. Kael, el alfa que se creyó con derecho a decidir por todos, ahora se revolcaba con una simple humana. Dorian no quiso interferir… más bien, observó la escena con un deseo oscuro, casi primitivo. Sus ojos brillaron con una intensidad feroz mientras los miraba, una intensidad que despertó en
La jornada en el hospital había sido más ligera que otros días. Lina estaba en su consultorio, terminando los últimos detalles antes de retirarse, había hecho un gran esfuerzo para concentrarse en el trabajo.El eco del encuentro de esa mañana seguía vivo en su cuerpo. Su piel aún ardía con el rastro de sus caricias. Un cosquilleo persistente recorría su cuerpo, como si Kael aún estuviera sobre ella, marcándola, reclamándola.Se mordió el labio, reprimiendo una sonrisa que traicionaba su embriaguez. ¿Cómo podía ese hombre hacerla sentir así? Él la había llevado al límite del placer, al éxtasis más puro y abrasador que jamás había conocido y, deseaba volver a sentir esas sensaciones.Mientras caminaba por los pasillos del hospital, aun sentía su aroma en su piel, su presencia en cada latido de su corazón. —Te ves… diferente hoy —El comentario de una de sus colegas la sorprendió, haciéndola detenerse por un instante.Lina soltó una risa nerviosa, tratando de ocultar el leve sobresalto
El fuego crepitaba en el centro del claro, iluminando los rostros tensos de la manada. Dorian estaba de pie frente a ellos, con la postura de un líder indiscutible, su voz cortando el silencio como una cuchilla.—Hermanos —comenzó, su voz profunda y grave—. Una vez más, nuestra paz está amenazada.El silencio se extendió entre ellos, mientras Dorian avanzaba, caminando lentamente alrededor del fuego, observando a cada miembro de la manada Shadowfang. Lobos renegados, cada uno cargando un pasado oscuro y un profundo resentimiento hacia las estructuras y las reglas que Kael representa.—Hace años dejamos clara nuestra posición. Los humanos no tienen cabida en nuestra vidas —sus ojos brillaban con una furia contenida, y cada palabra que salía de su boca estaba impregnada de odio—. Los humanos… —escupió la palabra como si le quemaran los labios—. No son solo parásitos que se arrastran por esta tierra, son… el enemigo. Dorian apretó los puños, y su mirada recorrió a cada uno de los miembr
Lina se retiró con el corazón latiéndole con furia en el pecho. Sus pasos resonaban en el pasillo mientras la imagen de Kael y la desconocida se repetía en su mente. Sintió un nudo en la garganta y aceleró el paso hasta llegar a su consultorio. Entró rápidamente y cerró la puerta tras de sí, apoyando la espalda contra ella, con la respiración entrecortada. No pudo contener más las lágrimas y se cubrió el rostro con las manos, dejando escapar un sollozo silencioso.Unos segundos después, unos golpes firmes sonaron en la puerta.—Lina, ábreme —pidió Kael desde el otro lado.Ella apretó los labios y negó con la cabeza, aunque sabía que él no podía verla.—Por favor —insistió su voz, más baja esta vez.Lina respiró hondo y se apartó lentamente de la puerta. No quería enfrentarlo, pero tampoco quería mostrarse débil. Se secó las lágrimas apresuradamente y caminó hasta su escritorio, sentándose con la mayor compostura que pudo fingir. Su bata de médico caía abierta sobre su vestido corto, d
Las llamas devoraban la cabaña con furia, envolviendo las paredes de madera y consumiendo todo a su paso. El fuego crepitaba como una bestia hambrienta, iluminando la noche con su resplandor anaranjado. Dorian y sus lobos observaban desde la distancia, sus siluetas apenas visibles entre la espesura del bosque. La venganza tenía un olor dulce, el de la madera quemada y la desesperación ajena.—¡Arthur! ¡La cabaña! ¡Está ardiendo! —Arthur estaba en el hotel cuando la gente del pueblo irrumpió, gritando su nombre.El mundo se detuvo por un segundo. Luego, su corazón se desbocó. Salió apresurado, su respiración entrecortada, y al llegar vio las llamas devorando la estructura frente a él.Varias personas ya intentaban contener el fuego con baldes de agua y mantas húmedas.—¡No se acerque, Arthur! —gritó un hombre entre el caos—. ¡Es peligroso!—¡Apártese de ahí! —insistió otra voz—. ¡La estructura puede derrumbarse en cualquier momento!Pero Arthur no escuchó. O no quiso hacerlo. Su instin
Arthur yacía en la cama del hospital, conectado a una red de máquinas que pitaban con un ritmo irregular, como si estuvieran peleando por mantenerlo con vida. La luz blanca de la sala de terapia intensiva le confería un aire frío y aséptico, acentuado por el constante murmullo de los aparatos que monitorizaban cada latido de su corazón debilitado.—La presión sigue inestable —anunció una de las enfermeras mientras revisaba la pantalla del monitor.—Aumenten la dosis de norepinefrina. Necesitamos estabilizarlo ahora —ordenó el cardiólogo con firmeza.Lina asintió y ayudó a preparar la medicación. Sus manos, por lo general firmes y seguras, ahora temblaban ligeramente. Respiró hondo, obligándose a recuperar el control. Arthur no podía irse. No así.Los minutos transcurrieron con una tensión insoportable. Cada vez que el monitor emitía un pitido más agudo, el corazón de Lina daba un vuelco. Su mirada se posó en el rostro pálido de Arthur, en la forma en que su pecho subía y bajaba débilm