La jornada en el hospital había sido más ligera que otros días. Lina estaba en su consultorio, terminando los últimos detalles antes de retirarse, había hecho un gran esfuerzo para concentrarse en el trabajo.El eco del encuentro de esa mañana seguía vivo en su cuerpo. Su piel aún ardía con el rastro de sus caricias. Un cosquilleo persistente recorría su cuerpo, como si Kael aún estuviera sobre ella, marcándola, reclamándola.Se mordió el labio, reprimiendo una sonrisa que traicionaba su embriaguez. ¿Cómo podía ese hombre hacerla sentir así? Él la había llevado al límite del placer, al éxtasis más puro y abrasador que jamás había conocido y, deseaba volver a sentir esas sensaciones.Mientras caminaba por los pasillos del hospital, aun sentía su aroma en su piel, su presencia en cada latido de su corazón. —Te ves… diferente hoy —El comentario de una de sus colegas la sorprendió, haciéndola detenerse por un instante.Lina soltó una risa nerviosa, tratando de ocultar el leve sobresalto
El fuego crepitaba en el centro del claro, iluminando los rostros tensos de la manada. Dorian estaba de pie frente a ellos, con la postura de un líder indiscutible, su voz cortando el silencio como una cuchilla.—Hermanos —comenzó, su voz profunda y grave—. Una vez más, nuestra paz está amenazada.El silencio se extendió entre ellos, mientras Dorian avanzaba, caminando lentamente alrededor del fuego, observando a cada miembro de la manada Shadowfang. Lobos renegados, cada uno cargando un pasado oscuro y un profundo resentimiento hacia las estructuras y las reglas que Kael representa.—Hace años dejamos clara nuestra posición. Los humanos no tienen cabida en nuestra vidas —sus ojos brillaban con una furia contenida, y cada palabra que salía de su boca estaba impregnada de odio—. Los humanos… —escupió la palabra como si le quemaran los labios—. No son solo parásitos que se arrastran por esta tierra, son… el enemigo. Dorian apretó los puños, y su mirada recorrió a cada uno de los miembr
Lina se retiró con el corazón latiéndole con furia en el pecho. Sus pasos resonaban en el pasillo mientras la imagen de Kael y la desconocida se repetía en su mente. Sintió un nudo en la garganta y aceleró el paso hasta llegar a su consultorio. Entró rápidamente y cerró la puerta tras de sí, apoyando la espalda contra ella, con la respiración entrecortada. No pudo contener más las lágrimas y se cubrió el rostro con las manos, dejando escapar un sollozo silencioso.Unos segundos después, unos golpes firmes sonaron en la puerta.—Lina, ábreme —pidió Kael desde el otro lado.Ella apretó los labios y negó con la cabeza, aunque sabía que él no podía verla.—Por favor —insistió su voz, más baja esta vez.Lina respiró hondo y se apartó lentamente de la puerta. No quería enfrentarlo, pero tampoco quería mostrarse débil. Se secó las lágrimas apresuradamente y caminó hasta su escritorio, sentándose con la mayor compostura que pudo fingir. Su bata de médico caía abierta sobre su vestido corto, d
Las llamas devoraban la cabaña con furia, envolviendo las paredes de madera y consumiendo todo a su paso. El fuego crepitaba como una bestia hambrienta, iluminando la noche con su resplandor anaranjado. Dorian y sus lobos observaban desde la distancia, sus siluetas apenas visibles entre la espesura del bosque. La venganza tenía un olor dulce, el de la madera quemada y la desesperación ajena.—¡Arthur! ¡La cabaña! ¡Está ardiendo! —Arthur estaba en el hotel cuando la gente del pueblo irrumpió, gritando su nombre.El mundo se detuvo por un segundo. Luego, su corazón se desbocó. Salió apresurado, su respiración entrecortada, y al llegar vio las llamas devorando la estructura frente a él.Varias personas ya intentaban contener el fuego con baldes de agua y mantas húmedas.—¡No se acerque, Arthur! —gritó un hombre entre el caos—. ¡Es peligroso!—¡Apártese de ahí! —insistió otra voz—. ¡La estructura puede derrumbarse en cualquier momento!Pero Arthur no escuchó. O no quiso hacerlo. Su instin
Arthur yacía en la cama del hospital, conectado a una red de máquinas que pitaban con un ritmo irregular, como si estuvieran peleando por mantenerlo con vida. La luz blanca de la sala de terapia intensiva le confería un aire frío y aséptico, acentuado por el constante murmullo de los aparatos que monitorizaban cada latido de su corazón debilitado.—La presión sigue inestable —anunció una de las enfermeras mientras revisaba la pantalla del monitor.—Aumenten la dosis de norepinefrina. Necesitamos estabilizarlo ahora —ordenó el cardiólogo con firmeza.Lina asintió y ayudó a preparar la medicación. Sus manos, por lo general firmes y seguras, ahora temblaban ligeramente. Respiró hondo, obligándose a recuperar el control. Arthur no podía irse. No así.Los minutos transcurrieron con una tensión insoportable. Cada vez que el monitor emitía un pitido más agudo, el corazón de Lina daba un vuelco. Su mirada se posó en el rostro pálido de Arthur, en la forma en que su pecho subía y bajaba débilm
La luna llena se alzaba sobre la reserva, bañando la espesura del bosque con su luz plateada. El aire era denso, y la presencia de los lobos reunidos en el claro sagrado llenaba el ambiente. Aquel era un lugar ancestral, un círculo de piedras desgastadas por el tiempo donde generaciones de líderes habían tomado decisiones cruciales para la manada.Kael se encontraba de pie en el centro, con la mirada fija en los ancianos que había convocado. Sus ojos dorados reflejaban la luz de la luna, y su postura firme transmitía autoridad. Frente a él, sentados en los troncos dispuestos en semicírculo, estaban los lobos más viejos y sabios de la manada. Entre ellos, Thorn, el más antiguo de todos, con su cabello gris y su rostro surcado de cicatrices, observaba a Kael con un gesto severo. A su lado estaba Selene, su madre, la hembra más respetada entre ellos. Sus ojos reflejaban la misma intensidad que los de su hijo.Kael respiró hondo antes de comenzar.—Los he convocado esta noche porque neces
—Tenemos que encontrarla —dijo Kael con voz firme—. No puede haber desaparecido sin dejar rastro.Ragnar, que hasta ese momento se mantenía en silencio, miró a Kael con gravedad. En sus brazos descansaba Emma, su pequeña hija de apenas un año. La niña murmuró algo en su media lengua infantil y se acomodó contra su pecho, ajena a la tensión que llenaba el aire.—Yo me encargaré —respondió Ragnar sin titubeos.Caminó hasta donde estaba Kira y con una suavidad impropia de su imponente figura le entregó a la niña.—Cuídala bien —susurró. Ragnar se inclinó sobre ella y le depositó un beso en la frente, su aliento cálido rozando su piel. Luego, con la misma dulzura, añadió—: Traeré a tu madre de vuelta.La niña lo miró en silencio, sus ojos grandes reflejando una mezcla de inocencia y confianza, como si en sus palabras no hubiera ninguna duda, solo certeza.Kira tomó a Emma con cuidado, su mirada alternando entre la niña y su padre. Entendía lo que estaba en juego.—Está en buenas manos, n
Kael exhaló con fuerza y pasó una mano por su cabello, sintiendo cómo la tensión se disipaba poco a poco. Ragnar había encontrado a Clara. Por ahora, todo estaba en aparente calma.Su mente lo llevó a Lina, a su aroma, a la calidez de su cuerpo. —Necesito verla. Necesito estar con ella —pensó, y sin dudarlo más, se encaminó de regreso a casa.Empujó la puerta y entró, sus sentidos inmediatamente captaron su aroma.El sonido del agua corriendo lo hizo detenerse. Su lobo reaccionó al instante, reconociendo su cercanía. Avanzó sin hacer ruido, siguiendo el sonido hasta llegar al baño. La puerta de vidrio estaba cubierta de vapor, pero aún así, la silueta de Lina se perfilaba con claridad. Su piel resplandecía bajo el agua, sus manos se deslizaban por su cuerpo, enjabonándose con lentitud, disfrutando de la sensación del agua caliente.Kael sintió que el calor que lo invadía no provenía sólo de la temperatura del baño. Su mirada quedó atrapada en cada movimiento de ella, en la forma en q