CAPÍTULO 20.

—Tenemos que encontrarla —dijo Kael con voz firme—. No puede haber desaparecido sin dejar rastro.

Ragnar, que hasta ese momento se mantenía en silencio, miró a Kael con gravedad. En sus brazos descansaba Emma, su pequeña hija de apenas un año. La niña murmuró algo en su media lengua infantil y se acomodó contra su pecho, ajena a la tensión que llenaba el aire.

—Yo me encargaré —respondió Ragnar sin titubeos.

Caminó hasta donde estaba Kira y con una suavidad impropia de su imponente figura le entregó a la niña.

—Cuídala bien —susurró.

Ragnar se inclinó sobre ella y le depositó un beso en la frente, su aliento cálido rozando su piel. Luego, con la misma dulzura, añadió—: Traeré a tu madre de vuelta.

La niña lo miró en silencio, sus ojos grandes reflejando una mezcla de inocencia y confianza, como si en sus palabras no hubiera ninguna duda, solo certeza.

Kira tomó a Emma con cuidado, su mirada alternando entre la niña y su padre. Entendía lo que estaba en juego.

—Está en buenas manos, n
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