CAPÍTULO 22.

El vapor aún flotaba en el aire cuando Lina se recostó contra la pared de la ducha, con el corazón acelerado y la piel sensible bajo el roce de las gotas que seguían deslizándose lentamente. Kael, frente a ella, mantenía las manos en su cintura, su aliento cálido acariciando su cuello mientras le depositaba un beso suave, casi reverente, en la clavícula.

La intensidad de lo que acababan de compartir aún ardía entre ellos. Ella cerró los ojos, tratando de controlar el temblor que recorría su cuerpo, pero la forma en la que Kael la acariciaba, como si no pudiera apartarse de ella, la hacía sentir atrapada en ese fuego que él provocaba.

—Deberíamos salir antes de que nos quedemos sin agua caliente —murmuró ella, con una sonrisa suave.

Kael no respondió. Sintió que el calor en él aumentaba nuevamente y un impulso lo atravesó. Su cuerpo respondía sin control, su miembro despertando de nuevo, erecto por la excitación. La presión en su entrepierna era inconfundible, un recordatorio de lo que
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