CAPÍTULO 23.

Lina despertó en la cama, rodeada por la suave luz de la mañana que se filtraba a través de las cortinas. El lugar parecía en silencio, y al mirar a su alrededor, notó que Kael no estaba a su lado. Recordaba el calor de su piel en la ducha, pero ahora, el espacio estaba vacío, dejando un leve eco de su ausencia. Un nudo se formó en su estómago mientras se levantaba y, sin pensarlo demasiado, se vistió rápidamente. Se puso un vestido blanco, simple pero elegante, que abrazaba su figura de manera natural, resaltando sus curvas con una suavidad que la hacía sentir cómoda.

Al salir de la habitación, se dirigió hacia la cocina, y allí encontró algo inesperado: un desayuno perfectamente dispuesto sobre la mesa. Huevos revueltos, pan recién tostado, frutas frescas y una taza de té humeante. Todo parecía hecho con esmero.

Antes de que pudiera preguntarse quién lo había preparado, una voz suave interrumpió sus pensamientos:

—Siéntate, querida, yo me encargaré —Una señora mayor, con una expres
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