CAPÍTULO 24.

Kael abrió la puerta con suavidad, dejando que Lina entrara primero. La habitación era luminosa y estaba decorada con tonos suaves. Arthur yacía en la cama, su respiración era pausada, aunque su rostro aún reflejaba el cansancio.

Ella se acercó despacio, como si temiera despertarlo, y se sentó en una silla al lado de la cama. Sus ojos recorrieron el rostro pálido de Arthur, notando lo frágil que se veía. Kael permaneció junto a la puerta, observándolos en silencio por un momento antes de hablar.

—Lina... —dijo en voz baja, llamando su atención.

Ella levantó la vista y lo miró con curiosidad.

—Tengo que ausentarme un par de días —continuó Kael con tono serio.

Lina frunció el ceño. —¿Sucede algo? —preguntó con un hilo de preocupación en la voz.

—No es nada grave. Solo un trámite que no puedo posponer —respondió él, pero había algo en su mirada que Lina no pudo descifrar del todo.

—¿Puedo ayudarte en algo? —insistió, queriendo comprender si había algo más detrás de sus palabras.

Kael vac
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