El alfa sentía una feroz guerra dentro de él, una batalla entre lo que sabía que debía hacer y lo que su corazón le dictaba. El vínculo que se había formado con la humana, era un peligro que no había anticipado. Su mente estaba llena de tormentas oscuras, pensamientos que se mezclaban con la preocupación por la manada, por el futuro incierto que podría desatarse si esta situación continuaba.
"Esto no debía pasar," pensaba, mientras sus ojos recorrían a Lina con una mezcla de urgencia y desespero. Sabía que su presencia en ese lugar ponía en riesgo no solo su vida, sino la de todos los que él amaba, los de su manada. Pero el instinto lo había llevado hasta ella, y ahora su única prioridad era mantenerla a salvo, sin importar las consecuencias.
Con voz grave, casi rota, le dijo:
—Tienes que irte. Este lugar no es seguro. Es mejor que te vayas, antes de que todo empeore.
Lina, desorientada y aterrada, aún no lograba procesar lo que había ocurrido. La confusión y el miedo la envolvían. Con la mirada fija en él, le preguntó, su voz temblorosa:
— ¿Qué... qué acaba de pasar? No entiendo... ¿Qué son esas bestias que aparecieron? Nunca he visto nada como eso. ¿Qué son?
Kael la observó en silencio, la angustia reflejada en su rostro. Tenía que decidir qué revelar, qué mentir y qué ocultar. Pero sabía que había cosas que ella no podría comprender, cosas que ni siquiera él quería enfrentar.
Ambos se quedaron allí, en silencio, el mundo a su alrededor parecía desvanecerse, se miraban fijamente, como si el tiempo se hubiera detenido por un instante. Los ojos de Kael, llenos de tormenta y de algo mucho más profundo, se clavaban en los de Lina, atrapándola sin piedad. Ella, por su parte, sentía como si su cuerpo hubiera dejado de responderle. Cada fibra de su ser estaba inmersa en una tensión eléctrica, en una presión silenciosa que no podía explicar, pero que, sin embargo, la envolvía por completo.
A pesar del miedo y de la confusión que aún se aferraban a ella, algo en su interior se rompió. Algo en su pecho comenzó a latir de manera diferente, acelerada, como si su alma misma estuviera siendo llamada por una fuerza que jamás había sentido antes. La mirada de ese hombre tenía un magnetismo extraño, y no pudo evitar ceder a esa atracción que la consumía por dentro.
Nunca había experimentado una emoción tan pura, tan intensa. El calor que emanaba de él, la energía que parecía emanar desde su ser, la envolvía y la arrastraba. Fue como si todo lo que había conocido hasta ese momento se desvaneciera en la presencia de aquel hombre, dejándola vulnerable, expuesta a una tormenta de sensaciones que no sabía cómo manejar. La seguridad que antes creía tener se desmoronó, y en su lugar, apareció algo nuevo, algo salvaje y arrebatador, que la llamaba a rendirse, a abandonarse a lo que él representaba.
Lina apenas pudo mover un músculo, como si cada parte de su ser estuviera siendo guiada por una corriente invisible hacia él. Sin palabras, sin explicaciones, dejó que esa emoción la arrastrara, como una corriente bajo el agua, sumergiéndola más y más en un abismo de sensaciones desconocidas.
Kael, inmóvil por un instante , la observaba como si estuviera grabando cada detalle de su cuerpo, y esa forma en que la miraba encendió en ella un fuego en su interior que no sabía cómo apagar. Su mirada era intensa, hipnotizante, como si pudiera desnudarla con un solo vistazo.
Cuando Kael se acercó, ella quiso retroceder, pero su cuerpo no respondió; en el fondo no quería hacerlo. Algo más poderoso que el miedo la mantenía fija en ese lugar, atrapada en el calor que emanaba de él.
Él levantó una mano para tocarla, el roce de sus dedos en su mandíbula fue tan delicado como un susurro, pero tan intenso que el cuerpo de ella tembló bajo su toque. El pulso en su garganta se aceleró cuando él se inclinó hacia ella, su aliento cálido rozándole los labios antes de que sus bocas finalmente se encontraran.
El beso no fue un roce tímido. Fue hambre, fue fuego. Kael la tomó de la cintura, atrayéndola contra él con una fuerza que le robó el aliento. Lina se perdió en la sensación de sus labios, en la forma en que su lengua acariciaba la suya con una precisión devastadora, encendiendo cada fibra de su ser. Sus manos, temblorosas al principio , se enredaron en el cabello de Kael, tirando de él para profundizar el contacto.
Él bajó lentamente las manos por su espalda, dibujando un camino ardiente hasta el contorno de sus caderas. Su cuerpo se amoldó al de él como si hubieran sido hechos para encajar. Cuando él dejó sus labios y comenzó a trazar un camino de besos por su cuello, Lina sintió que su respiración se volvía irregular. La forma en que sus labios y dientes jugaban con su piel la hizo arquearse contra él, buscando más , necesitando más.
Las manos de Kael se aferraron a sus caderas con más intensidad, atrayéndola hacia sí de manera abrupta. El movimiento fue tan brusco que ella sintió un dolor agudo en su piel.
Entonces, algo cambió en él. Primero, fue el calor, un fuego que comenzó a arder en su piel, diferente al calor del deseo. Era abrasador, como si algo estuviera intentando liberarse desde dentro. Luego, su respiración, se volvió errática, demasiado pesada. Sus manos temblaban, y un escalofrío le recorrió la columna.
—¿Qué pasa? —susurró ella, notando el cambio en él. Pero su voz se perdió en el rugido que comenzó a formarse en sus oídos.
Sus sentidos se intensificaron, podía escuchar los latidos acelerados del corazón de la humana, podía sentir el calor de su sangre fluyendo bajo su piel. Sus ojos comenzaron a arder, y cuando cerró los párpados por un momento, el miedo lo atravesó: sabía que al abrirlos, sus pupilas ya no serían humanas.
—¡No! —exclamó apartándose de golpe.
Lina quedó atónita mientras él se alejaba, sus manos alzadas como si necesitara mantener una distancia segura. Su cuerpo temblaba, su pecho subía y bajaba de manera irregular, y un sudor frío le cubría la frente.
—¡No te acerques! —gruño, con una voz que no era completamente suya. Era más grave, más áspera, y resonaba como un eco animal que la aterrorizó.
Se llevó las mano a la cabeza intentando recuperar el control. Pero era inutil. Podía sentir sus garras afiladas bajo sus uñas, sus músculos tensarse, la bestia en su interior exigiendo libertad. Entonces, levantó la mirada hacia ella, y vio el miedo en sus ojos. Ese miedo fue suficiente para destrozarlo.
Antes de que ella pudiera reaccionar, Kael giró y corrió hacia el bosque. Su cuerpo se movía con una rapidez sobrenatural, y cada paso lo llevaba más lejos de ella, pero no de su aroma, que aún lo perseguía, que aún alimentaba la bestia dentro de él.
Se detuvo varios metros después, cayendo de rodillas junto a un viejo árbol. Sus uñas ya eran garras, sus colmillos asomaban, y su pecho ardía con la transformación incompleta. Luchó contra ella con todas sus fuerzas, con el único pensamiento de aquella humana en su mente. No podía arriesgarse a lastimarla.
Lina permaneció inmóvil, abrazándose a sí misma mientras el viento susurraba entre los árboles. No sabía qué había ocurrido.
—Está hecho, Kael. La humana ya está fuera de la Reserva. —Nox se acercó a su líder con paso firme, sus ojos grises reflejaban determinación.Kira, otra miembro de la manada, dio un paso adelante. Su presencia, aunque menos imponente, irradiaba una autoridad serena.—La llevamos hasta el límite norte, cerca del viejo puente. Está a salvo, pero… no tardará en darse cuenta de que algo no está bien.Kael asintió con un gruñido bajo, mostrando su satisfacción. Su mente, sin embargo, seguía trabajando en los posibles escenarios que podían desatarse ahora que Lina estaba fuera de su alcance.***Nox y Kira habían llegado al lugar donde aún permanecía Lina, siguiendo las órdenes de Kael. Como líder de la Manada de Valragh, él mismo les había encomendado la misión: sacar a la humana antes de que el caos se desatara.Kira caminaba delante, con pasos ágiles y seguros. Su cabello rojizo, tan intenso como las hojas de otoño, parecía arder bajo los últimos rayos del sol. Su rostro, de facciones de
Lina condujo de regreso al pueblo de Luzbria, ubicado a ocho kilómetros de la Reserva de Blackwood. La carretera serpenteaba entre densos árboles que parecían cerrar el paso, envolviéndola en una penumbra inquietante. Su mente era un torbellino de pensamientos que iban y venían a una velocidad vertiginosa.Todavía podía sentir esa sensación extraña que aquel hombre le había provocado. Había algo en él, en su voz grave y en su mirada intensa, que la había dejado desorientada, como si hubiera sido tocada por una energía desconocida. Pero esa sensación se mezclaba ahora con el miedo que la había invadido momentos antes. Recordaba cómo su corazón había latido con fuerza, convencida de que sería devorada por aquellos animales salvajes. Incluso ahora, su respiración se volvía errática al recordar esos ojos brillando en la oscuridad, esas sombras que parecían moverse con una inteligencia aterradora.Sin embargo, hubo un pensamiento que le erizó la piel por completo. Clara. La posibilidad de
La alarma del móvil sonó a las 7 a.m., cortando el silencio de la habitación con su tono insistente. Lina despertó sobresaltada, entrecerrando los ojos mientras estiraba una mano hacia la mesita de noche para apagar el dispositivo. Se sentó en la cama unos segundos, tratando de despejar su mente, pero la verdad era que no había dormido bien. Llevó ambas manos a su rostro, intentando contener el torbellino de emociones que la invadía. Todo lo que había vivido en la reserva desfilaba por su mente como un torrente incontrolable. Cerró los ojos con fuerza, deseando que todo aquello fuera sólo una pesadilla, algo de lo que pudiera despertar. Pero no, sabía que había sucedido realmente. Cada imagen, cada sensación estaba grabada en su memoria con una nitidez dolorosa. Sus manos temblaban al bajar lentamente, mientras un suspiro cargado de resignación escapaba de sus labios.Después de salir del baño, se vistió con rapidez. Eligió un pantalón ajustado que resaltaba su figura, una camisa d
—Eres un inutil —gritaba el líder de la manada Shadowfang, Dorian Howlstone. Su voz resonaba en el aire mientras, con un movimiento rápido y preciso, desató un latigazo sobre uno de sus hombres. El sonido del látigo cortando el aire fue seguido por un fuerte crack cuando impactó contra la piel del hombre, que apenas pudo reaccionar antes de que otro latigazo lo alcanzara.Uno de los lobos de su manada había atacado a un humano, pero, a pesar de la brutalidad del ataque, lo había dejado gravemente herido, apenas aferrándose a la vida. El humano fue rescatado y llevado al hospital, pero para Dorian, el simple hecho de que hubiera sobrevivido era una violación de las estrictas normas de su manada. Según su código, no podían dejar a ningún humano vivo, quienes siempre eran presas para ellos.Dorian, líder de su propia facción de licántropos, era conocido por su naturaleza cruel y despiadada. No había compasión en su corazón, ni remordimientos por sus actos sangrientos. Para él, los humano
Nyssa se había alejado hacia una parte remota de la reserva, donde la vegetación era más espesa y el aire tenía un aroma salvaje y terroso. Su cuerpo aún ardía de energía por el momento que había compartido con Dorian, pero la conexión con él también había desatado un hambre voraz, una necesidad primaria que no podía ignorar.Sus patas comenzaron a hundirse ligeramente en el suelo húmedo mientras avanzaba, con los sentidos alerta. La noche avanzaba, un movimiento llamó su atención. Entre los árboles, un ciervo joven se deslizaba con cautela, ajeno a la presencia del depredador. Nyssa se ocultó, sus ojos dorados centellearon bajo la luz de la luna y, a los pocos segundos, en un salto rápido y letal, lo alcanzó, derribándolo al suelo. Sus colmillos se hundieron en la carne del animal, y el sabor metálico de la sangre llenó su boca. Permanecía agazapada sobre su presa, devorando los restos del ciervo con ansia, sus colmillos desgarraban carne mientras la sangre tibia manchaba su hocico
El aullido rompió la calma en la Reserva, esparciéndose como un eco entre los árboles. Un lobo de la manada de Valragh había dado el aviso. En lo profundo del bosque, un grupo de hombres se agrupaba, sus rostros tensos bajo la sombra de los árboles. Las armas estaban listas, el acero frío en sus manos, mientras sus corazones latían con fuerza, anticipando lo que estaba por venir.Al escuchar el aullido, se erizaron. Un escalofrío recorrió sus espinas dorsales, y sus corazones comenzaron a latir con fuerza.—¿Qué fue eso? —preguntó uno de ellos, su voz tensa, tratando de esconder su nerviosismo.—Un lobo… —murmuró otro, su rostro pálido bajo la luz de la linterna—. Es uno de ellos.El líder de los cazadores apretó los dientes y levantó la vista, los ojos ardientes de rabia.—Es solo un lamento, nada más —gruñó, intentando reprimir el miedo que empezaba a apoderarse del grupo—. ¡Vamos! —Pero, a pesar de sus palabras, los cazadores no pudieron evitar mirar con nerviosismo a su alrededor.
Ese viento rozó la piel del alfa, pero un calor que empezó a arder en su interior no tenía nada que ver con el clima. Sus ojos seguían fijos en el punto donde Ragnar y su compañera habían desaparecido, entrelazados en un vínculo irrompible.Un anhelo primitivo lo golpeó con fuerza. Un deseo profundo y feroz, imposible de ignorar. Su mate.Solo pensar en ella encendió cada fibra de su cuerpo. Un escalofrío placentero recorrió su espalda, seguido de un calor abrasador que le tensó los músculos. Sus garras querían liberarse, como respuesta a la urgencia que lo dominaba. Sus sentidos se agudizaron. El viento cambió de dirección, y entonces lo sintió. Su aroma. Dulce, inconfundible, una mezcla de flores silvestres y algo más, algo que lo volvía loco. Su rastro se alejaba del bosque y se perdía entre las calles del pueblo. Kael entrecerró los ojos. Ya sabía dónde encontrarla.El latido en su pecho se aceleró. Cerró los ojos y la imaginó: sus labios entreabiertos, su piel tibia bajo sus ma
Lina llevaba una semana en Luzbria y, aunque se sentía cómoda en el Roca Sombra, sabía que eventualmente necesitaría un lugar propio. No había vuelto a ver al director del hospital desde aquel primer día de trabajo.Una noche, antes de dormir, revisaba las cartas que su hermana le enviaba. Una en especial llamaba su atención cada vez que volvía a leerla. Ella mencionaba lo mucho que le gustaba la tranquilidad de su hogar: “Aquí en mi pequeña cabaña, el silencio es un bálsamo. Sólo el viento y los árboles me acompañan. A veces siento que no estoy sola, pero no de una manera aterradora…sino como si este lugar me acogiera.” “Calle Brumas No. 12.” Leyó la dirección en la parte superior de la carta. No estaba en el centro del pueblo, sino más cerca del límite de la Reserva. ¿Por qué su hermana había elegido vivir en un lugar tan apartado?Se frotó los ojos mientras miraba el reloj de su teléfono: 09:37 p.m. Era tarde y, estaba cansada. Dudó por un momento, sopesando los pros y los contra