Lina Winters apretó el volante del Jeep, el sonido de las ruedas sobre el camino de tierra resonaba a través del silencio denso del atardecer. La Reserva natural de Blackwood estaba en lo profundo de un valle. Las montañas cubiertas de pinos se alzaban como sombras gigantes contra un cielo que comenzaba a oscurecer, pintando todo con tonos de gris y azul. El aire fresco traía consigo el olor a tierra mojada y madera, una fragancia cruda que parecía invadir sus pulmones con cada respiro.
Al llegar al borde de la reserva, se detuvo en un claro solitario y observó la vasta extensión de árboles que se extendían ante ella. El paisaje era tan hermoso como inquietante: vastas colinas cubiertas de un espeso manto de árboles, y en el horizonte, una cadena montañosa que parecía abrazar el cielo.
—Este es el lugar donde Clara desapareció —susurró, como si al decirlo, las palabras pudieran explicarle algo que llevaba un año preguntándose. Su corazón latía con fuerza mientras miraba hacia el bosque, preguntándose si su hermana también habría sentido esa misma mezcla de fascinación y temor al llegar aquí.
Pero Clara no había regresado.
El aire había comenzado a enfriarse, y Lina sintió una ligera presión en su pecho, como si el bosque respirara a su alrededor. Era una sensación completamente nueva, en ese momento, todo parecía más vivo, más presente. El viento había cesado, y el único sonido era el latido de su propio corazón acelerado por una mezcla de incertidumbre y expectación.
Un susurro, como un aullido lejano, la hizo detenerse en seco. Fue un sonido bajo, gutural, como el eco de algo salvaje y primitivo. Lina se giró rápidamente, pero no vio nada. Sin embargo, el sonido había llegado tan claro, que estaba convencida de que algo o alguien la estaba observando.
Delante de ella, como un relámpago cortando la penumbra, un hombre emergió de entre los árboles. Alto, de hombros anchos y de una presencia que parecía llenar el espacio. Su cabello oscuro estaba desordenado, y sus ojos, intensos y feroces, parecían leer cada pensamiento que cruzaba por su mente. Su ropa estaba rasgada, como si acabara de librar una batalla. Y, aunque parecía humano, había algo en su postura, en la forma en que se movía, que no lo era del todo.
Lina retrocedió instintivamente, el miedo afloró en su pecho, pero sus pies parecían pegados al suelo, como si una fuerza invisible la retuviera.
El hombre avanzó lentamente, con una confianza que sugería que no solo conocía ese lugar, sino que le pertenecía. Apenas había tenido tiempo para recuperar el aliento cuando se detuvo, inmóvil. Fue entonces cuando Lina notó un cambio en su expresión: sus ojos se entrecerraron y su respiración se volvió más pesada, como si estuviera captando un aroma desconocido.
El mundo parecía detenerse. En ese instante, Kael Darkwoor sintió un tirón inexplicable en su interior, como si algo primigenio lo empujara hacia ella. El olor de Lina lo golpeó como un rayo, encendiendo algo dentro de él que nunca había sentido. Ella no era cualquier humana. Había algo en ella que lo desarmaba, algo que lo hacía sentir completo.
Era más que un reconocimiento; era una certeza abrumadora. Ella no era solo una humana, una desconocida en su territorio. Ella era su luna, su destino, la única capaz de completar lo que él era.
—¿Quién eres? —Lina intentó mantener la voz firme, pero el temblor en su tono era inconfundible.
Kael no respondió de inmediato. Solo la observó, evaluándola con una intensidad que la hizo estremecerse. El silencio del bosque era absoluto, como si todos los sonidos hubieran sido absorbidos por la noche.
—Te has adentrado en un territorio que no entiendes, —dijo él finalmente, su voz profunda y grave, como un rugido a medio salir.
Lina sintió un escalofrío al escuchar esas palabras, pero algo en su interior, un instinto primario, la impulsó a no huir.
—¿Y qué significa eso para mí? —preguntó, desafiándolo con una mirada. Aunque su mente le gritaba que se alejara, su cuerpo no podía dejar de responder a la intensidad de su presencia.
El hombre, Kael, dio un paso más hacia ella, tan cerca que Lina pudo sentir el calor que emanaba de su piel. En ese momento, el aire alrededor de ellos parecía volverse más espeso, más cargado de electricidad. Lina podía escuchar su respiración, rápida y profunda, y, por un segundo, el mundo se redujo solo a los dos.
—Significa que ahora que has entrado en este lugar —dijo él en voz baja, apenas un susurro—. Ya no puedes salir tan fácilmente.
Lina tragó saliva, su corazón latía con fuerza en su pecho. Quiso dar un paso atrás, pero el miedo y la fascinación se entrelazaban en su mente. Algo en él la mantenía cautiva, algo salvaje, algo que no podía comprender, pero que, de alguna manera, deseaba conocer más.
Antes de que pudiera reaccionar, un ruido rompió la quietud, un sonido que no provenía de ella ni de Kael, sino de más allá de los árboles. Un crujido, un gruñido bajo y furioso que provenía de la oscuridad misma.Él, sin perder un segundo, giró hacia el sonido, su cuerpo tenso, sus ojos brillando con una luz de advertencia.
—Vete —dijo él, volviendo su mirada a Lina—. Ahora.
Sin saber por qué, Lina dio un paso hacia él, una acción impulsiva, casi instintiva.
—¿Qué está pasando? —preguntó, su voz ahora temblando—. ¿Qué es eso?
Kael la observó por un momento, como si quisiera decir algo más, pero no lo hizo. En lugar de eso, se despojó de su camisa con rapidez, dejando al descubierto su torso musculoso. Lina no pudo evitar fijarse en su cuerpo, en la manera en que cada músculo parecía moverse con gracia y potencia.
—Corre —dijo él, sin más explicaciones, mientras sus ojos se volvían completamente oscuros.
Y, sin esperar una respuesta, se giró hacia las criaturas que se acercaban, eran grandes, monstruosas, con garras que arañaban el suelo, y su respiración pesada llenaba el aire de un olor a carne y furia. Con cada paso que daban, la tierra parecía estremecerse, pero Kael no se apartó, su postura erguida y desafiante como un animal acorralado, listo para pelear.
El miedo la había paralizado, pero también una extraña fascinación. Sin embargo, en el mismo momento en que la batalla estaba a punto de desatarse, algo cambió. Lina vio un destello en los ojos de las criaturas. Un movimiento sutil, casi imperceptible, que las hizo detenerse en seco. Fue como si un comando invisible hubiera detenido su avance. Los monstruos, que antes se acercaban con fiereza, se quedaron quietos, sus ojos ahora centrados en Lina.
Un estremecimiento recorrió su cuerpo. La presencia de las criaturas parecía haberse transformado, como si de repente se hubieran dado cuenta de su presencia. Lina contuvo la respiración, incapaz de comprender lo que estaba sucediendo. Las criaturas no se movieron hacia ella, pero tampoco se acercaron a su acompañante. Se quedaron allí, observándola por unos largos segundos, como si evaluaran algo, algo que solo ellos podían entender.
Kael, que aún estaba tenso, notó el cambio en el aire. Sus ojos, antes llenos de furia, ahora estaban fijos en las criaturas con una cautela silenciosa. Las criaturas no se atrevían a atacarlo.
Entonces, como si una señal invisible hubiera sido dada, las criaturas comenzaron a retroceder. Lentamente, sin hacer ruido, se alejaron de Kael y de Lina, adentrándose nuevamente en la oscuridad del bosque.
El desconcierto la invadió. “¿Por qué no atacaron?” Las bestias, que parecían ser un enemigo mortal, lo habían dejado vivir. Y lo más extraño de todo, “¿por qué se habían detenido al verla?”
Lina no podía encontrar una respuesta. La sensación de ser observada persistió incluso después de que las criaturas se retiraron, como si todo el bosque estuviera pendiente de ella. Su mente daba vueltas a la pregunta, pero no encontraba ninguna explicación lógica. “¿Había algo en ella que las criaturas pudieran haber percibido? ¿O había algo en aquel hombre que la protegía?”
El alfa sentía una feroz guerra dentro de él, una batalla entre lo que sabía que debía hacer y lo que su corazón le dictaba. El vínculo que se había formado con la humana, era un peligro que no había anticipado. Su mente estaba llena de tormentas oscuras, pensamientos que se mezclaban con la preocupación por la manada, por el futuro incierto que podría desatarse si esta situación continuaba."Esto no debía pasar," pensaba, mientras sus ojos recorrían a Lina con una mezcla de urgencia y desespero. Sabía que su presencia en ese lugar ponía en riesgo no solo su vida, sino la de todos los que él amaba, los de su manada. Pero el instinto lo había llevado hasta ella, y ahora su única prioridad era mantenerla a salvo, sin importar las consecuencias.Con voz grave, casi rota, le dijo:—Tienes que irte. Este lugar no es seguro. Es mejor que te vayas, antes de que todo empeore.Lina, desorientada y aterrada, aún no lograba procesar lo que había ocurrido. La confusión y el miedo la envolvían. Co
—Está hecho, Kael. La humana ya está fuera de la Reserva. —Nox se acercó a su líder con paso firme, sus ojos grises reflejaban determinación.Kira, otra miembro de la manada, dio un paso adelante. Su presencia, aunque menos imponente, irradiaba una autoridad serena.—La llevamos hasta el límite norte, cerca del viejo puente. Está a salvo, pero… no tardará en darse cuenta de que algo no está bien.Kael asintió con un gruñido bajo, mostrando su satisfacción. Su mente, sin embargo, seguía trabajando en los posibles escenarios que podían desatarse ahora que Lina estaba fuera de su alcance.***Nox y Kira habían llegado al lugar donde aún permanecía Lina, siguiendo las órdenes de Kael. Como líder de la Manada de Valragh, él mismo les había encomendado la misión: sacar a la humana antes de que el caos se desatara.Kira caminaba delante, con pasos ágiles y seguros. Su cabello rojizo, tan intenso como las hojas de otoño, parecía arder bajo los últimos rayos del sol. Su rostro, de facciones de
Lina condujo de regreso al pueblo de Luzbria, ubicado a ocho kilómetros de la Reserva de Blackwood. La carretera serpenteaba entre densos árboles que parecían cerrar el paso, envolviéndola en una penumbra inquietante. Su mente era un torbellino de pensamientos que iban y venían a una velocidad vertiginosa.Todavía podía sentir esa sensación extraña que aquel hombre le había provocado. Había algo en él, en su voz grave y en su mirada intensa, que la había dejado desorientada, como si hubiera sido tocada por una energía desconocida. Pero esa sensación se mezclaba ahora con el miedo que la había invadido momentos antes. Recordaba cómo su corazón había latido con fuerza, convencida de que sería devorada por aquellos animales salvajes. Incluso ahora, su respiración se volvía errática al recordar esos ojos brillando en la oscuridad, esas sombras que parecían moverse con una inteligencia aterradora.Sin embargo, hubo un pensamiento que le erizó la piel por completo. Clara. La posibilidad de