El aullido rompió la calma en la Reserva, esparciéndose como un eco entre los árboles. Un lobo de la manada de Valragh había dado el aviso. En lo profundo del bosque, un grupo de hombres se agrupaba, sus rostros tensos bajo la sombra de los árboles. Las armas estaban listas, el acero frío en sus manos, mientras sus corazones latían con fuerza, anticipando lo que estaba por venir.Al escuchar el aullido, se erizaron. Un escalofrío recorrió sus espinas dorsales, y sus corazones comenzaron a latir con fuerza.—¿Qué fue eso? —preguntó uno de ellos, su voz tensa, tratando de esconder su nerviosismo.—Un lobo… —murmuró otro, su rostro pálido bajo la luz de la linterna—. Es uno de ellos.El líder de los cazadores apretó los dientes y levantó la vista, los ojos ardientes de rabia.—Es solo un lamento, nada más —gruñó, intentando reprimir el miedo que empezaba a apoderarse del grupo—. ¡Vamos! —Pero, a pesar de sus palabras, los cazadores no pudieron evitar mirar con nerviosismo a su alrededor.
Ese viento rozó la piel del alfa, pero un calor que empezó a arder en su interior no tenía nada que ver con el clima. Sus ojos seguían fijos en el punto donde Ragnar y su compañera habían desaparecido, entrelazados en un vínculo irrompible.Un anhelo primitivo lo golpeó con fuerza. Un deseo profundo y feroz, imposible de ignorar. Su mate.Solo pensar en ella encendió cada fibra de su cuerpo. Un escalofrío placentero recorrió su espalda, seguido de un calor abrasador que le tensó los músculos. Sus garras querían liberarse, como respuesta a la urgencia que lo dominaba. Sus sentidos se agudizaron. El viento cambió de dirección, y entonces lo sintió. Su aroma. Dulce, inconfundible, una mezcla de flores silvestres y algo más, algo que lo volvía loco. Su rastro se alejaba del bosque y se perdía entre las calles del pueblo. Kael entrecerró los ojos. Ya sabía dónde encontrarla.El latido en su pecho se aceleró. Cerró los ojos y la imaginó: sus labios entreabiertos, su piel tibia bajo sus ma
Lina llevaba una semana en Luzbria y, aunque se sentía cómoda en el Roca Sombra, sabía que eventualmente necesitaría un lugar propio. No había vuelto a ver al director del hospital desde aquel primer día de trabajo.Una noche, antes de dormir, revisaba las cartas que su hermana le enviaba. Una en especial llamaba su atención cada vez que volvía a leerla. Ella mencionaba lo mucho que le gustaba la tranquilidad de su hogar: “Aquí en mi pequeña cabaña, el silencio es un bálsamo. Sólo el viento y los árboles me acompañan. A veces siento que no estoy sola, pero no de una manera aterradora…sino como si este lugar me acogiera.” “Calle Brumas No. 12.” Leyó la dirección en la parte superior de la carta. No estaba en el centro del pueblo, sino más cerca del límite de la Reserva. ¿Por qué su hermana había elegido vivir en un lugar tan apartado?Se frotó los ojos mientras miraba el reloj de su teléfono: 09:37 p.m. Era tarde y, estaba cansada. Dudó por un momento, sopesando los pros y los contra
Dorian no respondió de inmediato. La había imaginado diferente. No tan… atractiva. Su belleza lo sorprendió, pero su odio era más fuerte que cualquier admiración.—Una dama, aquí, a estas horas… —musitó, como si hablara para sí mismo. Luego, sonrió de lado, una sonrisa que no traía nada bueno—. ¿Sabes que este bosque no es seguro para alguien como tú?Lina sintió una punzada de advertencia en el pecho y quiso retroceder, pero él ya se movía hacia ella con una rapidez inquietante.—No se acerque —dijo con firmeza.Dorian inclinó la cabeza con burla.—¿Y si… eso es lo que quiero?En un parpadeo, la tenía acorralada contra la cabaña. Sus manos atraparon sus muñecas, presionándolas con fuerza contra la pared.Lina forcejeó, pero su agarre era inhumano.—¡Suéltame! —gritó, su corazón golpeando con furia contra su pecho.Dorian la miró fijamente, sentirla tan cerca fue como recibir un golpe en la oscuridad. Su cuerpo reaccionó antes que su mente, una fuerza salvaje y antigua despertó en él,
Lina conducía su Jeep con la vista fija en el camino, avanzando con prisa hacia el hospital. Pero no esperaba encontrarse con una multitud bloqueando la calle principal. A medida que se acercaba, distinguió la agitación en los rostros de las personas y el sonido de gritos furiosos resonando en el aire. Sujetaban palos, hachas, cualquier cosa que pudieran usar como arma. Protestaban frente a la comisaría del pueblo, exigiendo respuestas.Lina apretó los labios. No necesitaba preguntar de qué se trataba. La muerte en la Reserva de Blackwood había encendido la ira de la gente. Exigían justicia, una solución inmediata.—¡Vaya!.. qué oportuno—murmuró, buscando dónde estacionar el Jeep.Encontró un sitio seguro y, sin otra opción, se adentró en la multitud. El bullicio era ensordecedor. Gritos, insultos, el eco de golpes contra las puertas de la comisaría. Algunos agitaban sus hachas en el aire, mientras los policías apostados en la entrada intentaban contener la situación.De repente, sint
—Maldito hipócrita —Dorian se movía entre las sombras del bosque, sus ojos dorados fijos en el automóvil estacionado en el claro. Minutos antes, un lobo de su manada lo había alertado de la presencia del auto.Sus garras se hundían en la tierra húmeda mientras observaba con una mezcla de furia y resentimiento. Dentro del auto, Kael y la humana se habían entregado el uno al otro sin reservas.La respiración de Dorian se volvió pesada. Su mandíbula se apretó al ver a Kael tomar lo que él nunca pudo tener. La imagen de aquella mujer del pasado apareció en su mente y, al instante, sus ojos ardieron de odio y deseo de venganza.—Infame traidor —gruñó entre dientes, sintiendo cómo la rabia lo consumía. Kael, el alfa que se creyó con derecho a decidir por todos, ahora se revolcaba con una simple humana. Dorian no quiso interferir… más bien, observó la escena con un deseo oscuro, casi primitivo. Sus ojos brillaron con una intensidad feroz mientras los miraba, una intensidad que despertó en
La jornada en el hospital había sido más ligera que otros días. Lina estaba en su consultorio, terminando los últimos detalles antes de retirarse, había hecho un gran esfuerzo para concentrarse en el trabajo.El eco del encuentro de esa mañana seguía vivo en su cuerpo. Su piel aún ardía con el rastro de sus caricias. Un cosquilleo persistente recorría su cuerpo, como si Kael aún estuviera sobre ella, marcándola, reclamándola.Se mordió el labio, reprimiendo una sonrisa que traicionaba su embriaguez. ¿Cómo podía ese hombre hacerla sentir así? Él la había llevado al límite del placer, al éxtasis más puro y abrasador que jamás había conocido y, deseaba volver a sentir esas sensaciones.Mientras caminaba por los pasillos del hospital, aun sentía su aroma en su piel, su presencia en cada latido de su corazón. —Te ves… diferente hoy —El comentario de una de sus colegas la sorprendió, haciéndola detenerse por un instante.Lina soltó una risa nerviosa, tratando de ocultar el leve sobresalto
El fuego crepitaba en el centro del claro, iluminando los rostros tensos de la manada. Dorian estaba de pie frente a ellos, con la postura de un líder indiscutible, su voz cortando el silencio como una cuchilla.—Hermanos —comenzó, su voz profunda y grave—. Una vez más, nuestra paz está amenazada.El silencio se extendió entre ellos, mientras Dorian avanzaba, caminando lentamente alrededor del fuego, observando a cada miembro de la manada Shadowfang. Lobos renegados, cada uno cargando un pasado oscuro y un profundo resentimiento hacia las estructuras y las reglas que Kael representa.—Hace años dejamos clara nuestra posición. Los humanos no tienen cabida en nuestra vidas —sus ojos brillaban con una furia contenida, y cada palabra que salía de su boca estaba impregnada de odio—. Los humanos… —escupió la palabra como si le quemaran los labios—. No son solo parásitos que se arrastran por esta tierra, son… el enemigo. Dorian apretó los puños, y su mirada recorrió a cada uno de los miembr