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¿De nuevo a tu lado?
¿De nuevo a tu lado?
Por: Angellyna Merida
Introducción I: ¡Doloroso secreto al descubierto!

«Abel se casó contigo solo por venganza»

Aquella frase retumbaba en la mente de María Luisa Duque. Caminaba en medio de los grandes árboles que rodeaban su hacienda: La Momposina, percibiendo su corazón destrozado en miles de pedazos.

Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, de un momento a otro, su mundo se derrumbó con aquel terrible descubrimiento. A sus veintidós años, creía tener una vida perfecta, sin más preocupaciones que colaborar con sus padres en los negocios familiares. Había crecido, llena de lujos, comodidades, y sobre todo mucho amor; pero lo que ahora estaba viviendo, parecía una pesadilla. Se detuvo y se aferró al tronco de un árbol, sintiendo que todo daba vueltas a su alrededor.

—Ahora lo comprendo todo —susurró apretando los ojos—, la roya en los cafetales de mi hacienda, el daño de las máquinas en la fábrica, todos los intentos por dañar la imagen de mi familia —resopló—, estabas detrás de eso Abel. ¿Por qué? —se cuestionó percibiendo en su pecho un profundo dolor.

—Fui sincera contigo, te amé sin condiciones, desde que te vi me enamoré, como jamás antes lo había hecho —musitó temblando abrazándose así misma, mientras rompía en llanto—, me mentiste, ahora entiendo tu frialdad después de la boda, las pocas veces que hicimos el amor, todas las noches que no llegabas a casa a dormir, tus coqueteos con la estúpida de Leticia —gruñó—, pero no más Abel Zapata, en este momento me vas a confesar en la cara todo lo que hiciste —rugió sintiendo su respiración agitada.

Antes de enfrentar a su marido, se dejó caer sobre el pasto, se abrazó a sus piernas y desahogó todo su llanto.

—No me vas a vencer —repetía abrazada a sus rodillas, balanceándose—, voy a lograr que los negocios de mi familia, vuelvan a ser los de antes, no nos vas a derrotar, tu odio, no será más poderoso —sentenció.

****

Abel desde el vidrio de la camioneta observaba la vegetación de aquella carretera.  Iba acompañado de su mejor amigo Eduardo. A sus treinta y dos años, ambos habían fundado la constructora: Zapata y Asociados.

Viajaban sin decirse nada. Tan solo la melodía: «Quien by Pablo Alborán» acompañaba la travesía.

«De tu corazón con mi corazón. De mis manos temblorosas arañando el colchón. Quién va a quererme soportar, y entender mi mal humor. Si te digo la verdad no quiero verme solo»

Aquel verso de la canción se coló en las fibras más íntimas del corazón de Abel, liberó un largo suspiro, pensando en su esposa.

—¿Por qué tan distraído? —cuestionó Eduardo, girando levemente para verlo.

Abel traía el cabello enmarañado, el semblante descompuesto.

—Malú me ha dejado, y se ha regresado a la Momposina —explicó con la voz temblorosa, percibiendo su pecho arder—, la extraño, tanto —aseveró.

Eduardo elevó una de sus cejas.

—¿Por qué se ha ido? —indagó el hombre de cabello castaño y ojos azules.

Abel deslizó sus dedos por sus espesos mechones.

—Se ha cansado de mí, de mi frialdad, de mi falta de atención —explicó resoplando.

—Te dije que esa absurda venganza, te arrastraría a ti también —declaró Eduardo enfocando su mirada en la carretera.

Abel ladeó la cabeza.

—¡No quiero perderla! —exclamó percibiendo el temblor de su corazón—. La amo, demasiado.

—Entonces ve y dile la verdad, habla con ella, confiésale todo, espero te entienda. —Frunció los labios.

Abel se quedó pensativo, un escalofrío le recorrió la medula espinal.

«¿Será Malú capaz de perdonarme?» se cuestionó mentalmente, sintiendo como su piel se erizaba del temor de perderla para siempre.

Luego de revisar el estado de aquella carretera, en la cual pensaban dar mantenimiento, regresó a su oficina.

Deambulaba de un lugar a otro, caminando por la oficina.  Su oscura y profunda mirada se reflejó en uno de los espejos, varios mechones de su espesa cabellera negra caían por su frente.

Su corazón retumbaba con violencia, durante meses se había debatido entre el amor y el odio, pero lo que verdaderamente sentía por María Luisa, su esposa, rebasaba su resentimiento.

—Voy a confesarte toda la verdad, no puedo seguir así —susurró—, cada vez que te lastimo, se me parte el alma —murmuró y la barbilla le tembló—. No soporto ver tu cara triste, ni tu mirada llena de melancolía, quiero que vuelvas a ser la chica irreverente de quién me enamoré —expuso mientras entrelazaba sus manos con nerviosismo.

Abel se sentó en un mullido sillón.

—Solo espero que puedas entenderme, y no termines odiándome, no lo soportaría, mi vida sin ti, no tiene sentido. —Una lágrima solitaria rodó por sus mejillas. Percibía una opresión en el pecho que no lo dejaba tranquilo.

Abel ansiaba hablar con la verdad, sin imaginar que alguien de su absoluta confianza se le había adelantado.

****

María Luisa llegó a casa y lo primero que hizo fue subir en zancadas las escaleras, y entrar a su alcoba, empezó a sacar todas las cosas de su esposo, buscando las pruebas de su engaño.

Entre una de las gavetas, encontró un antiguo cofre de madera, estaba con candado, pero se dio los modos de romper aquella seguridad.

Su azulada mirada se llenó de horror al ver lo que encontró ahí. Fotografías de Abel con aquella mujer que tanto año le había hecho a su familia, el corazón de Malú terminó por romperse, no había dudas, él y esa mujer orquestaron todo.

Luego encontró una carta, la abrió y leyó:

“Abel mi niño, jamás olvides la promesa que me hiciste, haz justicia, recupera la hacienda la Momposina, destruye a esa familia, solo así podré descansar en paz”

Malú apretó aquella hoja con fuerza.

—¡Esta mujer! —balbuceó enfocando sus azules en ojos en esa imagen. —¡Es ella! ¡Lo que hizo casi destruyó a mi familia una vez! ¡Y casi destruye a mi padre! ¡Y ahora viene a destruirme! ¡Ella estaba confabulada con Abel, Abel con ella, Abel era su sabueso... ¡No!

A Malú le dolía tanto el corazón que no podía respirar, el hombre con el que había compartido su cama, el hombre que había dicho que la amaba, en realidad la había conspirado con otra mujer, ¡durante todos esos años!

—¿Por qué tanto odio? —bramó sin poder contener el llanto—. Fuiste tú m@ldita bruja la que arruinaste la vida de todos, ojalá estés ardiendo en el infierno —musitó apretando la mandíbula.

En eso el fuerte azotón de la puerta de la casa la sobresaltó. Abel había llegado, y era el momento de encararlo y terminar de descubrir aquella dolorosa verdad.

***

Abel parpadeó inhaló aquel aroma a gardenias tan característico de su mujer. De pronto su vista se clavó en el bolso de ella, el corazón le bramó. 

—Malú, cariño —gritó con suavidad. —¿Has vuelto? ¿Estás en casa? —indagó, empezó a subir las escaleras, guardando una leve esperanza en su interior. 

Ella no respondió nada, pero a medida que escuchaba los pasos de él, subiendo por las escaleras, el corazón le rugía con fuerza.

Cuando Abel entró a la alcoba, la sangre se le congeló. Observó todo aquel desastre, la mirada acuosa de su mujer, lo alertó. El semblante de ella, era distinto, estaba pálida, sus azules ojos se veían apagados, rojos, su castaño cabello estaba enmarañado.

—¿Qué ha pasado aquí? —indagó Abel con la voz temblorosa.

Malú le dio un vistazo. Abel notó que ella lo veía con decepción.

—¿No se nota? —rugió. —¿Qué secretos, ocultas?

***

Queridos lectores empezamos un nuevo libro, y espero lo disfruten y dejen sus comentarios y reseñas.

Debo advertirles que este libro tendrá escenas eróticas, si son sensibles a ese tipo de contenido, quedan advertidas, aunque no será explícito. 

Esta historia forma parte de la Saga familia Duque, pero no necesitan leer ningún libro anterior para entender este. Así que bienvenidas. 

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