Un mes después. —¿Listos para conocer el género de sus niños? —cuestionó el ginecólogo a Mafer y Eduardo. Ambos se tomaron de la mano, sus miradas brillaron, sonrieron. —Estamos listos —contestaron. —Son un niño y una niña, felicidades. Eduardo presionó los labios, conmovido, Mafer sintió su corazón agitado. —Ya tendremos la pareja, así que te sacaré cita con mi papá, para la vasectomía —bromeó divertida. Eduardo abrió los ojos con sorpresa. —La que más saldrá perdiendo serás tú. —Inclinó su rostro, para acercarse a ella, pues estaba recostada en la camilla—, no tendrás quien te sacrifique —susurró a su oído. Mafer se mordió los labios, cerró los ojos y su cuerpo entero se encendió. —¿Todo bien? —cuestionó al médico Mafer, le urgía llegar a casa, y encerrarse a solas con su esposo. —Los bebés están en perfectas condiciones —mencionó. Enseguida Eduardo la ayudó a levantarse, y aunque tenía cinco meses de embarazo, su vientre aún no se veía tan abultado, se despid
Semanas después. Las habitaciones de los bebés de ambas parejas estaban listas. La de los mellizos: Thiago y Mariluz fue decorada en tonos blancos; las cunas eran de ese color; sin embargo, el tul que las adornaba era azul para el niño y rosado para la niña. En las paredes colgaban varios cuadros y adornos infantiles, Mafer pidió un sillón reposet para estar con sus bebés, y una mecedora que hacía juego con la habitación. En una esquina estaba una repisa con las cosas necesarias para el aseo de los niños, también había varias repisas en las paredes con juguetes y peluches. Por otro lado, la habitación de Joaquín Jr y Juliana, tenían dos cunas una rosa, y otra celeste con su respectivo tul, las paredes fueron tapizadas con diseños para bebés, en uno de los muros Malú y Abel pidieron que les pintaran un paisaje con un arcoíris. También pidió una mecedora, se iba a llevar el sillón reposet del apartamento a rayito de luna, había un estante con las cosas de los bebés, una alfombra co
Majo había reaccionado, pero no era de gran ayuda, estaba sentada pálida sin saber qué hacer. Respiraba en una bolsa de papel. —Inhala y exhala —le decía Malú a Mafer, mientras tomaba el tiempo de las contracciones de su hermana y las de ella—, las tuyas son cada veinte minutos —expresó—, tenemos tiempo, tranquila, llegaremos al hospital. —Tengo miedo —dijo Mafer y observó a su hermana con el rostro lleno de lágrimas. —Yo también siento lo mismo, pero recuerda quién nos cuida, todo va a salir bien. —Apretó su mano—, en unas horas conoceremos a nuestros bebés. —Sonrió. Mafer limpió sus lágrimas, también sonrió. Majo apenas reaccionó y llamó a avisarles a sus padres. —Necesito una ambulancia, creo que me voy a desmayar otra vez —expresó, y al ver como sus hermanas se quejaban, negó con la cabeza—, en definitiva, le diré a mi papá que le haga la vasectomía a Sebas. ¡Caso cerrado!Mafer y Malú a pesar del dolor, no pudieron evitar reír al escucharla. Unos minutos después la puerta
Malú fue llevada al quirófano. El médico se acercó a Mafer: —También vamos a preparar el quirófano, ninguno de los bebés, está en posición de nacer, además rompiste membranas y no podemos esperar que alguno sé de la vuelta, sería peligroso. —Pero ¿los bebés se encuentran bien? —indagó Eduardo sintiendo su pecho agitado. —Están perfectos, por eso haremos la cesárea para evitar complicaciones, tranquilos. Eduardo besó la frente de Mafer. —Todo estará bien, cariño, en pocas horas los conoceremos. **** En la una sala de quirófano, Eduardo sostenía la mano de su esposa, mientras el médico empezaba la cirugía. —Todo estará bien, cariño —le decía, le acariciaba la mejilla, mientras intentaba mostrarse tranquilo, pero lo cierto era que por dentro era un manojo de nervios. Entonces rememoró el camino recorrido para llegar a ese instante. Recordó como había refunfuñado cuando Abel le propuso realizar nuevos proyectos en Sudamérica. Se había negado rotundamente, sin imaginar que
Instantes después Abel y Eduardo salieron del quirófano, se encontraron en el pasillo, y se estrecharon en un fuerte abrazo. —Ya somos papás —dijo Abel. —Aún no lo puedo creer —expresó carraspeando Eduardo—, estoy tan conmovido. ¿Cómo está Malú, y los bebés? —Todo salió de maravilla, mis bebés son preciosos —dijo Abel con la mirada iluminada—. ¿Cómo está Mafer? ¿Nacieron bien los niños? —Todo bien, Mafer y mis hijos están muy sanos, tienes que conocerlos, son preciosos. —Me muero por conocer a mis sobrinos, salieron preciosos por Mafer —respondió Abel, bromeando—, pero antes vamos a avisarles a la familia —sugirió. **** En las sala de espera tanto los padres de las chicas como los de Abel, esperaban con impaciencia. Majo mantenía pegada su cabeza en el pecho de Sebastián. —Fue horrible, yo no quiero saber nada de bebés, eso no es de humanos —expresó—. ¿Cómo puedes sacar un bebé, por un pequeño orificio? —Negó con la cabeza. Sebastián carcajeó al escucharla, y la abrazó.
Al día siguiente la puerta de la habitación de Malú se abrió con lentitud. Abel dormía junto a su esposa, y tenía a uno de los bebés, abrazado a su pecho. Malú, tenía sobre su brazo a su niña, también dormía. Mafer observó con ternura aquel maravilloso cuadro. —Buenos días —carraspeó. Ellos no lo escucharon; sin embargo, el llanto del pequeño Thiago, despertó a sus primos, y a su hermana. Malú abrió los ojos, se sobresaltó pensó que era uno de sus bebés. Frunció el ceño al darse cuenta de que el llanto provenía de otro lado, entonces giró, frunció los labios, la herida le dolía; sin embargo, al ver a su hermana, la mirada se le iluminó. —¡Mafer! —exclamó. María Fernanda había convencido a Eduardo de llevarla a visitar a su hermana, por la herida de la cesárea, lo más conveniente fue trasladarla en silla de ruedas. —Vine a presentarte a tus sobrinos —comentó sonriente—, y a conocer a los míos. Malú esbozó una amplia sonrisa. Abel abrió los ojos al escuchar el llanto de su hijo,
Cuando entraron al comedor observaron como María Paz y Joaquín alimentaban a los mellizos. Les daban de comer su papilla, los bebés tenían alrededor de siete meses. Balbuceaban y agitaban sus manitas. Abel y Eduardo se observaban entre ellos, apretaban los labios para no carcajear, entonces se acercaron para junto con sus esposas alimentar a sus hijos. —¿Ocurre algo? —cuestionó Joaquín al ver que todos se observaban entre ellos, y aguantaban la risa. —Nos acordamos de un chiste, muy gracioso —dijo Malú apretando los labios—, creo que estos bebés necesitan un cambio de pañal. —Miró a Abel con ojos de reproche, pues hacía un esfuerzo para controlar su risa. —Vamos Eduardo —propuso Mafer, pues su esposo era otro que no podía aguantarse más. Media hora después la cena estaba servida, y todos los miembros de la familia, fueron ocupando sus lugares, los siete se miraban entre ellos, y presionaban los labios. Malú pateó a uno de sus hermanos que susurraba bajito: I want to be free
«Abel se casó contigo solo por venganza»Aquella frase retumbaba en la mente de María Luisa Duque. Caminaba en medio de los grandes árboles que rodeaban su hacienda: La Momposina, percibiendo su corazón destrozado en miles de pedazos.Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, de un momento a otro, su mundo se derrumbó con aquel terrible descubrimiento. A sus veintidós años, creía tener una vida perfecta, sin más preocupaciones que colaborar con sus padres en los negocios familiares. Había crecido, llena de lujos, comodidades, y sobre todo mucho amor; pero lo que ahora estaba viviendo, parecía una pesadilla. Se detuvo y se aferró al tronco de un árbol, sintiendo que todo daba vueltas a su alrededor.—Ahora lo comprendo todo —susurró apretando los ojos—, la roya en los cafetales de mi hacienda, el daño de las máquinas en la fábrica, todos los intentos por dañar la imagen de mi familia —resopló—, estabas detrás de eso Abel. ¿Por qué? —se cuestionó percibiendo en su pecho un profundo dol