Lyra
Los minutos se me hacían interminables mientras el auto avanzaba hacia el hospital. El dolor no hacía más que volverse insoportable, aunque no solo el físico, sino también el del corazón. Me estaban arrancando una parte de mí, una más valiosa que mi propia vida.
Y yo estaba tan sola...
Al menos deseaba tener a alguien que me quisiera, que estuviera a mi lado en estos momentos, pero eso no era así. Nadie en este mundo estaba para mí, y la única persona que había estado, mi madre, había muerto hacía mucho tiempo. Intenté salvarla, pero no pude, y ahora estaba atrapada en esta situación.
Cuando llegué al hospital, el chófer al menos se dignó a ayudarme. Su expresión era estoica, pero eso, en lugar de consolarme, me hundió más. No esperaba que él también sufriera con esto, pero su frialdad me lastimaba.
«Aunque no más que la de Landon», pensé con tristeza.
—Señora Russell —dijo el doctor, sorprendido al encontrarnos en urgencias—. ¿Qué está...?
De inmediato se dio cuenta de mi sangrado y llamó al personal para que me subieran en una camilla. Lo agradecí, ya que no quería estar en una silla de ruedas mirando a la gente alrededor.
¿Por qué no morir?, me pregunté mientras me llevaban a lo que parecía ser el quirófano.
—Todo va a estar bien, señora Russell —escuché decir a una mujer.
No, nada iba a estar bien. ¿Cómo podía estar bien cuando estaba perdiendo a mi pequeño y cuando no había la más mínima posibilidad de que él viviera?
Apenas fui consciente de lo que sucedía; solo sentía que movían mi cuerpo de un lado a otro y que estaba en un frío quirófano. A pesar del dolor, comencé a respirar con tranquilidad, esperando que la inconsciencia me llevara y se llevara, al menos por un rato, mi enorme sufrimiento.
Cuando me desperté, estaba sola en una habitación blanca, sin comprender qué hacía allí. Por desgracia, recordé al instante lo que había pasado y me llevé una mano al vientre, el cual ya estaba vacío.
El doctor, al entrar en la habitación, me preguntó cómo me sentía. Me mencionó que no había habido complicaciones, que mi bebé no había sufrido nada y que, en un futuro, podría tener más hijos.
—No, no quiero —le espeté—. Por favor, doctor, quiero que me realice una cirugía para no tener hijos.
—Señora, no puedo hacer eso —dijo con seriedad—. Usted es demasiado joven.
—Pero estoy completamente decidida.
—No puedo sin autorización de su marido. Lo siento.
—Pero…
—Lo siento. Es algo que tiene que consultar con él.
Me quedé en silencio y solo asentí. No tenía energías para decirle que no le importaba en absoluto a mi esposo, que lo único que nos unía era un trozo de papel que solo sirvió para pagar las deudas de mi padre.
Cuando por fin me quedé a solas y me apagaron la luz, comencé a sollozar en silencio, sintiéndome más miserable que nunca. Necesitaba a Landon más que nunca, y me mataba pensar que tal vez estaba en los brazos de esa mujer o simplemente haciendo cosas más importantes que yo.
Cuando desperté de mi sueño, ilusamente esperaba que mi esposo estuviera allí, al menos para reprenderme por cualquier cosa que se le ocurriera. Sin embargo, no lo estaba. Seguía estando sola, sin nadie que se preocupara por mí, aparte del personal médico.
—Doctor, quiero marcharme a casa, por favor.
—Señora Russell, sé que es difícil para usted haber perdido a su bebé, pero tiene que hacer un esfuerzo por reponerse. Si no lo hace por usted, hágalo por su esposo.
—¿Mi esposo fue informado sobre esto? —inquirí nerviosa—. ¿Está aquí?
—Fue informado —asintió él, mirándome con tristeza—. Y nos dio instrucciones para darle el alta después del desayuno.
—¿O sea que no vino a verme? —pregunté, con los ojos llenos de lágrimas.
—No, señora Russell —respondió él, apenado—. Dijo que estaba muy ocupado.
Intenté mantener la compostura ante el doctor tras recibir aquella noticia, pero cuando salió de la habitación, me eché a llorar de nuevo al levantarme de la cama. Con paso lento, me dirigí al espejo.
Mi cabello, de un rojo intenso, estaba completamente enredado, y mi rostro, tan pálido, hacía que mis pecas se notaran más que nunca. Jamás había odiado esas pecas hasta que vi el rostro perfecto de la actriz a la que mi esposo amaba.
—Por eso no me ama ni le importo —susurré, observándome con desdén—. Yo… soy tan poca cosa.
Cuando salí del baño, me esperaba una maleta llena de cosas. La enfermera que estaba allí y que traía mi desayuno me mencionó que había sido Sofía quien la había enviado. A pesar de la decepción, sonreí. Me alegraba saber que, aunque fuese por obligación, le importaba un poco a aquella buena mujer.
La enfermera, antes de irse, se acercó a mí en plan confidente y me contó las últimas novedades: Karime estaba internada en este mismo hospital.
Me quedé petrificada, sintiendo que el aire se me escapaba de los pulmones. Era muy pronto para sacar conclusiones, pero recordé las palabras de Landon sobre estar muy ocupado. ¿Y si estaba con ella?
—¿Sabes en qué habitación está? —pregunté sin pensarlo.
La enfermera arqueó una ceja y yo me reí nerviosamente. Aquella pregunta no había sido la más adecuada. Aun así, ella me respondió que estaba en la trescientos doce.
Cuando la enfermera se fue, me acerqué a la maleta. Allí había todo lo necesario para asearme, así que me metí lo más pronto que pude a la ducha, aunque antes tuve que utilizar el inodoro, que se llenó de sangre después de que orinara. Ver aquello volvió a quebrarme y a hacerme cuestionar qué había hecho mal para merecer tal dolor.
Me quedé un largo rato bajo el agua, lidiando con todo mi dolor e imaginando que ocurría un milagro que me hiciera dejar de sentir. No podía aspirar a fantasear con que mi esposo me amara, porque esa batalla la tenía más que perdida; pero sí podía desear que me liberara. Jamás me había atrevido a pedirle el divorcio, pero ¿estaba lista para enfrentarme a la vida sola? ¿Él dejaría que mi padre se hundiera si nos separáramos?
Terminé la ducha, luego de un tiempo considerable, y me vestí lo más rápido posible, justo antes de que el doctor entrara con los documentos que debía firmar para el alta. Una vez que lo hice, me recordó que no olvidara reposar e ir al control dentro de una semana para confirmar que el útero hubiera quedado limpio.
Minutos más tarde, salí de la habitación con cuidado, dispuesta a irme a casa. Sin embargo, un pensamiento masoquista me invadió y me instó a dirigirme hacia aquella habitación. Landon no podía ser tan torpe como para dejarse ver con ella en un hospital, pero mi corazón tenía un presentimiento que debía seguir.
Cada paso hacia la habitación trescientos doce me pesaba más y más, y varias veces tuve que detenerme para respirar. Sentía una angustia aplastante en el vientre y mi corazón latía a toda velocidad. Además, los síntomas del embarazo parecían haber regresado, pues tenía deseos de vomitar.
Cuando finalmente llegué a la puerta de aquella habitación, me encontré con que había guardias. Por un momento, me alivió no ver a mi esposo allí, pero ese alivio se desvaneció cuando la puerta se abrió y lo vi salir.
No tuve tiempo de esconderme, así que nuestras miradas se encontraron. En la suya no había más que frialdad y rabia, mientras que en la mía se expresaba claramente la decepción y el sufrimiento.
Siempre ella, siempre estaría ella en medio de los dos.
Lyra —¿Por qué estás aquí? —pregunté cuando se acercó.—¿Qué demonios haces tú aquí? Debes irte a casa —me soltó, haciendo que me sintiera aún más nerviosa.—En eso estaba, pero…—Vámonos.Landon me tomó del brazo y caminó a toda prisa por los pasillos del hospital. Mi vientre dolía un poco y era incómodo caminar, pero no me quejé. En el fondo, me ilusionaba la idea de que él me llevara a casa. Sin embargo, al llegar a la salida, prácticamente me lanzó a los brazos de Iñaki, el chófer.—Llévala a casa. Tengo ocupaciones —dijo, enojado.—Por supuesto, señor —respondió Iñaki.Quería decir algo, cualquier cosa que manifestara mi rabia, dolor y frustración, pero cuando tenía a Landon frente a mí, con esos ojos oscuros y penetrantes, las palabras se me quedaban atascadas en la garganta.—Suba, señora Russell —me indicó Iñaki, abriéndome la puerta del auto—. Tiene que ir a casa.—Está bien —susurré, conteniendo las lágrimas. Salieron en cuanto me metí en el auto y se cerró la puerta.Lando
LandonLuego de colgar la llamada de mi esposa y apagar el celular, continué revisando el papeleo que mi asistente me había entregado para la junta, la cual se había pospuesto para ese día. Por fin podría presentar mis conclusiones finales a los inversionistas sobre un nuevo medicamento que prometía poner fin a muchas de las complicaciones causadas por diversas enfermedades de transmisión sexual, las cuales generaban consecuencias graves en el organismo.Había tenido que lidiar con la ira colectiva de otros laboratorios y enfrentar muchos obstáculos para lograrlo, pero finalmente estaba aquí. También me aseguré de obtener protección para toda mi familia, ya que este tipo de innovaciones implicaba un riesgo de represalias, y lo que menos quería era eso.—Señor Russell —me llamó mi asistente horas después—. ¿Se quedará en la oficina?—Me parece que sí —contesté—. ¿Ocurre algo?—Es la señorita Karime, señor —me informó—. Ella... está en el hospital.—¿Qué? —Alcé la vista, mirándolo con c
LyraAunque lentamente, las semanas comenzaron a pasar y no había rastro de mi esposo. Él no se había preocupado por mí ni me había llamado para saber cómo estaba; simplemente parecía como si no existiera. Aun así, cada noche preparaba con esmero los desayunos, almuerzos y cenas, con la esperanza de encontrarlo. Sin embargo, eso no sucedía.Resignada a que pasaría una temporada sin él, comencé a hacer ejercicio cuando me sentí mejor. En estos últimos meses, había aumentado un poco de peso y mi condición física ya no era tan buena, así que me venía bien. Además, necesitaba distraer mi mente, olvidar mi tristeza y mi soledad.—Guau, se ve muy bien, señora. Ya no recordaba la última vez que se puso uno de esos vestidos —me dijo Sofía cuando bajé—. ¿Irá a algún sitio?—Sí, voy a ir de compras —respondí con una leve sonrisa—. Quiero reorganizar mi guardarropa.—Pero si usted se viste muy bien…—Nunca fue mi estilo vestirme con ropa tan elegante, lo sabes —contesté—. Siempre me gustaron más
LandonMi mujer estaba en la entrada del vestidor, luciendo un hermoso vestido azul. Su cabello rojo se veía diferente; más corto y brillante. ¿Para quién quería verse tan hermosa?La recosté sobre la cama y la inmovilicé con mi cuerpo. Inmediatamente la besé y recordé, por milésima vez, por qué no la dejaría escapar de mí, aunque ella no quisiera darme hijos.El mes que había pasado sin ella y sin tocarla me había parecido toda una eternidad. —Landon —gimió al sentir mi boca saboreando su pezón, luego de que le bajara la parte de arriba del vestido.Con desesperación, comencé a arrancarle la ropa, sin importarme cuánto se asustara. Venía aquí a reclamar lo que me pertenecía, a lo que tenía derecho a acceder después de aquellas largas semanas.A pesar de su miedo, ella me aceptó en su cálido interior. Estaba perdido en su aroma, en su calor y en los gemidos de placer que dejaba escapar. Durante esos placenteros instantes, me arrepentí de haberla dejado sola, de ignorar su llamada y d
LyraLandon salió de la habitación azotando la puerta, dejándome en estado de shock y con las piernas temblorosas. ¿Amelia le había contado a Landon lo que le dijo? ¿Iñaki le había informado sobre mi salida?Mientras me vestía de nuevo, noté una leve picazón en la piel, pero la ignoré, atrapada en mis pensamientos sobre lo que había pasado. Tras lavarme los dientes y la cara, me metí en la cama, tratando de dormir. Esperaba que la pastilla funcionara y no quedara embarazada de nuevo, porque, de ser así, eso me destrozaría. Ya no quería sufrir más.Poco a poco, el sueño me fue venciendo, pero la comezón que sentía en todo el cuerpo se hizo más intensa. —Diablos, ¿qué es esto? —me quejé, moviéndome inquieta en la cama. La picazón se volvía más insoportable con el paso de la noche, así que, al amanecer, me levanté y fui al baño.—¡Jesús! —exclamé aterrorizada al ver mis brazos cubiertos de sarpullido—. ¿Qué me ha pasado?No pasó mucho tiempo antes de que lo dedujera. Jamás había tomado
LyraPor suerte para mí, Landon accedió a que fuéramos a nuestra habitación para que me quitara la ropa, ya que hacerlo frente a los empleados habría sido un momento vergonzoso. Aun así, me sentía bastante vulnerable, incluso un poco humillada.—¿Y bien? ¿Cuánto tiempo me vas a hacer esperar?Sintiendo que me moría de vergüenza, me quité la mascarilla. Landon frunció el ceño y se quedó boquiabierto.—¿Qué demonios es eso?No le respondí y procedí a quitarme la blusa. Hacerlo aumentó la picazón en mis brazos, pero intenté ignorarla.De repente, tenía a Landon deshaciéndose de mis pantalones y ropa interior, aunque no con la intención de tocarme, sino con esa curiosidad que otorgaba ser el dueño de un laboratorio.—Hiciste una completa estupidez. Tomaste anticonceptivos sin prescripción médica y ahora tienes una m*****a alergia —dijo furioso, alejándose de mí.—Esa pastilla solamente…—No puedes tomar esas cosas sin mi consentimiento, ¿me entendiste?Me abracé a mí misma, cubriendo mi cu
LandonCuando me desperté, la cabeza me dolía mucho, aunque no lo suficiente como para decir que tenía resaca. Sin embargo, el dolor se volvió insoportable cuando contesté el teléfono y escuché a Lyra. Sonaba extraña y enojada. De repente, me gritó que quería el divorcio.Aquel grito me dejó despierto de golpe y se me aceleró el corazón. Seguramente había visto en las noticias que Karime me había encontrado en el bar, y por eso la mencionaba. Pero, ¿por qué se ponía así? Yo no había hecho nada, tan solo beber para disipar mi dolor. Incluso la había apartado y me fui sin despedirme.—¿Qué te sucede? —pregunté a la defensiva—. No estoy de humor para tus bromas. ¿Qué es lo que necesitas?—No estoy bromeando, Landon —dijo, respirando agitadamente—. Quiero el divorcio. Me cansé de ti y de tus engaños. Si tanto quieres a Karime, quédate con ella y a mí no me molestes más.—Pero...—Espera, Lyra, esto...Lyra me colgó la llamada, dejándome anonadado.—Pues no, no te daré el divorcio jamás —di
LyraHaber gritado eso por teléfono no me hizo sentir mejor. Por el contrario, un dolor espantoso me cruzaba el pecho y no tenía intenciones de irse. En el fondo, tal vez tenía la esperanza de que él me llamara nuevamente y le diera importancia a lo que acababa de decirle, pero como siempre, no lo hizo.—Tal vez estés ocupado —reí con ironía mientras me dirigía al vestidor para tomar mis maletas.Cuando las tuve abiertas sobre la cama, reflexioné sobre si realmente estaba haciendo lo correcto. ¿Qué iba a pasar conmigo? ¿A dónde iría? Si bien era cierto que había logrado terminar mi carrera de idiomas, no tenía la experiencia necesaria para que me contrataran en ningún sitio.—¿Qué puedo hacer? —susurré desesperada, paralizada por el miedo que sentía a empezar de cero.Finalmente, llegué a la conclusión de que quedarme aquí no me iba a llevar a ninguna parte. No tenía a nadie que dependiera de mí, así que podía hacerme un hueco en cualquier sitio.—Señora, ¿qué hace? —me preguntó Sofía