Landon Mi mujer no dejaba de mover las piernas nerviosamente mientras esperábamos a que el obstetra viniera. Este había ido por los resultados de las pruebas de sangre del embarazo, que quiso hacer para confirmar lo que habíamos visto en la prueba de orina.—¿Y si no lo estoy? —me preguntó asustada—. ¿Qué pasa si esa prueba da un falso positivo?—Te dijo el doctor que los falsos positivos son muy extraños —la tranquilicé mientras le acariciaba el rostro—. Estás embarazada, te lo prometo.—¿Y si algo no va bien?—Todo irá bien —le aseguré—. Pronto veremos a nuestro hermoso bebé y volveremos a casa para presentárselo a sus hermanitos y a su primo. No tienes por qué temer. ¿O sientes que hay algo mal?Mi corazón se aceleró ante la idea de que ella se sintiera mal y que, por eso, tuviera tantas dudas sobre la buena evolución del embarazo.—No, mi amor —respondió—. No me siento mal. Lo que sucede es que aún están presentes en mí todas esas sensaciones del embarazo perdido, y me es inevita
LyraUnas manos grandes rodearon mi barriga y la elevaron, haciendo que dejara de sentir el enorme peso que me ocasionaba dolores de espalda todos los días.—Demonios, qué bien se siente —sonreí, cerrando los ojos—. Oh, deberías hacerlo más seguido. Me encanta.—¿Sí? ¿Y qué más te encanta? —me susurró Landon al oído—. ¿Qué más te encanta además de esto y de abandonarme a mitad de la noche para cumplir con antojos de los que no tengo ni idea?—Ups. —Quiero una mejor explicación que esa.—Quería dejarte dormir —confesé—. Y bueno, no quería compartir mi comida.—Eres muy mala. ¿No quieres compartir tu cuerpo conmigo? —No, mientras estoy comiendo. —Tomé otra rodaja de pepinillo y me la llevé a la boca.—Pero puedo perfectamente tocarte mientras tanto —bromeó.—Landon… —Te amo, claro que no lo haré —se rio—. Pero me pone triste que no me digas cuando tienes un antojo. Sabes lo mucho que deseo que me hagas partícipe en todo momento del embarazo.Me giré hacia él y le ofrecí una de las
LandonSin abrir los ojos, busqué con las manos el calor de mi esposa o, al menos, el de nuestros bebés de dos años. Al no encontrar más que el frío de las sábanas, abrí los ojos de golpe.—¿Lyra? —pregunté, sentándome—. Mi amor, ¿dónde estás?Aparté la cobija y fui al baño en su búsqueda. Al no encontrarla, mi estómago se encogió y el corazón comenzó a acelerarse. ¿Acaso se sentiría mal? Llevaba muchos días comportándose de manera extraña, pero ella me había dicho que tenía la menstruación.—¡Lyra! —grité, saliendo de la habitación.En el pasillo me encontré con Sofía, quien me dijo que Lyra y los niños habían salido muy temprano.—¿Cómo que salieron? ¡Es Navidad, todo está cerrado! —exclamé, exasperado.Ella soltó una risita.—¿De qué te ríes? —gruñí—. ¡Algo muy malo puede pasarles!—Cálmese, señor, no les pasará nada. La señora es una mujer responsable.—Pues empiezo a dudarlo. Está sola con nuestros hijos. Más vale que al menos Antonio y Amelie…Al ver su expresión, lo supe: tampo
LyraMiré al médico con los ojos abiertos de par en par y me llevé una mano al vientre. Aunque un embarazo era lo que menos deseaba, escuchar al doctor pronunciar esas palabras me estaba rompiendo el corazón.«Lo siento mucho. Según los estudios que le hemos practicado, el bebé es incompatible con la vida. Lo más recomendable es interrumpirlo en este momento. No se preocupe, esta trisomía es la más común y, en el futuro, podrá tener más hijos, ya que es una mujer sana y joven».—Señora Russell —me llamó el médico una vez más—. ¿Se encuentra bien?—Eh... Sí —mentí—. Es solo que no entiendo nada.—Trisomía dieciséis —me explicó él con paciencia—. Es la más común en humanos, pero también la más letal. El bebé no va a sobrevivir, señora. Y si lo hiciera, no viviría mucho tiempo y solo sufriría.—¿Está completamente confirmado? —indagué, aferrándome a un último resquicio de esperanza.El doctor asintió, matando por completo ese sentimiento. La única cosa que podía consolarme era saber que
LyraLos minutos se me hacían interminables mientras el auto avanzaba hacia el hospital. El dolor no hacía más que volverse insoportable, aunque no solo el físico, sino también el del corazón. Me estaban arrancando una parte de mí, una más valiosa que mi propia vida. Y yo estaba tan sola...Al menos deseaba tener a alguien que me quisiera, que estuviera a mi lado en estos momentos, pero eso no era así. Nadie en este mundo estaba para mí, y la única persona que había estado, mi madre, había muerto hacía mucho tiempo. Intenté salvarla, pero no pude, y ahora estaba atrapada en esta situación.Cuando llegué al hospital, el chófer al menos se dignó a ayudarme. Su expresión era estoica, pero eso, en lugar de consolarme, me hundió más. No esperaba que él también sufriera con esto, pero su frialdad me lastimaba.«Aunque no más que la de Landon», pensé con tristeza.—Señora Russell —dijo el doctor, sorprendido al encontrarnos en urgencias—. ¿Qué está...?De inmediato se dio cuenta de mi sangr
Lyra —¿Por qué estás aquí? —pregunté cuando se acercó.—¿Qué demonios haces tú aquí? Debes irte a casa —me soltó, haciendo que me sintiera aún más nerviosa.—En eso estaba, pero…—Vámonos.Landon me tomó del brazo y caminó a toda prisa por los pasillos del hospital. Mi vientre dolía un poco y era incómodo caminar, pero no me quejé. En el fondo, me ilusionaba la idea de que él me llevara a casa. Sin embargo, al llegar a la salida, prácticamente me lanzó a los brazos de Iñaki, el chófer.—Llévala a casa. Tengo ocupaciones —dijo, enojado.—Por supuesto, señor —respondió Iñaki.Quería decir algo, cualquier cosa que manifestara mi rabia, dolor y frustración, pero cuando tenía a Landon frente a mí, con esos ojos oscuros y penetrantes, las palabras se me quedaban atascadas en la garganta.—Suba, señora Russell —me indicó Iñaki, abriéndome la puerta del auto—. Tiene que ir a casa.—Está bien —susurré, conteniendo las lágrimas. Salieron en cuanto me metí en el auto y se cerró la puerta.Lando
LandonLuego de colgar la llamada de mi esposa y apagar el celular, continué revisando el papeleo que mi asistente me había entregado para la junta, la cual se había pospuesto para ese día. Por fin podría presentar mis conclusiones finales a los inversionistas sobre un nuevo medicamento que prometía poner fin a muchas de las complicaciones causadas por diversas enfermedades de transmisión sexual, las cuales generaban consecuencias graves en el organismo.Había tenido que lidiar con la ira colectiva de otros laboratorios y enfrentar muchos obstáculos para lograrlo, pero finalmente estaba aquí. También me aseguré de obtener protección para toda mi familia, ya que este tipo de innovaciones implicaba un riesgo de represalias, y lo que menos quería era eso.—Señor Russell —me llamó mi asistente horas después—. ¿Se quedará en la oficina?—Me parece que sí —contesté—. ¿Ocurre algo?—Es la señorita Karime, señor —me informó—. Ella... está en el hospital.—¿Qué? —Alcé la vista, mirándolo con c
LyraAunque lentamente, las semanas comenzaron a pasar y no había rastro de mi esposo. Él no se había preocupado por mí ni me había llamado para saber cómo estaba; simplemente parecía como si no existiera. Aun así, cada noche preparaba con esmero los desayunos, almuerzos y cenas, con la esperanza de encontrarlo. Sin embargo, eso no sucedía.Resignada a que pasaría una temporada sin él, comencé a hacer ejercicio cuando me sentí mejor. En estos últimos meses, había aumentado un poco de peso y mi condición física ya no era tan buena, así que me venía bien. Además, necesitaba distraer mi mente, olvidar mi tristeza y mi soledad.—Guau, se ve muy bien, señora. Ya no recordaba la última vez que se puso uno de esos vestidos —me dijo Sofía cuando bajé—. ¿Irá a algún sitio?—Sí, voy a ir de compras —respondí con una leve sonrisa—. Quiero reorganizar mi guardarropa.—Pero si usted se viste muy bien…—Nunca fue mi estilo vestirme con ropa tan elegante, lo sabes —contesté—. Siempre me gustaron más