Lyra
Miré al médico con los ojos abiertos de par en par y me llevé una mano al vientre. Aunque un embarazo era lo que menos deseaba, escuchar al doctor pronunciar esas palabras me estaba rompiendo el corazón.
«Lo siento mucho. Según los estudios que le hemos practicado, el bebé es incompatible con la vida. Lo más recomendable es interrumpirlo en este momento. No se preocupe, esta trisomía es la más común y, en el futuro, podrá tener más hijos, ya que es una mujer sana y joven».
—Señora Russell —me llamó el médico una vez más—. ¿Se encuentra bien?
—Eh... Sí —mentí—. Es solo que no entiendo nada.
—Trisomía dieciséis —me explicó él con paciencia—. Es la más común en humanos, pero también la más letal. El bebé no va a sobrevivir, señora. Y si lo hiciera, no viviría mucho tiempo y solo sufriría.
—¿Está completamente confirmado? —indagué, aferrándome a un último resquicio de esperanza.
El doctor asintió, matando por completo ese sentimiento. La única cosa que podía consolarme era saber que al menos el bebé no tendría que enfrentar el desprecio que su padre sentía por mí. Mi pequeño no tendría que ver mi sufrimiento en este matrimonio tan frío como el hielo.
Pero dolía demasiado.
—Por favor, no le informen a mi esposo sobre esto —supliqué—. No tiene caso.
—Está bien, señora —asintió el comprensivo doctor—. Esto solo quedará entre usted y yo.
—Quiero... un día más —le dije—. No estoy lista aún para el procedimiento.
Mi mano se cerró más en torno a la tela de mi blusa, como si eso pudiera salvar a mi hijo de su muerte inminente. ¿Por qué tenía que vivir esta situación tan desgraciada? ¿Qué había hecho para merecer una vida tan carente de amor?
—De acuerdo, pero no puede tardarse mucho. Estamos llegando al límite de semanas.
Asentí, aunque ya no lo escuchaba del todo. Quería quedarme sola para dejar escapar el llanto que luchaba por salir. No solo estaba destruida, sino que también me sentía sola. No tenía a quién llamar, ni un esposo que pudiera vivir este duelo conmigo.
Y mi bebé, lo único que tenía, tendría que irse para siempre de mi lado.
—La dejo sola un momento —dijo el doctor al entender lo que necesitaba.
Cuando por fin se marchó, llevé ambas manos a mi rostro y comencé a llorar con fuerza. Estaba rota por dentro, harta de toda mi vida, sobre todo del hombre que había amado durante estos últimos dos años de matrimonio. Yo no había hecho lo que otras mujeres hacían para conquistarlo; su presencia me inhibía. Pero siempre tuve la esperanza de que, al demostrarle mi amor y siendo una esposa paciente, podría conquistar su corazón.
Estaba claro que su amor siempre sería de esa mujer con la que estuvo antes de mí, aquella hermosa actriz que tantas veces lo buscaba. Él nunca me había dicho que la amaba, pero sus acciones hablaban por él. Cada vez que ella lo llamaba, él salía corriendo a verla y se ausentaba muchos días.
Yo estaba sola en esto, no podía decírselo. No iba a soportar su cruel reproche, que me dijera que había matado a nuestro hijo o que me había embarazado para retenerlo.
—Lo siento mucho, bebé —le dije a mi retoño—. Lamento no poder protegerte.
Seguí acariciando mi vientre con ternura, esperando que algún día él o ella pudiera perdonarme. Los estudios habían confirmado que este bebé no era viable, que estaba destinado a sufrir, así que, por amor, tenía que hacer este sacrificio.
—Señora Russell, ¿se encuentra mejor?
—Sí —le mentí mientras me ponía en pie—. Me encuentro mejor. Mañana vendré para que me realicen el procedimiento.
—¿Quiere firmar el papeleo de una vez?
—De acuerdo.
Sin pensarlo demasiado, firmé todo lo que el médico ponía ante mí. La culpa me estaba volviendo loca, pero lo hice lo más rápido posible y salí con paso apresurado del consultorio.
Al llegar al auto con el chófer, me derrumbé por completo. No me importaba que me viera; él era incluso más frío que mi esposo y no le interesaba mi existencia, salvo para llevarme a casa o a otros lugares que le indicara.
—Necesito ir a casa —le indiqué.
El chófer encendió el auto y finalmente nos fuimos del hospital. Alejarme no cambiaba mi realidad, pero necesitaba estar en mi habitación.
—¿Está mi esposo en casa? —pregunté a Sofía, el ama de llaves, cuando llegué.
—No, señorita —negó con la cabeza—. Él no ha llegado.
—Qué novedad —dije con ironía—. No sé para qué pregunto.
—Señora, ¿le pasa algo? —indagó preocupada—. Está muy pálida.
—Me hicieron estudios de sangre; ya sabes que odio las agujas —sonreí levemente—. No te preocupes.
—Pero, señora Russell…
—Estaré en mi habitación —la interrumpí—. No quiero que nadie me moleste, por favor.
—Sí, señora. Yo saldré a hacer las compras.
—De acuerdo.
Subí las escaleras lentamente, aferrada al pasamanos. Todo mi cuerpo me pesaba, aunque no tuviera una condición médica que lo justificara. Esto era mi dolor, mi espíritu quebrantándose. Definitivamente, no estaba lista para dejar ir a este bebé. Deseaba que ocurriera un milagro y se quedara conmigo, pero al mismo tiempo, temía que eso pasara y él o ella sufriera. Creía firmemente que no solo necesitarían de mí, sino también de un padre.
¿Cómo podía tener al bebé si no podía dárselo?
Al llegar al final de las escaleras, me sentía aletargada y agitada. Aquello ya no me parecía normal, y menos aún el fuerte dolor en el vientre que comenzaba a desgarrarme por dentro.
—Mi bebé —dije angustiada al tocarme la entrepierna y sentir la sangre.
Aunque sabía que este sería el desenlace de todos modos, corrí hacia mi habitación y tomé el teléfono. Landon no me dejaba tener un celular, así que la comunicación era bastante complicada, y recordar su número en ese momento también lo era.
—Contesta —sollocé—. Contesta, por favor.
A los pocos segundos, él respondió.
—¡Landon! —exclamé jadeante—. ¡Necesito tu ayuda! Yo…
—Estoy muy ocupado —dijo con un tono frío—. No me molestes.
—Por favor, esto es…
—Nos vemos más tarde. Apagaré el celular.
Sin decir más, colgó la llamada, dejándome con el corazón aún más destrozado de lo que ya estaba. Si me quedaba en este matrimonio, siempre estaría sola.
Por desgracia, era mi obligación quedarme aquí.
LyraLos minutos se me hacían interminables mientras el auto avanzaba hacia el hospital. El dolor no hacía más que volverse insoportable, aunque no solo el físico, sino también el del corazón. Me estaban arrancando una parte de mí, una más valiosa que mi propia vida. Y yo estaba tan sola...Al menos deseaba tener a alguien que me quisiera, que estuviera a mi lado en estos momentos, pero eso no era así. Nadie en este mundo estaba para mí, y la única persona que había estado, mi madre, había muerto hacía mucho tiempo. Intenté salvarla, pero no pude, y ahora estaba atrapada en esta situación.Cuando llegué al hospital, el chófer al menos se dignó a ayudarme. Su expresión era estoica, pero eso, en lugar de consolarme, me hundió más. No esperaba que él también sufriera con esto, pero su frialdad me lastimaba.«Aunque no más que la de Landon», pensé con tristeza.—Señora Russell —dijo el doctor, sorprendido al encontrarnos en urgencias—. ¿Qué está...?De inmediato se dio cuenta de mi sangr
Lyra —¿Por qué estás aquí? —pregunté cuando se acercó.—¿Qué demonios haces tú aquí? Debes irte a casa —me soltó, haciendo que me sintiera aún más nerviosa.—En eso estaba, pero…—Vámonos.Landon me tomó del brazo y caminó a toda prisa por los pasillos del hospital. Mi vientre dolía un poco y era incómodo caminar, pero no me quejé. En el fondo, me ilusionaba la idea de que él me llevara a casa. Sin embargo, al llegar a la salida, prácticamente me lanzó a los brazos de Iñaki, el chófer.—Llévala a casa. Tengo ocupaciones —dijo, enojado.—Por supuesto, señor —respondió Iñaki.Quería decir algo, cualquier cosa que manifestara mi rabia, dolor y frustración, pero cuando tenía a Landon frente a mí, con esos ojos oscuros y penetrantes, las palabras se me quedaban atascadas en la garganta.—Suba, señora Russell —me indicó Iñaki, abriéndome la puerta del auto—. Tiene que ir a casa.—Está bien —susurré, conteniendo las lágrimas. Salieron en cuanto me metí en el auto y se cerró la puerta.Lando
LandonLuego de colgar la llamada de mi esposa y apagar el celular, continué revisando el papeleo que mi asistente me había entregado para la junta, la cual se había pospuesto para ese día. Por fin podría presentar mis conclusiones finales a los inversionistas sobre un nuevo medicamento que prometía poner fin a muchas de las complicaciones causadas por diversas enfermedades de transmisión sexual, las cuales generaban consecuencias graves en el organismo.Había tenido que lidiar con la ira colectiva de otros laboratorios y enfrentar muchos obstáculos para lograrlo, pero finalmente estaba aquí. También me aseguré de obtener protección para toda mi familia, ya que este tipo de innovaciones implicaba un riesgo de represalias, y lo que menos quería era eso.—Señor Russell —me llamó mi asistente horas después—. ¿Se quedará en la oficina?—Me parece que sí —contesté—. ¿Ocurre algo?—Es la señorita Karime, señor —me informó—. Ella... está en el hospital.—¿Qué? —Alcé la vista, mirándolo con c
LyraAunque lentamente, las semanas comenzaron a pasar y no había rastro de mi esposo. Él no se había preocupado por mí ni me había llamado para saber cómo estaba; simplemente parecía como si no existiera. Aun así, cada noche preparaba con esmero los desayunos, almuerzos y cenas, con la esperanza de encontrarlo. Sin embargo, eso no sucedía.Resignada a que pasaría una temporada sin él, comencé a hacer ejercicio cuando me sentí mejor. En estos últimos meses, había aumentado un poco de peso y mi condición física ya no era tan buena, así que me venía bien. Además, necesitaba distraer mi mente, olvidar mi tristeza y mi soledad.—Guau, se ve muy bien, señora. Ya no recordaba la última vez que se puso uno de esos vestidos —me dijo Sofía cuando bajé—. ¿Irá a algún sitio?—Sí, voy a ir de compras —respondí con una leve sonrisa—. Quiero reorganizar mi guardarropa.—Pero si usted se viste muy bien…—Nunca fue mi estilo vestirme con ropa tan elegante, lo sabes —contesté—. Siempre me gustaron más
LandonMi mujer estaba en la entrada del vestidor, luciendo un hermoso vestido azul. Su cabello rojo se veía diferente; más corto y brillante. ¿Para quién quería verse tan hermosa?La recosté sobre la cama y la inmovilicé con mi cuerpo. Inmediatamente la besé y recordé, por milésima vez, por qué no la dejaría escapar de mí, aunque ella no quisiera darme hijos.El mes que había pasado sin ella y sin tocarla me había parecido toda una eternidad. —Landon —gimió al sentir mi boca saboreando su pezón, luego de que le bajara la parte de arriba del vestido.Con desesperación, comencé a arrancarle la ropa, sin importarme cuánto se asustara. Venía aquí a reclamar lo que me pertenecía, a lo que tenía derecho a acceder después de aquellas largas semanas.A pesar de su miedo, ella me aceptó en su cálido interior. Estaba perdido en su aroma, en su calor y en los gemidos de placer que dejaba escapar. Durante esos placenteros instantes, me arrepentí de haberla dejado sola, de ignorar su llamada y d
LyraLandon salió de la habitación azotando la puerta, dejándome en estado de shock y con las piernas temblorosas. ¿Amelia le había contado a Landon lo que le dijo? ¿Iñaki le había informado sobre mi salida?Mientras me vestía de nuevo, noté una leve picazón en la piel, pero la ignoré, atrapada en mis pensamientos sobre lo que había pasado. Tras lavarme los dientes y la cara, me metí en la cama, tratando de dormir. Esperaba que la pastilla funcionara y no quedara embarazada de nuevo, porque, de ser así, eso me destrozaría. Ya no quería sufrir más.Poco a poco, el sueño me fue venciendo, pero la comezón que sentía en todo el cuerpo se hizo más intensa. —Diablos, ¿qué es esto? —me quejé, moviéndome inquieta en la cama. La picazón se volvía más insoportable con el paso de la noche, así que, al amanecer, me levanté y fui al baño.—¡Jesús! —exclamé aterrorizada al ver mis brazos cubiertos de sarpullido—. ¿Qué me ha pasado?No pasó mucho tiempo antes de que lo dedujera. Jamás había tomado
LyraPor suerte para mí, Landon accedió a que fuéramos a nuestra habitación para que me quitara la ropa, ya que hacerlo frente a los empleados habría sido un momento vergonzoso. Aun así, me sentía bastante vulnerable, incluso un poco humillada.—¿Y bien? ¿Cuánto tiempo me vas a hacer esperar?Sintiendo que me moría de vergüenza, me quité la mascarilla. Landon frunció el ceño y se quedó boquiabierto.—¿Qué demonios es eso?No le respondí y procedí a quitarme la blusa. Hacerlo aumentó la picazón en mis brazos, pero intenté ignorarla.De repente, tenía a Landon deshaciéndose de mis pantalones y ropa interior, aunque no con la intención de tocarme, sino con esa curiosidad que otorgaba ser el dueño de un laboratorio.—Hiciste una completa estupidez. Tomaste anticonceptivos sin prescripción médica y ahora tienes una m*****a alergia —dijo furioso, alejándose de mí.—Esa pastilla solamente…—No puedes tomar esas cosas sin mi consentimiento, ¿me entendiste?Me abracé a mí misma, cubriendo mi cu
LandonCuando me desperté, la cabeza me dolía mucho, aunque no lo suficiente como para decir que tenía resaca. Sin embargo, el dolor se volvió insoportable cuando contesté el teléfono y escuché a Lyra. Sonaba extraña y enojada. De repente, me gritó que quería el divorcio.Aquel grito me dejó despierto de golpe y se me aceleró el corazón. Seguramente había visto en las noticias que Karime me había encontrado en el bar, y por eso la mencionaba. Pero, ¿por qué se ponía así? Yo no había hecho nada, tan solo beber para disipar mi dolor. Incluso la había apartado y me fui sin despedirme.—¿Qué te sucede? —pregunté a la defensiva—. No estoy de humor para tus bromas. ¿Qué es lo que necesitas?—No estoy bromeando, Landon —dijo, respirando agitadamente—. Quiero el divorcio. Me cansé de ti y de tus engaños. Si tanto quieres a Karime, quédate con ella y a mí no me molestes más.—Pero...—Espera, Lyra, esto...Lyra me colgó la llamada, dejándome anonadado.—Pues no, no te daré el divorcio jamás —di