Landon
Luego de colgar la llamada de mi esposa y apagar el celular, continué revisando el papeleo que mi asistente me había entregado para la junta, la cual se había pospuesto para ese día. Por fin podría presentar mis conclusiones finales a los inversionistas sobre un nuevo medicamento que prometía poner fin a muchas de las complicaciones causadas por diversas enfermedades de transmisión sexual, las cuales generaban consecuencias graves en el organismo.
Había tenido que lidiar con la ira colectiva de otros laboratorios y enfrentar muchos obstáculos para lograrlo, pero finalmente estaba aquí. También me aseguré de obtener protección para toda mi familia, ya que este tipo de innovaciones implicaba un riesgo de represalias, y lo que menos quería era eso.
—Señor Russell —me llamó mi asistente horas después—. ¿Se quedará en la oficina?
—Me parece que sí —contesté—. ¿Ocurre algo?
—Es la señorita Karime, señor —me informó—. Ella... está en el hospital.
—¿Qué? —Alcé la vista, mirándolo con confusión—. ¿Qué le ha ocurrido?
—Parece que tuvo un resfriado muy fuerte. Ahora está ingresada y se le aplicó el medicamento experimental.
—Iré mañana a visitarla —dije, volviendo mi atención hacia los documentos—. ¿Está todo bien en casa? ¿Alguna llamada?
—No he recibido llamadas, así que todo debe estar bien.
—Bien —asentí—. Puedes retirarte.
—De acuerdo, señor. Que tenga una buena noche.
Una vez que me quedé a solas, suspiré aliviado. Que todo estuviera bien en casa significaba que Lyra estaba a salvo y que no había nada importante que tuviera que decirme.
Podía continuar con mi trabajo.
Las horas pasaron y, por fin, terminé la presentación que daría por la tarde. Ya estaba casi amaneciendo cuando finalicé, así que decidí dormir un poco en el sofá. No quería molestar a Lyra al regresar y hacer que se despertara.
Cuando me desperté, dos horas más tarde, el sentimiento de incomodidad que había surgido desde la noche anterior prevalecía en mí. Sin embargo, traté de no darle importancia y entré a ducharme en el baño de la oficina.
—Buenos días, señor Russell. ¿Durmió aquí? —me preguntó mi asistente.
—Sí, Fedra, pero estaré en el hospital. ¿El central, no es así?
—Sí, señor. Ese mismo.
No me tomó más de diez minutos llegar al hospital, ya que no había mucho tráfico. En la recepción me indicaron en qué habitación estaba Karime, y me dirigí hacia allá. El pasillo estaba lleno de guardias de seguridad, pero me conocían, así que me dejaron entrar sin hacer preguntas.
—¡Landon! —exclamó Karime, quien estaba en la cama y se veía bien—. Pensé que vendrías antes, pero no importa. Lo que importa es que ahora estás aquí.
—Buenos días —saludé mientras me acercaba—. ¿Te has resfriado? ¿Toleraste bien el medicamento?
—Sí, aunque me causó un poco de sueño. Al menos ya no estoy congestionada, eso es muy bueno.
—Sí —dije sonriendo—. Es bastante bueno.
—Me siento mejor, aunque todavía no han desaparecido por completo mis síntomas. ¿Podrías cuidar de mí? —preguntó Karime, ilusionada.
—Contrataré a una enfermera para ti —respondí, haciendo que ella bajara la mirada—. Tengo muchas ocupaciones en estos días, pero te prometo que iré a visitarte para saber cómo actúa esto en tu cuerpo.
—¿Por qué no puedes darte cuenta de cuánto te amo todavía? —se quejó—. Landon, me someto a todo lo que me dices sin rechistar. No es fácil lidiar con las reacciones adversas de algunos medicamentos.
—Hemos hablado de eso muchas veces. No puedo corresponderte; lo nuestro terminó hace mucho tiempo. Tú decidiste engañarme —le dije—. Pero siempre te apoyaré con tu carrera y con todo lo que necesites. Tenemos un contrato; esto no solo lo haces por mí, sino porque la paga te permite mantener tu estilo de vida y seguir actuando sin preocupaciones.
—Quiero que regresemos —suplicó—. Si firmé el contrato fue para estar cerca de ti, porque estoy arrepentida. ¿No te das cuenta? ¿O acaso es que ya te enamoraste de esa chica con la que te casaste?
Me quedé callado. De ninguna manera iba a hablar sobre mi vida privada con Karime ni con nadie.
—Ella no podría quererte más que yo —insistió.
—Puede que en eso tengas razón —repuse con amargura—. Pero aun así…
En ese momento, entró un doctor, quien frunció el ceño al ver que Karime me tomaba de la mano.
—¿Señor Russell?
—Doctor Green —respondí con seriedad mientras soltaba la mano de Karime.
—Su esposa se encuentra en el hospital —me informó—. ¿No le dijo nada de esto?
—¿Qué? —pregunté, confundido y preocupado—. ¿A qué hora fue esto? ¿Por qué vino?
—Acaba de ser dada de alta y necesita ir a casa. Las razones se las explicaré en privado dentro de un rato. Puede pasar a verme.
—Pero…
—Señor, salga, debo revisar a la paciente —me interrumpió—. En unos minutos más estaré con usted.
—De acuerdo —murmuré.
—¡Landon! —me llamó Karime, pero la ignoré.
Al salir de la habitación, vi a Lyra en el pasillo. Mi corazón se aceleró de manera enloquecida, como siempre que la veía, pero no pude evitar mirarla con enfado por ocultarme que estaba aquí.
—¿Por qué estás aquí? —me preguntó cuando me acerqué.
—¿Qué demonios haces tú aquí? Se suponía que debías irte a casa —espeté.
—En eso estaba, pero…
—Vámonos.
La tomé del brazo y la guié hacia la salida. No dejaría que ella se quedara e inventara excusas; pronto sabría la verdad. En la salida, estaba Iñaki, el chófer, y le entregué a mi esposa. Odiaba dejarla así, pero no había otra alternativa.
—Llévala a casa. Tengo ocupaciones —le dije.
—Por supuesto, señor —respondió él.
Antes de que se fueran, volví a entrar en el hospital y miré por la ventana cómo el coche se marchaba. Esperé un tiempo prudente y me dirigí al consultorio del doctor, donde tuve que esperar unos minutos.
—Pase, señor —me indicó.
—¿Qué le sucedió a mi esposa? —pregunté sin rodeos al entrar—. Quiero saberlo ahora.
—Ella sufrió un aborto, señor Russell —dijo el doctor—. Pensé que usted había sido informado. Ordené que se lo dijeran.
—¡No, nadie me lo dijo! —exclamé, desesperado, mirando con incredulidad al médico—. ¿Fue voluntario?
—No, señor, el bebé no era viable. Por cierto, ella pidió ser operada para no tener hijos.
Aquella información me dejó helado y sin aliento. ¿Ella no quería un hijo mío? ¿Tanto me detestaba? Aún no había considerado la idea de tener un hijo, pero ahora que sabía que podía haberlo tenido, la imagen me golpeaba como un puñetazo en el estómago, y dolía.
—No lo voy a permitir —le respondí al doctor—. ¿Ella puede…?
—Puede volver a tener relaciones íntimas dentro de un tiempo.
—¿En cuánto tiempo?
—En un mes, señor Russell —respondió—. No puede tocar a su esposa durante un mes.
LyraAunque lentamente, las semanas comenzaron a pasar y no había rastro de mi esposo. Él no se había preocupado por mí ni me había llamado para saber cómo estaba; simplemente parecía como si no existiera. Aun así, cada noche preparaba con esmero los desayunos, almuerzos y cenas, con la esperanza de encontrarlo. Sin embargo, eso no sucedía.Resignada a que pasaría una temporada sin él, comencé a hacer ejercicio cuando me sentí mejor. En estos últimos meses, había aumentado un poco de peso y mi condición física ya no era tan buena, así que me venía bien. Además, necesitaba distraer mi mente, olvidar mi tristeza y mi soledad.—Guau, se ve muy bien, señora. Ya no recordaba la última vez que se puso uno de esos vestidos —me dijo Sofía cuando bajé—. ¿Irá a algún sitio?—Sí, voy a ir de compras —respondí con una leve sonrisa—. Quiero reorganizar mi guardarropa.—Pero si usted se viste muy bien…—Nunca fue mi estilo vestirme con ropa tan elegante, lo sabes —contesté—. Siempre me gustaron más
LandonMi mujer estaba en la entrada del vestidor, luciendo un hermoso vestido azul. Su cabello rojo se veía diferente; más corto y brillante. ¿Para quién quería verse tan hermosa?La recosté sobre la cama y la inmovilicé con mi cuerpo. Inmediatamente la besé y recordé, por milésima vez, por qué no la dejaría escapar de mí, aunque ella no quisiera darme hijos.El mes que había pasado sin ella y sin tocarla me había parecido toda una eternidad. —Landon —gimió al sentir mi boca saboreando su pezón, luego de que le bajara la parte de arriba del vestido.Con desesperación, comencé a arrancarle la ropa, sin importarme cuánto se asustara. Venía aquí a reclamar lo que me pertenecía, a lo que tenía derecho a acceder después de aquellas largas semanas.A pesar de su miedo, ella me aceptó en su cálido interior. Estaba perdido en su aroma, en su calor y en los gemidos de placer que dejaba escapar. Durante esos placenteros instantes, me arrepentí de haberla dejado sola, de ignorar su llamada y d
LyraLandon salió de la habitación azotando la puerta, dejándome en estado de shock y con las piernas temblorosas. ¿Amelia le había contado a Landon lo que le dijo? ¿Iñaki le había informado sobre mi salida?Mientras me vestía de nuevo, noté una leve picazón en la piel, pero la ignoré, atrapada en mis pensamientos sobre lo que había pasado. Tras lavarme los dientes y la cara, me metí en la cama, tratando de dormir. Esperaba que la pastilla funcionara y no quedara embarazada de nuevo, porque, de ser así, eso me destrozaría. Ya no quería sufrir más.Poco a poco, el sueño me fue venciendo, pero la comezón que sentía en todo el cuerpo se hizo más intensa. —Diablos, ¿qué es esto? —me quejé, moviéndome inquieta en la cama. La picazón se volvía más insoportable con el paso de la noche, así que, al amanecer, me levanté y fui al baño.—¡Jesús! —exclamé aterrorizada al ver mis brazos cubiertos de sarpullido—. ¿Qué me ha pasado?No pasó mucho tiempo antes de que lo dedujera. Jamás había tomado
LyraPor suerte para mí, Landon accedió a que fuéramos a nuestra habitación para que me quitara la ropa, ya que hacerlo frente a los empleados habría sido un momento vergonzoso. Aun así, me sentía bastante vulnerable, incluso un poco humillada.—¿Y bien? ¿Cuánto tiempo me vas a hacer esperar?Sintiendo que me moría de vergüenza, me quité la mascarilla. Landon frunció el ceño y se quedó boquiabierto.—¿Qué demonios es eso?No le respondí y procedí a quitarme la blusa. Hacerlo aumentó la picazón en mis brazos, pero intenté ignorarla.De repente, tenía a Landon deshaciéndose de mis pantalones y ropa interior, aunque no con la intención de tocarme, sino con esa curiosidad que otorgaba ser el dueño de un laboratorio.—Hiciste una completa estupidez. Tomaste anticonceptivos sin prescripción médica y ahora tienes una m*****a alergia —dijo furioso, alejándose de mí.—Esa pastilla solamente…—No puedes tomar esas cosas sin mi consentimiento, ¿me entendiste?Me abracé a mí misma, cubriendo mi cu
LandonCuando me desperté, la cabeza me dolía mucho, aunque no lo suficiente como para decir que tenía resaca. Sin embargo, el dolor se volvió insoportable cuando contesté el teléfono y escuché a Lyra. Sonaba extraña y enojada. De repente, me gritó que quería el divorcio.Aquel grito me dejó despierto de golpe y se me aceleró el corazón. Seguramente había visto en las noticias que Karime me había encontrado en el bar, y por eso la mencionaba. Pero, ¿por qué se ponía así? Yo no había hecho nada, tan solo beber para disipar mi dolor. Incluso la había apartado y me fui sin despedirme.—¿Qué te sucede? —pregunté a la defensiva—. No estoy de humor para tus bromas. ¿Qué es lo que necesitas?—No estoy bromeando, Landon —dijo, respirando agitadamente—. Quiero el divorcio. Me cansé de ti y de tus engaños. Si tanto quieres a Karime, quédate con ella y a mí no me molestes más.—Pero...—Espera, Lyra, esto...Lyra me colgó la llamada, dejándome anonadado.—Pues no, no te daré el divorcio jamás —di
LyraHaber gritado eso por teléfono no me hizo sentir mejor. Por el contrario, un dolor espantoso me cruzaba el pecho y no tenía intenciones de irse. En el fondo, tal vez tenía la esperanza de que él me llamara nuevamente y le diera importancia a lo que acababa de decirle, pero como siempre, no lo hizo.—Tal vez estés ocupado —reí con ironía mientras me dirigía al vestidor para tomar mis maletas.Cuando las tuve abiertas sobre la cama, reflexioné sobre si realmente estaba haciendo lo correcto. ¿Qué iba a pasar conmigo? ¿A dónde iría? Si bien era cierto que había logrado terminar mi carrera de idiomas, no tenía la experiencia necesaria para que me contrataran en ningún sitio.—¿Qué puedo hacer? —susurré desesperada, paralizada por el miedo que sentía a empezar de cero.Finalmente, llegué a la conclusión de que quedarme aquí no me iba a llevar a ninguna parte. No tenía a nadie que dependiera de mí, así que podía hacerme un hueco en cualquier sitio.—Señora, ¿qué hace? —me preguntó Sofía
LyraLandon se sumergió de nuevo en su trabajo y no volvió a tocarme después de aquella noche, pero ahora trabajaba desde casa la mayor parte del tiempo. Había pasado ya una semana y media desde aquel momento, y en un principio parecía que volveríamos a la monotonía de nuestro horrible matrimonio. Sin embargo, Landon se estaba comportando de una forma más amable. No podía decirse que el amor hacia mí había resurgido, pero ahora sí se tomaba la molestia de comer conmigo y tener conversaciones. Una de ellas fue sobre su encuentro con Karime, y él, en pocas palabras, me explicó que no había estado con ella en el bar, sino que simplemente se encontraron.Tal vez pecaba de ingenua al creer que él se había retirado del bar sin ella, pero se comportaba tan distinto que decidí confiar y comenzar a tener esperanzas de que dejara de verla.—El señor la espera abajo para desayunar —me dijo Sofía por la mañana—. Está todo listo.—Sí, ahora voy —respondí mientras terminaba de arreglarme—. Solo debo
Landon De camino al hospital, aún seguía pensando en la inesperada propuesta que mi madre le había hecho a Lyra. Ella la quería y siempre la apoyaba porque era la hija de su difunta mejor amiga, pero esto era el colmo. ¿Cómo iba a poder Lyra encargarse de la organización de los eventos por venir? ¿Acaso mi madre se estaba cansando de hacerlo?Mientras conducía, apreté el volante con ambas manos. Ni siquiera el sabor dulce del chocolate que aún estaba en mi boca era suficiente para calmarme. ¿Acaso nada era suficiente para Lyra? —Buenos días, señor Langdon —me saludó el doctor Green, que nunca ponía buena cara cuando venía a ver a Karime—. La señorita lo espera. Dejé el informe sobre la mesa. —Sí, de acuerdo —asentí. El doctor se apartó de la puerta y entonces entré. Karime estaba un poco pálida y temblaba, lo que indicaba que todavía no le hacía efecto el medicamento que le habían suministrado. —Mi amor —balbuceó. —Tranquila —le pedí mientras tomaba el informe.Ella había