CAPÍTULO 6

Landon

Mi mujer estaba en la entrada del vestidor, luciendo un hermoso vestido azul. Su cabello rojo se veía diferente; más corto y brillante. ¿Para quién quería verse tan hermosa?

La recosté sobre la cama y la inmovilicé con mi cuerpo. Inmediatamente la besé y recordé, por milésima vez, por qué no la dejaría escapar de mí, aunque ella no quisiera darme hijos.

El mes que había pasado sin ella y sin tocarla me había parecido toda una eternidad. 

—Landon —gimió al sentir mi boca saboreando su pezón, luego de que le bajara la parte de arriba del vestido.

Con desesperación, comencé a arrancarle la ropa, sin importarme cuánto se asustara. Venía aquí a reclamar lo que me pertenecía, a lo que tenía derecho a acceder después de aquellas largas semanas.

A pesar de su miedo, ella me aceptó en su cálido interior. Estaba perdido en su aroma, en su calor y en los gemidos de placer que dejaba escapar. Durante esos placenteros instantes, me arrepentí de haberla dejado sola, de ignorar su llamada y de que, por ese motivo, estuviera bromeando con la idea de dejarme. Mi madre me había reclamado aquello por mensaje y lo que sentí fue una rabia espantosa, que me había llevado a tomar como lo había hecho. 

—Perdóname —le susurré cuando ambos estábamos a punto de alcanzar el orgasmo. 

Fue ella quien lo alcanzó primero, ya que me contuve para verla disfrutar. Aun así, era un sufrimiento tocarla y temer que dijera algún otro nombre que no fuera el mío.

Finalmente, alcancé el clímax, y no hubo angustia alguna que me quitará la intensa satisfacción de eyacular dentro de ella, de sentirla tan cerca que podía jurar que nos volvíamos uno solo. 

—Landon, ¿qué fue lo que dijiste? —me preguntó jadeando.

La miré embelesado, pero también dudoso sobre si debía disculparme de nuevo. Con ella tan cerca, era difícil pensar y actuar como se suponía que tenía que hacerlo.

—¿Qué fue lo que me dijiste? —insistió.

—Nada —dije, apartándome para recostarme a su lado—. No dije nada.

Lyra asintió y se levantó de la cama. Aún me sentía mareado, pero me di cuenta de que buscaba algo en el cajón de su mesita de noche.

—¿Qué estás…?

Sin dudarlo ni un instante, Lyra se metió una píldora en la boca y la tragó. Su mirada era hostil, como si me odiara. En ese instante, comprendí lo que estaba tomando y me levanté furioso, con las ilusiones destrozadas.

—¿Tanto rechazo te genera concebir a mi bebé?

—¿Cómo dices? —preguntó nerviosa y yo me levanté para volverme a acercar a ella

—¿Por qué has comprado una píldora anticonceptiva? ¿Pensaste que no me iba a enterar? —le dije mientras me ponía el pantalón. 

—¿Cómo es que lo sabes? —Sus ojos se abrieron de par en par y sus manos comenzaron a temblar.

—¿Por qué lo sé? ¿De verdad piensas que mi chófer o mis hombres son estatuas? —respondí, acariciando su barbilla, aunque me sentía muy furioso—. Lyra, cualquier cosa que haces lo sabré. 

—Landon, yo... 

—No te quiero escuchar —la interrumpí, antes de soltarla y salir de la habitación. 

Un extraño e inexplicable dolor me atravesó el pecho, pero lo ignoré y me dirigí a la habitación de huéspedes. Al caer en la cama, la cabeza volvió a darme vueltas. Tan solo me había casado para complacer a mi madre y dejar atrás el asunto de Karime, pero cada vez que recibía la noticia de que Lyra salía me volvía loco. 

Al cerrar los ojos, solo pude soñar con vestidos cortos y bebés. 

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