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Thane—Sí, hicimos lo que nos ordenó, señor —me avisó uno de mis subordinados—. El niño está con su familia desde hace unas horas.—Bien, pero no dejen de vigilarlos. Esto todavía no se termina —le advertí. —De acuerdo, señor. El hombre se dio media vuelta y se marchó de mi habitación de hotel. Según los médicos, todavía debería estar en el hospital por las complicaciones de mis heridas; pero sabía que, si regresaba, solo moriría de la manera más espantosa. Necesitaba saber sobre Ekaterina. Durante todos estos días, el odio y la rabia que sentía se fueron transformando en desesperación. La necesitaba más de lo que habría necesitado a nadie en toda mi vida, y eso incluía a Lyra. Sin ella había podido sobrevivir durante los años en que estuvimos separados, y había soportado que se casara con otro hombre. Sin embargo, ahora no soportaba la idea de que Ekaterina pudiera ser de otro hombre, que ese otro hombre le diera un hogar a mi hijo.—Tienes que llamarme, maldición. Tienes que hacerl
LyraLa felicidad de recuperar a Hunter era inmensa, y no pude evitar llorar al ver cómo Lilly, Byron y mi padre se deshacían en llanto mientras lo abrazaban. Sin duda, el pequeño era alguien muy importante para todos, incluido mi esposo, quien no dudó en alzarlo en brazos.—Estábamos muy preocupados por ti —le dijo.Mis hijos, que ahora estaban en el suelo, jalaron un poco la tela de mi pantalón para llamar mi atención. Sus rostros reflejaban tristeza, como si estuvieran celosos de que su padre quisiera más a su sobrino que a ellos.—Mis pequeños, su primo estuvo perdido unos días y todos estamos felices porque ha regresado, pero su padre los adora. Solo dejen que…—Mis niños, vengan —los llamó Landon al bajar a Hunter—. Este es su primo.—Hola —saludó Hunter.Mis pequeños avanzaron dubitativos, pero una vez que estuvieron cerca de su primo, comenzaron a reír.—No tuve mucho miedo —les explicaba Hunter—. Bueno, sí, un poco, pero fui valiente porque tenía que volver a casa.—¿No tienes
EkaterinaComo médica, sabía que las emociones fuertes podían afectar a mi bebé, y de verdad intentaba con todas mis fuerzas apaciguar las mías, pero no había manera. A cada instante, mientras atravesaba el continente en ese pequeño asiento de avión en el que me encontraba, pensaba en él. No sabía absolutamente nada sobre el lugar en el que estaba, solo que una corazonada me decía que podría encontrarlo en su ciudad natal, donde Lyra y el señor Russell vivían.Recosté la cabeza en el asiento y cerré los ojos. Apenas toleraba los olores, el sabor de mi propia saliva y la sensación de tener los oídos tapados. Me dolía la cabeza y deseaba con todo mi corazón poder tomar un fuerte analgésico o algo que me mantuviera en cama durante al menos una semana. No solo sentía agotamiento físico, sino también mental. Odiaba la idea de abandonar la seguridad de París para buscar un futuro incierto, adonde el amor por él me había arrastrado.Pude haberlo traicionado y dejarlo con la esperanza de encon
Thane El dolor que sentía en la espalda y en todo el cuerpo pasaba a segundo plano. Ekaterina se despertaba por ratos, pero luego volvía a dormirse. El médico decía que era agotamiento y deshidratación; también, la pésima alimentación que había tenido. Al parecer, el viajar tanto había hecho que racionara más las comidas.Le habían hecho exámenes, incluyendo una ecografía. No habíamos podido escuchar el corazón del bebé porque preferíamos esperar a que Ekaterina estuviera mejor, pero el bebé estaba vivo y lleno de vida. Ella lo había cuidado muy bien.—Todo fue mi culpa —susurré mientras acariciaba su mejilla—. Yo te obligué a esto.—Se pondrá bien —me recordó de nuevo el médico—. Lo más importante es que recupere fuerzas ahora para que puedan irse.—¿Lo escuchas? Nos iremos —le dije a Ekaterina, quien por fin abrió los ojos por completo. El doctor se había marchado para darnos un momento a solas.—¿Qué? —Lo que escuchaste: nos iremos. No volveremos a pisar este país y nadie volve
Landon Mi mujer no dejaba de mover las piernas nerviosamente mientras esperábamos a que el obstetra viniera. Este había ido por los resultados de las pruebas de sangre del embarazo, que quiso hacer para confirmar lo que habíamos visto en la prueba de orina.—¿Y si no lo estoy? —me preguntó asustada—. ¿Qué pasa si esa prueba da un falso positivo?—Te dijo el doctor que los falsos positivos son muy extraños —la tranquilicé mientras le acariciaba el rostro—. Estás embarazada, te lo prometo.—¿Y si algo no va bien?—Todo irá bien —le aseguré—. Pronto veremos a nuestro hermoso bebé y volveremos a casa para presentárselo a sus hermanitos y a su primo. No tienes por qué temer. ¿O sientes que hay algo mal?Mi corazón se aceleró ante la idea de que ella se sintiera mal y que, por eso, tuviera tantas dudas sobre la buena evolución del embarazo.—No, mi amor —respondió—. No me siento mal. Lo que sucede es que aún están presentes en mí todas esas sensaciones del embarazo perdido, y me es inevita
LyraUnas manos grandes rodearon mi barriga y la elevaron, haciendo que dejara de sentir el enorme peso que me ocasionaba dolores de espalda todos los días.—Demonios, qué bien se siente —sonreí, cerrando los ojos—. Oh, deberías hacerlo más seguido. Me encanta.—¿Sí? ¿Y qué más te encanta? —me susurró Landon al oído—. ¿Qué más te encanta además de esto y de abandonarme a mitad de la noche para cumplir con antojos de los que no tengo ni idea?—Ups. —Quiero una mejor explicación que esa.—Quería dejarte dormir —confesé—. Y bueno, no quería compartir mi comida.—Eres muy mala. ¿No quieres compartir tu cuerpo conmigo? —No, mientras estoy comiendo. —Tomé otra rodaja de pepinillo y me la llevé a la boca.—Pero puedo perfectamente tocarte mientras tanto —bromeó.—Landon… —Te amo, claro que no lo haré —se rio—. Pero me pone triste que no me digas cuando tienes un antojo. Sabes lo mucho que deseo que me hagas partícipe en todo momento del embarazo.Me giré hacia él y le ofrecí una de las
LandonSin abrir los ojos, busqué con las manos el calor de mi esposa o, al menos, el de nuestros bebés de dos años. Al no encontrar más que el frío de las sábanas, abrí los ojos de golpe.—¿Lyra? —pregunté, sentándome—. Mi amor, ¿dónde estás?Aparté la cobija y fui al baño en su búsqueda. Al no encontrarla, mi estómago se encogió y el corazón comenzó a acelerarse. ¿Acaso se sentiría mal? Llevaba muchos días comportándose de manera extraña, pero ella me había dicho que tenía la menstruación.—¡Lyra! —grité, saliendo de la habitación.En el pasillo me encontré con Sofía, quien me dijo que Lyra y los niños habían salido muy temprano.—¿Cómo que salieron? ¡Es Navidad, todo está cerrado! —exclamé, exasperado.Ella soltó una risita.—¿De qué te ríes? —gruñí—. ¡Algo muy malo puede pasarles!—Cálmese, señor, no les pasará nada. La señora es una mujer responsable.—Pues empiezo a dudarlo. Está sola con nuestros hijos. Más vale que al menos Antonio y Amelie…Al ver su expresión, lo supe: tampo
LyraMiré al médico con los ojos abiertos de par en par y me llevé una mano al vientre. Aunque un embarazo era lo que menos deseaba, escuchar al doctor pronunciar esas palabras me estaba rompiendo el corazón.«Lo siento mucho. Según los estudios que le hemos practicado, el bebé es incompatible con la vida. Lo más recomendable es interrumpirlo en este momento. No se preocupe, esta trisomía es la más común y, en el futuro, podrá tener más hijos, ya que es una mujer sana y joven».—Señora Russell —me llamó el médico una vez más—. ¿Se encuentra bien?—Eh... Sí —mentí—. Es solo que no entiendo nada.—Trisomía dieciséis —me explicó él con paciencia—. Es la más común en humanos, pero también la más letal. El bebé no va a sobrevivir, señora. Y si lo hiciera, no viviría mucho tiempo y solo sufriría.—¿Está completamente confirmado? —indagué, aferrándome a un último resquicio de esperanza.El doctor asintió, matando por completo ese sentimiento. La única cosa que podía consolarme era saber que