Lyra
Aunque lentamente, las semanas comenzaron a pasar y no había rastro de mi esposo. Él no se había preocupado por mí ni me había llamado para saber cómo estaba; simplemente parecía como si no existiera. Aun así, cada noche preparaba con esmero los desayunos, almuerzos y cenas, con la esperanza de encontrarlo. Sin embargo, eso no sucedía.
Resignada a que pasaría una temporada sin él, comencé a hacer ejercicio cuando me sentí mejor. En estos últimos meses, había aumentado un poco de peso y mi condición física ya no era tan buena, así que me venía bien. Además, necesitaba distraer mi mente, olvidar mi tristeza y mi soledad.
—Guau, se ve muy bien, señora. Ya no recordaba la última vez que se puso uno de esos vestidos —me dijo Sofía cuando bajé—. ¿Irá a algún sitio?
—Sí, voy a ir de compras —respondí con una leve sonrisa—. Quiero reorganizar mi guardarropa.
—Pero si usted se viste muy bien…
—Nunca fue mi estilo vestirme con ropa tan elegante, lo sabes —contesté—. Siempre me gustaron más mis vestidos.
—Sí, eso es verdad —asintió Sofía, riéndose—. Vaya con cuidado, por favor.
—Por supuesto.
Me despedí de ella y salí de la mansión. En ese momento, el auto de mi suegra estaba estacionándose frente a la casa, por lo que me detuve, asustada. ¿Acaso él venía?
Para mi decepción, no era así. Amelia se bajó del auto sola, pero su sonrisa me hizo relajarme de inmediato. Era una mujer hermosa y elegante, que siempre vestía a la moda y conservaba su brillante cabellera negra en muy buen estado.
—Buenas tardes, cielo —me saludó—. ¿A dónde vas?
—Quería ir de compras —le contesté—. Quiero ropa nueva.
—Por cierto, qué bien te queda ese vestido —me elogió—. No sé por qué los dejaste de usar.
—A Landon le gusta lo más recatado —dije con timidez.
—Sí, a mi hijo solo le gusta lo aburrido.
—No, él no es aburrido —murmuré.
—¿Qué? ¿De nuevo vio a…?
—Amelia, tengo que irme —la interrumpí—. Lo siento, realmente necesito salir de compras.
—En ese caso, voy contigo, querida.
—¿En serio? —sonreí.
—Por supuesto. Vamos a elegir unos lindos vestidos; realmente te favorecen más que esa ropa aburrida que llevas. Y no me mires con ese puchero, porque es verdad. Solo tienes veinticuatro años.
—Lo sé, por eso quiero elegir algo más lindo. Después de todo, él nunca está en casa.
—Lo siento mucho —dijo Amelia, acariciando mi hombro con cariño—. Él se arrepentirá algún día de todo esto. En fin, vámonos ya.
Iñaki se acercó para decirme que entrara en el auto, pero mi suegra negó con la cabeza y me llevó hacia el suyo. El chófer de Landon no pareció muy contento con eso, pero no hizo nada para impedir que me fuera con Amelia.
Durante esa tarde, pude olvidarme un poco de todos mis problemas. En mi corazón aún seguía el recuerdo de mi bebé, y sabía que siempre me dolería, pero era justo seguir adelante y distraerme un poco. Ya no quería quedarme en casa todo el tiempo, esperando a que Landon apareciera.
—Espero que te haya gustado todo lo que compramos —me dijo mientras comíamos en su restaurante favorito—. Te ves preciosa con ese nuevo corte, querida. A mi hijo le encantará.
—¿Lo crees? —le pregunté, sintiendo un atisbo de ilusión.
—Se volverá loco.
Di otro bocado a mi comida, sintiendo que ya no tenía sabor. Mi buen humor se había esfumado a causa de su comentario.
—¿Por qué te pones así? No te puedes rendir. Él…
—Preferiría no tocar el tema, si me disculpas. Landon nunca me querrá, pero ya aprendí a vivir con eso y no quiero pensarlo.
—No pienses eso, cariño.
—En realidad... —me detuve a la mitad de la frase, aunque terminé por soltar mi pensamiento— estoy pensando en pedir el divorcio.
Mi suegra me miró boquiabierta y luego se atragantó.
—Hija, ¿qué estás diciendo?
—Amelia... —reí. La reacción inquieta de mi suegra me ponía nerviosa—. Es solo una broma, tranquilízate.
Ella intentó responder algo, pero la interrumpí.
—Gracias por todo esto, por esta tarde —sonreí, conteniendo las lágrimas—. No debiste hacerlo.
—Por supuesto que debí. Eres mi nuera, la futura madre de mis nietos. Además, eres la hija de mi mejor amiga, y prometí estar cerca de ti.
—Gracias —repetí—. Me la pasé muy bien hoy.
Amelia ya no volvió a tocar el tema de Landon para no incomodarme, pero notaba que estaba molesta, ya que no dejaba de mirar su celular. Por eso, cuando llegamos a la mansión, le supliqué que no le dijera a Landon nada de lo que habíamos conversado.
—Descuida, cariño —me tranquilizó—. No se lo diré, puedes confiar en mí.
—De verdad te agradezco por todo. Pronto te pagaré…
—No, claro que no —me interrumpió—. Esto es un regalo, hija. Ahora vete a casa, que ya es bastante tarde.
—Muchas gracias.
Las dos nos despedimos con un beso en la mejilla, y salí con mis bolsas de compras. Los vestidos que Amelia me había comprado eran hermosos y moría de ganas por probármelos, así que caminé a toda prisa hacia la casa para mostrárselos a Sofía, quien suspiró con alivio cuando entré.
—¡Señora Russell! —exclamó—. Qué bueno que llegó.
—Hola, Sofía, ¿qué sucedió? —le pregunté—. Te ves preocupada.
—Es que su esposo llegó. No ha salido de su despacho, parece furioso.
—¿Qué?
—Creo que debería irse a su habitación rápido. No quiero que la encuentre así.
—Eh… Está bien, pero pregúntale si necesita algo —le pedí, y ella asintió.
Sintiéndome muy asustada, corrí escaleras arriba para meterme en mi habitación. Lo último que quería era enfurecerlo por salir de casa tantas horas y por gastar el dinero de su madre.
Al entrar en mi habitación, corrí hacia el vestidor y escondí los vestidos. Pronto traté de calmarme, recordando que él no vendría a verme ni le importaría lo que hiciera.
Salí del vestidor, riéndome como una tonta, pero mi risa se apagó cuando Landon abrió la puerta de golpe y me buscó con la mirada.
—Ahí estás —dijo, arrastrando las palabras, lo que indicaba que estaba ebrio—. ¿Te divertiste fuera de casa? ¿Con quién más lo hiciste?
—Landon…
—Hoy voy a tenerte —dijo, tomándome por los brazos y llevándome a la cama.
—Landon…
Una vez que se acomodó sobre mí y me besó, ya no hubo nada que nos detuviera.
LandonMi mujer estaba en la entrada del vestidor, luciendo un hermoso vestido azul. Su cabello rojo se veía diferente; más corto y brillante. ¿Para quién quería verse tan hermosa?La recosté sobre la cama y la inmovilicé con mi cuerpo. Inmediatamente la besé y recordé, por milésima vez, por qué no la dejaría escapar de mí, aunque ella no quisiera darme hijos.El mes que había pasado sin ella y sin tocarla me había parecido toda una eternidad. —Landon —gimió al sentir mi boca saboreando su pezón, luego de que le bajara la parte de arriba del vestido.Con desesperación, comencé a arrancarle la ropa, sin importarme cuánto se asustara. Venía aquí a reclamar lo que me pertenecía, a lo que tenía derecho a acceder después de aquellas largas semanas.A pesar de su miedo, ella me aceptó en su cálido interior. Estaba perdido en su aroma, en su calor y en los gemidos de placer que dejaba escapar. Durante esos placenteros instantes, me arrepentí de haberla dejado sola, de ignorar su llamada y d
LyraLandon salió de la habitación azotando la puerta, dejándome en estado de shock y con las piernas temblorosas. ¿Amelia le había contado a Landon lo que le dijo? ¿Iñaki le había informado sobre mi salida?Mientras me vestía de nuevo, noté una leve picazón en la piel, pero la ignoré, atrapada en mis pensamientos sobre lo que había pasado. Tras lavarme los dientes y la cara, me metí en la cama, tratando de dormir. Esperaba que la pastilla funcionara y no quedara embarazada de nuevo, porque, de ser así, eso me destrozaría. Ya no quería sufrir más.Poco a poco, el sueño me fue venciendo, pero la comezón que sentía en todo el cuerpo se hizo más intensa. —Diablos, ¿qué es esto? —me quejé, moviéndome inquieta en la cama. La picazón se volvía más insoportable con el paso de la noche, así que, al amanecer, me levanté y fui al baño.—¡Jesús! —exclamé aterrorizada al ver mis brazos cubiertos de sarpullido—. ¿Qué me ha pasado?No pasó mucho tiempo antes de que lo dedujera. Jamás había tomado
LyraPor suerte para mí, Landon accedió a que fuéramos a nuestra habitación para que me quitara la ropa, ya que hacerlo frente a los empleados habría sido un momento vergonzoso. Aun así, me sentía bastante vulnerable, incluso un poco humillada.—¿Y bien? ¿Cuánto tiempo me vas a hacer esperar?Sintiendo que me moría de vergüenza, me quité la mascarilla. Landon frunció el ceño y se quedó boquiabierto.—¿Qué demonios es eso?No le respondí y procedí a quitarme la blusa. Hacerlo aumentó la picazón en mis brazos, pero intenté ignorarla.De repente, tenía a Landon deshaciéndose de mis pantalones y ropa interior, aunque no con la intención de tocarme, sino con esa curiosidad que otorgaba ser el dueño de un laboratorio.—Hiciste una completa estupidez. Tomaste anticonceptivos sin prescripción médica y ahora tienes una m*****a alergia —dijo furioso, alejándose de mí.—Esa pastilla solamente…—No puedes tomar esas cosas sin mi consentimiento, ¿me entendiste?Me abracé a mí misma, cubriendo mi cu
LandonCuando me desperté, la cabeza me dolía mucho, aunque no lo suficiente como para decir que tenía resaca. Sin embargo, el dolor se volvió insoportable cuando contesté el teléfono y escuché a Lyra. Sonaba extraña y enojada. De repente, me gritó que quería el divorcio.Aquel grito me dejó despierto de golpe y se me aceleró el corazón. Seguramente había visto en las noticias que Karime me había encontrado en el bar, y por eso la mencionaba. Pero, ¿por qué se ponía así? Yo no había hecho nada, tan solo beber para disipar mi dolor. Incluso la había apartado y me fui sin despedirme.—¿Qué te sucede? —pregunté a la defensiva—. No estoy de humor para tus bromas. ¿Qué es lo que necesitas?—No estoy bromeando, Landon —dijo, respirando agitadamente—. Quiero el divorcio. Me cansé de ti y de tus engaños. Si tanto quieres a Karime, quédate con ella y a mí no me molestes más.—Pero...—Espera, Lyra, esto...Lyra me colgó la llamada, dejándome anonadado.—Pues no, no te daré el divorcio jamás —di
LyraHaber gritado eso por teléfono no me hizo sentir mejor. Por el contrario, un dolor espantoso me cruzaba el pecho y no tenía intenciones de irse. En el fondo, tal vez tenía la esperanza de que él me llamara nuevamente y le diera importancia a lo que acababa de decirle, pero como siempre, no lo hizo.—Tal vez estés ocupado —reí con ironía mientras me dirigía al vestidor para tomar mis maletas.Cuando las tuve abiertas sobre la cama, reflexioné sobre si realmente estaba haciendo lo correcto. ¿Qué iba a pasar conmigo? ¿A dónde iría? Si bien era cierto que había logrado terminar mi carrera de idiomas, no tenía la experiencia necesaria para que me contrataran en ningún sitio.—¿Qué puedo hacer? —susurré desesperada, paralizada por el miedo que sentía a empezar de cero.Finalmente, llegué a la conclusión de que quedarme aquí no me iba a llevar a ninguna parte. No tenía a nadie que dependiera de mí, así que podía hacerme un hueco en cualquier sitio.—Señora, ¿qué hace? —me preguntó Sofía
LyraLandon se sumergió de nuevo en su trabajo y no volvió a tocarme después de aquella noche, pero ahora trabajaba desde casa la mayor parte del tiempo. Había pasado ya una semana y media desde aquel momento, y en un principio parecía que volveríamos a la monotonía de nuestro horrible matrimonio. Sin embargo, Landon se estaba comportando de una forma más amable. No podía decirse que el amor hacia mí había resurgido, pero ahora sí se tomaba la molestia de comer conmigo y tener conversaciones. Una de ellas fue sobre su encuentro con Karime, y él, en pocas palabras, me explicó que no había estado con ella en el bar, sino que simplemente se encontraron.Tal vez pecaba de ingenua al creer que él se había retirado del bar sin ella, pero se comportaba tan distinto que decidí confiar y comenzar a tener esperanzas de que dejara de verla.—El señor la espera abajo para desayunar —me dijo Sofía por la mañana—. Está todo listo.—Sí, ahora voy —respondí mientras terminaba de arreglarme—. Solo debo
Landon De camino al hospital, aún seguía pensando en la inesperada propuesta que mi madre le había hecho a Lyra. Ella la quería y siempre la apoyaba porque era la hija de su difunta mejor amiga, pero esto era el colmo. ¿Cómo iba a poder Lyra encargarse de la organización de los eventos por venir? ¿Acaso mi madre se estaba cansando de hacerlo?Mientras conducía, apreté el volante con ambas manos. Ni siquiera el sabor dulce del chocolate que aún estaba en mi boca era suficiente para calmarme. ¿Acaso nada era suficiente para Lyra? —Buenos días, señor Langdon —me saludó el doctor Green, que nunca ponía buena cara cuando venía a ver a Karime—. La señorita lo espera. Dejé el informe sobre la mesa. —Sí, de acuerdo —asentí. El doctor se apartó de la puerta y entonces entré. Karime estaba un poco pálida y temblaba, lo que indicaba que todavía no le hacía efecto el medicamento que le habían suministrado. —Mi amor —balbuceó. —Tranquila —le pedí mientras tomaba el informe.Ella había
Lyra Amelia no había aceptado un «no» por respuesta, así que la acompañé a su oficina, ubicada en los laboratorios. No solía estar muchas horas allí, ya que trabajaba más desde casa, pero se avecinaban eventos por el lanzamiento del medicamento.—Te aseguro que me vas a ser de mucha ayuda. Tienes un gusto exquisito, como lo tenía Antonia —me dijo mientras tomábamos un café—. Además, así usas tu tiempo en algo más productivo que ser un florero del idiota de mi hijo.—Amelia…—Esa es la verdad —me interrumpió—. Mi hijo es un idiota por no valorar lo que tiene a su lado.—No puedes obligar a alguien a que te quiera —le dije, dejando mi taza sobre la pequeña mesa—. No puedo obligar a Landon a que me quiera. Él todavía…—No, no te equivoques. No creo que siga enamorado de esa... mujer.—Pero siempre acude ante sus llamados —repliqué—. Siempre que lo necesita, ahí está para ella. Y yo…Bajé la cabeza, conteniendo las lágrimas. No podía ponerme a llorar frente a mi suegra y preocuparla.—Y y