CAPÍTULO 5

Lyra

Aunque lentamente, las semanas comenzaron a pasar y no había rastro de mi esposo. Él no se había preocupado por mí ni me había llamado para saber cómo estaba; simplemente parecía como si no existiera. Aun así, cada noche preparaba con esmero los desayunos, almuerzos y cenas, con la esperanza de encontrarlo. Sin embargo, eso no sucedía.

Resignada a que pasaría una temporada sin él, comencé a hacer ejercicio cuando me sentí mejor. En estos últimos meses, había aumentado un poco de peso y mi condición física ya no era tan buena, así que me venía bien. Además, necesitaba distraer mi mente, olvidar mi tristeza y mi soledad.

—Guau, se ve muy bien, señora. Ya no recordaba la última vez que se puso uno de esos vestidos —me dijo Sofía cuando bajé—. ¿Irá a algún sitio?

—Sí, voy a ir de compras —respondí con una leve sonrisa—. Quiero reorganizar mi guardarropa.

—Pero si usted se viste muy bien…

—Nunca fue mi estilo vestirme con ropa tan elegante, lo sabes —contesté—. Siempre me gustaron más mis vestidos.

—Sí, eso es verdad —asintió Sofía, riéndose—. Vaya con cuidado, por favor.

—Por supuesto.

Me despedí de ella y salí de la mansión. En ese momento, el auto de mi suegra estaba estacionándose frente a la casa, por lo que me detuve, asustada. ¿Acaso él venía?

Para mi decepción, no era así. Amelia se bajó del auto sola, pero su sonrisa me hizo relajarme de inmediato. Era una mujer hermosa y elegante, que siempre vestía a la moda y conservaba su brillante cabellera negra en muy buen estado.

—Buenas tardes, cielo —me saludó—. ¿A dónde vas?

—Quería ir de compras —le contesté—. Quiero ropa nueva.

—Por cierto, qué bien te queda ese vestido —me elogió—. No sé por qué los dejaste de usar.

—A Landon le gusta lo más recatado —dije con timidez.

—Sí, a mi hijo solo le gusta lo aburrido.

—No, él no es aburrido —murmuré.

—¿Qué? ¿De nuevo vio a…?

—Amelia, tengo que irme —la interrumpí—. Lo siento, realmente necesito salir de compras.

—En ese caso, voy contigo, querida.

—¿En serio? —sonreí.

—Por supuesto. Vamos a elegir unos lindos vestidos; realmente te favorecen más que esa ropa aburrida que llevas. Y no me mires con ese puchero, porque es verdad. Solo tienes veinticuatro años.

—Lo sé, por eso quiero elegir algo más lindo. Después de todo, él nunca está en casa.

—Lo siento mucho —dijo Amelia, acariciando mi hombro con cariño—. Él se arrepentirá algún día de todo esto. En fin, vámonos ya.

Iñaki se acercó para decirme que entrara en el auto, pero mi suegra negó con la cabeza y me llevó hacia el suyo. El chófer de Landon no pareció muy contento con eso, pero no hizo nada para impedir que me fuera con Amelia.

Durante esa tarde, pude olvidarme un poco de todos mis problemas. En mi corazón aún seguía el recuerdo de mi bebé, y sabía que siempre me dolería, pero era justo seguir adelante y distraerme un poco. Ya no quería quedarme en casa todo el tiempo, esperando a que Landon apareciera.

—Espero que te haya gustado todo lo que compramos —me dijo mientras comíamos en su restaurante favorito—. Te ves preciosa con ese nuevo corte, querida. A mi hijo le encantará.

—¿Lo crees? —le pregunté, sintiendo un atisbo de ilusión.

—Se volverá loco.

Di otro bocado a mi comida, sintiendo que ya no tenía sabor. Mi buen humor se había esfumado a causa de su comentario.

—¿Por qué te pones así? No te puedes rendir. Él…

—Preferiría no tocar el tema, si me disculpas. Landon nunca me querrá, pero ya aprendí a vivir con eso y no quiero pensarlo.

—No pienses eso, cariño. 

—En realidad... —me detuve a la mitad de la frase, aunque terminé por soltar mi pensamiento— estoy pensando en pedir el divorcio. 

Mi suegra me miró boquiabierta y luego se atragantó. 

—Hija, ¿qué estás diciendo? 

—Amelia... —reí. La reacción inquieta de mi suegra me ponía nerviosa—. Es solo una broma, tranquilízate.

Ella intentó responder algo, pero la interrumpí. 

—Gracias por todo esto, por esta tarde —sonreí, conteniendo las lágrimas—. No debiste hacerlo.

—Por supuesto que debí. Eres mi nuera, la futura madre de mis nietos. Además, eres la hija de mi mejor amiga, y prometí estar cerca de ti.

—Gracias —repetí—. Me la pasé muy bien hoy.

Amelia ya no volvió a tocar el tema de Landon para no incomodarme, pero notaba que estaba molesta,  ya que no dejaba de mirar su celular. Por eso, cuando llegamos a la mansión, le supliqué que no le dijera a Landon nada de lo que habíamos conversado.

—Descuida, cariño —me tranquilizó—. No se lo diré, puedes confiar en mí.

—De verdad te agradezco por todo. Pronto te pagaré…

—No, claro que no —me interrumpió—. Esto es un regalo, hija. Ahora vete a casa, que ya es bastante tarde.

—Muchas gracias.

Las dos nos despedimos con un beso en la mejilla, y salí con mis bolsas de compras. Los vestidos que Amelia me había comprado eran hermosos y moría de ganas por probármelos, así que caminé a toda prisa hacia la casa para mostrárselos a Sofía, quien suspiró con alivio cuando entré.

—¡Señora Russell! —exclamó—. Qué bueno que llegó.

—Hola, Sofía, ¿qué sucedió? —le pregunté—. Te ves preocupada.

—Es que su esposo llegó. No ha salido de su despacho, parece furioso.

—¿Qué?

—Creo que debería irse a su habitación rápido. No quiero que la encuentre así.

—Eh… Está bien, pero pregúntale si necesita algo —le pedí, y ella asintió.

Sintiéndome muy asustada, corrí escaleras arriba para meterme en mi habitación. Lo último que quería era enfurecerlo por salir de casa tantas horas y por gastar el dinero de su madre.

Al entrar en mi habitación, corrí hacia el vestidor y escondí los vestidos. Pronto traté de calmarme, recordando que él no vendría a verme ni le importaría lo que hiciera.

Salí del vestidor, riéndome como una tonta, pero mi risa se apagó cuando Landon abrió la puerta de golpe y me buscó con la mirada.

—Ahí estás —dijo, arrastrando las palabras, lo que indicaba que estaba ebrio—. ¿Te divertiste fuera de casa? ¿Con quién más lo hiciste?

—Landon…

—Hoy voy a tenerte —dijo, tomándome por los brazos y llevándome a la cama.

—Landon…

Una vez que se acomodó sobre mí y me besó, ya no hubo nada que nos detuviera.

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