Capítulo 389
Sus brazos eran tan delgados como varillas, y al tratar de sostener el álbum para dárselo a Gabriela, le temblaban de la debilidad.

Gabriela extendió la mano y lo recibió.

—Ábrelo.

Gabriela hizo caso y, en cuanto pasó la primera página, vio una fotografía de grupo. Distinguió con facilidad a Mattheo y a otros empresarios que hasta la fecha seguían siendo bastante conocidos.

—El asesino de tus padres está entre esas personas —dijo Iliana con cierto entusiasmo morboso—. ¿No te emociona, pequeña muda? Nadie, ni siquiera mi padre, conocía este dato. Yo quiero que lo sepas porque nuestras historias se asemejan mucho.

—¿Quién es? —murmuró Gabriela, analizando uno a uno los rostros de la imagen.

—Lo siento, no lo sé. Apenas tenía diez años (o quizá menos) cuando ocurrió, y mi mente no registró muchos detalles. Lo único que recuerdo es que aquel día sucedió algo vinculado con un gran secreto. Yo andaba jugando a las escondidas con otros niños; me aburría muchísimo estar con ellos, tan torpes q
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