—¿Qué dices? —Oliver se puso de pie con el ceño fruncido—. ¿Te has vuelto loco?Sin responder de inmediato, Álvaro sacó un fajo de documentos de su bolsillo y, con un gesto, los lanzó al aire como si esparciera pétalos. Uno de ellos aterrizó en las manos de Carmen. Al mirarlo, un estruendo pareció sacudir su mente y la sangre se le heló. Era una foto de Emiliano, jovencito y erguido en una cancha vacía, sonriendo con un aire de resignación a la cámara.—Alvi… —murmuró Oliver, empalideciendo, poniéndose en pie también.Álvaro contempló sus reacciones y comprendió que sus sospechas se confirmaban. Hacía tiempo que se preguntaba por qué, tras haber sido expulsados de Midred, esos dos seguían tan tranquilos, con la aparente excusa de «viajar a la playa». ¿Por qué los archivos de Emiliano habrían desaparecido de forma tan oportuna?Gabriela jamás lo habría permitido, pues atesoraba hasta el último recuerdo de él.La única explicación plausible le señalaba a sus abuelos maternos.Al pensar e
Al marcharse de la isla, se llevó la foto consigo.Cuando él regresó a Midred, el matrimonio de Gabriela y Álvaro ya estaba acordado. En ese entonces, Iker y su esposa, Ivana, habían concertado el compromiso de Noelia y, además, les pareció conveniente que Gabriela asumiera la responsabilidad de aquel «caos» llamado Álvaro. Sumado a esto, Oliver y la familia Rojo ofrecieron ciertas condiciones para que él y su esposa no causaran problemas.Iker, ante la promesa de un beneficio significativo, decidió guardar la foto en una caja de seguridad de uso personal, de la cual solo él conocía la clave. Más tarde, cuando Álvaro empezó a consolidar su poder, esa imagen se convirtió en un arma perfecta para presionar a Gabriela. Siendo sincero, cuando Noelia regresó, llegó a pensar en revelar la foto para que Álvaro se divorciara de Gabriela de inmediato. Pero al final, algo lo hizo dudar. Aunque Iker sentía envidia por Luis, era cierto que su hermano mayor siempre lo había tratado bien. Y, después
«No soportaría seguir viviendo…»Esas palabras resonaron en Álvaro como una ventisca helada que desgarraba su corazón ya hecho trizas.—¿Recuperar todo lo que le di? —repitió, mirando a la anciana que lloraba sin cesar—. Tal vez pueda recuperar mi dinero, pero… ¿cómo recupero mi corazón?Carmen se estremeció, sintiendo que el mundo se le desmoronaba.—La amo. La amo tanto que estoy perdiendo la razón —dijo Álvaro con la mirada fija—. Nada habría llegado a este extremo si me lo hubieran contado antes. Habría frenado mis sentimientos a tiempo, los habría cortado de raíz.—Alvi…—Pero ya todo se salió de control. ¿Qué puedo hacer ahora? —agachó la mirada, con una sonrisa llena de amargura—. Solo destruirlo todo. Dime tú, abuela, ¿qué otra opción me queda?—¡No hables así! —exclamó Carmen—. Escúchame aunque sea esta vez… ¡Te lo suplico!—Abuela, parece que no entiendes. Cuando digo «destruirlo todo», ustedes también quedan incluidos. Está claro que quieren más a Gabriela que a mí —respondi
—Por lo que nos contaron —explicó Oliver con voz queda—, naciste primero y sin complicaciones, llorando con fuerza. En cambio, tu hermano tardó mucho en salir. Quizá ya venía débil o pasó demasiado tiempo atorado. Nació con la respiración muy frágil, y Eliseo —que creía en tonterías de astrólogos— pensó que ese niño le traería mala suerte. Además, el primogénito se consideraba un motivo de celebración para la familia Saavedra; reconocer abiertamente que otro bebé había muerto se vería muy mal. Por eso ocultaron su existencia. Aparte de tus padres, casi nadie supo jamás que él nació.Carmen no dejaba de llorar, con el pecho oprimido por la pena.Carmen sentía que el corazón se le partía en mil pedazos al imaginar que tenía otro nieto, y que ese pobre muchacho hubiera tenido que soportar una vida tan dura, creciendo como huérfano en un orfanato de un lugar miserable. Le dolía recordar cómo, tiempo atrás, se empeñó en pelear con su hija. Si la hubiera apoyado mientras esperaba a los gemel
Mientras tanto, en el Hospital Serrano Verde, Kian caminaba adelante, seguido por Gabriela y Soren. Él no podía evitar sentirse inquieto al ver el rostro de Gabriela, claramente marcado por un llanto reciente. Incluso la expresión de Soren se notaba inusualmente seria.Al entrar al ascensor que los llevaría al piso donde se encontraba Mattheo, Kian comentó con una sonrisa tensa:—¿Cómo así que de pronto quiere verlo? Su salud se ha deteriorado mucho este último año. Apenas sobrevive gracias al dinero que nuestro joven señor invierte en mantenerlo con vida. Dicen que su aspecto no es agradable de ver. Si no es estrictamente necesario, tal vez…Gabriela seguía sin decir nada, ignorando por completo las palabras de Kian.Soren, al notar el silencio de la joven, se dirigió a él en tono firme:—Si la señorita desea verlo, es porque realmente lo necesita.Kian se encogió de hombros con una mueca incómoda.—Claro, claro… No es por incomodar. Solo temí que… que la impresión fuera demasiado fue
Con la ira resplandeciendo en sus ojos, Mattheo contrajo los músculos, y Gabriela captó en su mirada un odio casi feroz.—¿Sorprendido de verme? —lo interpeló—. ¿No deberías? Digo, planeaste que tu hija, esa asesina, se acercara a mí. Era obvio que, tras descubrir la verdad, yo pensaría primero en liquidar a Álvaro… y después a ti, que fuiste su cómplice.Mattheo dedujo de inmediato que ella había visto el video. Un rictus retorcido asomó en la comisura de sus labios. Así que—quiso preguntarle—¿te hace sentir bien? Con el aliento débil y la garganta bloqueada por el tubo, dejó que sus labios formaran la pregunta muda: «¿Estás feliz?»—¿Pretendes provocarme y que yo pierda la cabeza, para que pueda acabar contigo? —Gabriela soltó una risa seca—. Tus intenciones están clarísimas.Observando que su pequeña estratagema quedaba al descubierto, Mattheo bajó la sonrisa.—No te apresures a mostrarte tan decepcionado —continuó ella—. Lo normal sería dejarte así, pudriéndote en vida por años, ca
Después de todo, Gabriela presenció de primera mano cómo Álvaro fue aplastando a Mattheo.Y Cintia le había contado que, dentro de la familia Saavedra, Mattheo parecía «el más normal».Nunca se le supo de escándalos de hijos ilegítimos ni nada por el estilo. Al contrario, tras tener a su hija, su esposa no volvió a embarazarse y él la protegía. Tal vez, en el fondo, sí había algún sentimiento sincero. O así parecía.En ese instante, al escuchar las palabras de Gabriela, un par de lágrimas brotaron de los ojos de Mattheo.—¿Ya lloras? —comentó ella, impertérrita—. Me informaron que, desde que tu mujer se fue al extranjero, no ha dejado de rodearse de chicos guapos y jóvenes, mantenidos con el dinero que tú mismo le diste. Dicen incluso que hace poco encontró «el amor de su vida» y planea casarse de nuevo. ¡Admirable, la verdad!Comparada con el comentario ligero que había soltado Álvaro —aquello de que su tía «se fue y se volvió a casar»—, las palabras de Gabriela golpeaban directo al c
—¡Kian! —gritó Soren, listo para pelear.Gabriela lo sujetó del brazo:—Llámalo. Dile que regrese de inmediato.Kian refunfuñó, pero no había vuelta atrás en un asunto tan grave. Con mala cara, buscó el número de Álvaro y marcó.El teléfono sonó varios segundos hasta que al fin atendieron:—¿Señor…?—Kian, Álvaro está enfermo. Acabamos de ingresarlo al hospital con fiebre muy alta. Está delirando. Si no es algo que se caiga el mundo, déjenlo para después —respondió la voz de Carmen al otro lado de la línea.—¿Enfermo? —repitió Kian, con un sobresalto.—Así es. Si es algo de la compañía, hablen con Laura. Si es de la casa… —Hubo un silencio breve—. De momento, déjenlo estar.—Entendido…Antes de que Kian pudiera decir más, la llamada finalizó.—¡El señor Álvaro está enfermo! —anunció Kian, dirigiéndose a Gabriela.Ella no manifestó la menor alteración:—¿De verdad no te importa? —estalló Kian—. ¡Si supieras por todo lo que pasó! Aquella noche él estaba exhausto, pero aun así volvió a la