A la hora de cenar, las náuseas de Gabriela empeoraron y, tras varios vómitos que la dejaron mareada, recordó que la última vez que se sintió así de nerviosa fue el día en que ocurrió el accidente de Emiliano. Una sombra de temor se instaló en su pecho.Entonces, regresó a su cuarto y llamó a Laura. Generalmente, cuando Álvaro salía de la ciudad, Laura solía acompañarlo.—Señora… ¿usted me llama? —contestó ella con evidente sorpresa.—Sí, quiero saber qué está pasando con Álvaro. —La voz de Gabriela sonaba firme, pero se notaba su ansiedad.Hubo un breve silencio antes de que Laura respondiera:—El jefe me pidió que no se lo dijera, pero anoche, cuando fue a la finca para recogerle unas cosas, tuvo un accidente automovilístico de regreso a casa.—¿Un accidente? —Gabriela se levantó de un salto.—Tranquila, no fue grave. Se golpeó la cabeza, pero le hicieron una tomografía y salió todo bien —explicó Laura en un tono que buscaba calmarla.—¿Y dónde está ahora? —insistió Gabriela, con el
—Sí, me invitaron a almorzar unos parientes de la familia García, quienes me ayudaron a volver a Midred. Es Año Nuevo, así que no podía decir que no —explicó Gabriela.—Ah, entiendo —respondió Cintia, soltando un largo bostezo. Dejó intacto el jugo que Gabriela le sirvió y pidió un café bien cargado. Lo bebió como si fuera un trago amargo, de un solo tirón.—Por cierto, ayer despedí a una empleada. ¿El mayordomo te lo comentó? —preguntó Gabriela.—Sí, justo iba a sacarlo a colación. ¿En qué estaba pensando al atreverse a hacerte esa jugarreta? Si fuera por mí, la hubiera hecho quedarse para escarmentarla como se merece —dijo Cintia, con evidente rabia.—Tienes cosas más importantes de las que ocuparte. No valía la pena.—¡Encima se atrevió a esparcir calumnias de mi hermano! Todo el mundo sabe que antes era la personificación de la austeridad, ¿no? Aunque viniera la modelo más bella a insinuársele, la despachaba sin contemplaciones. ¿Cómo iba a querer tener un hijo con una desconocida?
—¡Exacto! —Soren asintió con fuerza, aunque su expresión volvió a ensombrecerse—. Me temo que tu tío Iker corre con muy mala suerte. Después de buscarlo por todos lados, rastreamos algo de él en las inmediaciones donde vivía Noelia, pero luego se esfumó por completo.—Noelia también está desaparecida —gruñó Soren, con el gesto amargo de quien mastica un bocado de hiel.Gabriela recordó cómo, dos noches atrás, Álvaro había salido de manera intempestiva.—Hiciste todo lo que estaba en tus manos. Si alguien está empeñado en autodestruirse, no hay mucho que pueda hacerse —contestó con tranquilidad.Soren dejó escapar un suspiro profundo.Era imposible no pensar en don Octavio, fallecido solo tres años atrás, y cómo la familia García se había desmoronado tras su muerte. Resultaba difícil creer que, veinte años antes, aquella familia brillaba con tanto poder.Fueron a almorzar en un restaurante que Soren conocía bien.—Este lugar es un clásico. Tu padre venía muy seguido de niño; le encantab
Álvaro aún se sentía mareado, con los efectos de la fiebre que le había subido la noche anterior tras la tormenta. Al escuchar la noticia, lo primero que pensó fue: «¿Quién diablos hay en Hospital Serrano Verde que la motive a ir?»—Entiendo —fue todo lo que dijo, con un tono impasible. Luego añadió—: Si la acompaña Soren, no hay peligro.—¿Cómo? —Kian se quedó atónito—. ¿Lo vamos a permitir así nada más?—Ajá.—Pero, señor…—¿Algo más?—No, nada más…Álvaro cortó la llamada, dejando a Kian con una desazón que no le quitaba el nudo en la garganta. «Sentía un presentimiento muy oscuro», un malestar que se le metía en los huesos y lo hacía temblar de pura angustia.Nada más salir del aeropuerto, Álvaro subió al auto que lo esperaba, con destino directo a la casa principal de la familia Rojo. Durante su viaje había descubierto cosas que le parecían muy interesantes, y deseaba confirmar algunos datos antes de presentarse ante Gabriela.***Hospital Serrano Verde.Aun a plena luz del día, e
Al fondo, por fin, distinguieron el número 3602.—Señorita… —susurró Soren con un deje de inquietud.Gabriela le respondió con una leve sonrisa y se dio unos golpecitos en el bolsillo de la chaqueta:—Tranquilo, llevo conmigo lo que me diste.Soren asintió con gesto preocupado:—Estaré justo fuera. Si notas cualquier cosa extraña, llámame de inmediato.—De acuerdo.Con un suspiro que le permitió liberar algo de tensión, Gabriela empujó la puerta de la habitación 3602 y entró, dispuesta a descubrir lo que la esperaba dentro.La habitación era de lo más ordinaria, sin iluminación encendida y con luz escasa que entraba de manera oblicua. La cama se encontraba vacía. Justo enfrente de la puerta había una ventana alargada, junto a la cual destacaba una silla de ruedas ocupada por una figura delgada y menuda. A contraluz, a Gabriela le resultaba imposible distinguir el rostro o determinar si se trataba de un hombre o una mujer. Sin embargo, tenía la certeza de algo: no podía ser Mattheo.Est
—No te apresures —respondió Iliana, reprimiendo dos toses entrecortadas—. Llevo mucho tiempo sin hablar con nadie. Te prometo que no te dejaré irte de aquí con las manos vacías. ¿Qué te parece si empiezo por presentarme como es debido?Gabriela mantuvo una mano en el bolsillo de su abrigo, sin pronunciar palabra. No obstante, la actitud de silencio de Gabriela no impidió que Iliana continuara con su relato.—Me llamo Iliana Saavedra, la primera hija nacida en la generación actual de la familia Saavedra. Aun siendo mujer, mi padre me prodigó bastante afecto. Igual que a ti, cuando vine al mundo no faltó quien predijera que sería una niña bendecida con fortuna y lujos… —explicó Iliana con una sonrisa llena de sarcasmo—. No recuerdo si tenía diez u once años, o quizá era aún más pequeña. El caso es que un día me enfermé: en mi cerebro empezó a crecer algo que no debía.Dicho esto, se frotó la cabeza con suavidad. Gabriela, que seguía cada uno de sus movimientos, se fijó en la multitud de
Sus brazos eran tan delgados como varillas, y al tratar de sostener el álbum para dárselo a Gabriela, le temblaban de la debilidad.Gabriela extendió la mano y lo recibió.—Ábrelo.Gabriela hizo caso y, en cuanto pasó la primera página, vio una fotografía de grupo. Distinguió con facilidad a Mattheo y a otros empresarios que hasta la fecha seguían siendo bastante conocidos.—El asesino de tus padres está entre esas personas —dijo Iliana con cierto entusiasmo morboso—. ¿No te emociona, pequeña muda? Nadie, ni siquiera mi padre, conocía este dato. Yo quiero que lo sepas porque nuestras historias se asemejan mucho.—¿Quién es? —murmuró Gabriela, analizando uno a uno los rostros de la imagen.—Lo siento, no lo sé. Apenas tenía diez años (o quizá menos) cuando ocurrió, y mi mente no registró muchos detalles. Lo único que recuerdo es que aquel día sucedió algo vinculado con un gran secreto. Yo andaba jugando a las escondidas con otros niños; me aburría muchísimo estar con ellos, tan torpes q
La mujer, que lloraba con desesperación, se quedó paralizada en cuanto lo escuchó. Entonces Eliseo se agachó hasta su altura; su hermoso rostro destilaba una dulzura que contradecía por completo sus palabras. Con un ademán tierno, acarició la mejilla pálida de Sofía:—Sofía, yo amo a Álex. Si no fuera así, no habría permitido que se criara aquí, apartado de todo. La muerte de Natalia y Luis no es responsabilidad tuya; fue ella misma quien notó las coincidencias en las fotografías donde aparecías con Natalia y en cierta joya que usaba. Preguntarte solo confirmó lo que ya sospechaba.Los ojos de Sofía volvieron a desbordarse en lágrimas. Eliseo, con suavidad, las limpió:—Ya es tarde para arrepentirse. Si contáramos la verdad al tío Octavio, solo crearíamos una desgracia mayor, tanto para él como para tu familia. Esas poderosas familias que llevan siglos asentadas actúan con un bajo perfil, pero si se ponen serias, nadie puede detenerlas. Tranquila. Sé que tú y yo no vivimos para nosotro