Álvaro aún se sentía mareado, con los efectos de la fiebre que le había subido la noche anterior tras la tormenta. Al escuchar la noticia, lo primero que pensó fue: «¿Quién diablos hay en Hospital Serrano Verde que la motive a ir?»—Entiendo —fue todo lo que dijo, con un tono impasible. Luego añadió—: Si la acompaña Soren, no hay peligro.—¿Cómo? —Kian se quedó atónito—. ¿Lo vamos a permitir así nada más?—Ajá.—Pero, señor…—¿Algo más?—No, nada más…Álvaro cortó la llamada, dejando a Kian con una desazón que no le quitaba el nudo en la garganta. «Sentía un presentimiento muy oscuro», un malestar que se le metía en los huesos y lo hacía temblar de pura angustia.Nada más salir del aeropuerto, Álvaro subió al auto que lo esperaba, con destino directo a la casa principal de la familia Rojo. Durante su viaje había descubierto cosas que le parecían muy interesantes, y deseaba confirmar algunos datos antes de presentarse ante Gabriela.***Hospital Serrano Verde.Aun a plena luz del día, e
Al fondo, por fin, distinguieron el número 3602.—Señorita… —susurró Soren con un deje de inquietud.Gabriela le respondió con una leve sonrisa y se dio unos golpecitos en el bolsillo de la chaqueta:—Tranquilo, llevo conmigo lo que me diste.Soren asintió con gesto preocupado:—Estaré justo fuera. Si notas cualquier cosa extraña, llámame de inmediato.—De acuerdo.Con un suspiro que le permitió liberar algo de tensión, Gabriela empujó la puerta de la habitación 3602 y entró, dispuesta a descubrir lo que la esperaba dentro.La habitación era de lo más ordinaria, sin iluminación encendida y con luz escasa que entraba de manera oblicua. La cama se encontraba vacía. Justo enfrente de la puerta había una ventana alargada, junto a la cual destacaba una silla de ruedas ocupada por una figura delgada y menuda. A contraluz, a Gabriela le resultaba imposible distinguir el rostro o determinar si se trataba de un hombre o una mujer. Sin embargo, tenía la certeza de algo: no podía ser Mattheo.Est
—No te apresures —respondió Iliana, reprimiendo dos toses entrecortadas—. Llevo mucho tiempo sin hablar con nadie. Te prometo que no te dejaré irte de aquí con las manos vacías. ¿Qué te parece si empiezo por presentarme como es debido?Gabriela mantuvo una mano en el bolsillo de su abrigo, sin pronunciar palabra. No obstante, la actitud de silencio de Gabriela no impidió que Iliana continuara con su relato.—Me llamo Iliana Saavedra, la primera hija nacida en la generación actual de la familia Saavedra. Aun siendo mujer, mi padre me prodigó bastante afecto. Igual que a ti, cuando vine al mundo no faltó quien predijera que sería una niña bendecida con fortuna y lujos… —explicó Iliana con una sonrisa llena de sarcasmo—. No recuerdo si tenía diez u once años, o quizá era aún más pequeña. El caso es que un día me enfermé: en mi cerebro empezó a crecer algo que no debía.Dicho esto, se frotó la cabeza con suavidad. Gabriela, que seguía cada uno de sus movimientos, se fijó en la multitud de
Sus brazos eran tan delgados como varillas, y al tratar de sostener el álbum para dárselo a Gabriela, le temblaban de la debilidad.Gabriela extendió la mano y lo recibió.—Ábrelo.Gabriela hizo caso y, en cuanto pasó la primera página, vio una fotografía de grupo. Distinguió con facilidad a Mattheo y a otros empresarios que hasta la fecha seguían siendo bastante conocidos.—El asesino de tus padres está entre esas personas —dijo Iliana con cierto entusiasmo morboso—. ¿No te emociona, pequeña muda? Nadie, ni siquiera mi padre, conocía este dato. Yo quiero que lo sepas porque nuestras historias se asemejan mucho.—¿Quién es? —murmuró Gabriela, analizando uno a uno los rostros de la imagen.—Lo siento, no lo sé. Apenas tenía diez años (o quizá menos) cuando ocurrió, y mi mente no registró muchos detalles. Lo único que recuerdo es que aquel día sucedió algo vinculado con un gran secreto. Yo andaba jugando a las escondidas con otros niños; me aburría muchísimo estar con ellos, tan torpes q
La mujer, que lloraba con desesperación, se quedó paralizada en cuanto lo escuchó. Entonces Eliseo se agachó hasta su altura; su hermoso rostro destilaba una dulzura que contradecía por completo sus palabras. Con un ademán tierno, acarició la mejilla pálida de Sofía:—Sofía, yo amo a Álex. Si no fuera así, no habría permitido que se criara aquí, apartado de todo. La muerte de Natalia y Luis no es responsabilidad tuya; fue ella misma quien notó las coincidencias en las fotografías donde aparecías con Natalia y en cierta joya que usaba. Preguntarte solo confirmó lo que ya sospechaba.Los ojos de Sofía volvieron a desbordarse en lágrimas. Eliseo, con suavidad, las limpió:—Ya es tarde para arrepentirse. Si contáramos la verdad al tío Octavio, solo crearíamos una desgracia mayor, tanto para él como para tu familia. Esas poderosas familias que llevan siglos asentadas actúan con un bajo perfil, pero si se ponen serias, nadie puede detenerlas. Tranquila. Sé que tú y yo no vivimos para nosotro
Gabriela se cruzó de brazos y levantó ligeramente el mentón, arqueando una ceja con determinación.—¿Ah, sí? Si lo único que vas a ofrecer es otra historia ambigua, no pierdas el tiempo. Yo solo confío en pruebas concretas.Si lo que Iliana pretendía era soltar insinuaciones vagas sobre la muerte de Emiliano, a Gabriela no le interesaba. Inmediatamente, agregó con voz firme:—Aunque últimamente he tenido disputas con Álvaro, eso no debilita la confianza que existe en nuestro matrimonio. En cuanto detecte cualquier atisbo de duda o engaño en lo que digas, no dudaré en creerle a él antes que a ti.—¡Estúpidos, son todos unos estúpidos! —exclamó Iliana, perdiendo de pronto la compostura—. Él es un demonio. ¿Cómo puedes confiar en un monstruo tan frío?—Entonces, ¿tienes pruebas? —Gabriela enfatizó cada palabra.Por un momento, Iliana sostuvo la mirada de Gabriela, antes de que un temblor nervioso le sacudiera la comisura de los labios:—Claro que tengo. ¿Crees que te hice venir solo para
—¿En serio quieres llegar a tanto? A fin de cuentas, es tu gemelo —murmuró Mattheo, como si no estuviera del todo de acuerdo, pero sin mostrar un interés real por disuadirlo.—El destino es así. Desde que nacimos, hemos competido. Al inicio tenía el cuerpo más débil y él «ganó». Pero ya que después el triunfo fue mío, no pienso darle la oportunidad de ponerse a mi altura de nuevo. Haberlo dejado vivir todos estos años fue mi único error —afirmó Álex, con una frialdad inquebrantable.Mattheo guardó un momento de silencio y acabó diciéndole con absoluta sinceridad:—Alvi, eres mejor que yo. Llevas la determinación de un verdadero líder, algo que nunca pude desarrollar. El futuro de la familia Saavedra se sostendrá en tus manos.—Mi tío es un hombre noble —replicó Álex.—No tanto. Si fuera tan noble, cuando descubrí la situación en la que estaban tú y tu madre, habría dado la cara por ustedes sin dudar —confesó Mattheo, con un suspiro.—Tío, ya has hecho mucho por mí todos estos años —res
—¿Gabriela, de verdad eres tan desagradecida? —repuso Iliana, con el rostro ensombrecido.—¿Y esperas que les dé las gracias? ¡Si no fuera porque Mattheo alertó al demente de la existencia de Emiliano…!De pronto, Gabriela se quedó con la frase en la boca.Iliana se echó a reír con una pizca de crueldad:—¿Crees que sin ese loco de Álex, Emiliano habría escapado de alguien incluso más trastornado como él? ¿De verdad piensas que ustedes dos hubieran podido tener un final feliz? ¡No me hagas reír…!Gabriela notó que su mano, sujetando el álbum, se tensaba hasta que los huesos le dolieron.—La verdad es que deberías estar más resentida con Sofía que con nadie —continuó Iliana, en un tono venenoso—. Ella fue quien reveló el secreto de tu madre y desencadenó la muerte de tus padres. De no haber sido así, habrías crecido cómodamente en la familia García, comprometida con Emiliano desde la infancia. Imagínate: dos dinastías financieras uniendo lazos con una boda fabulosa, ¡una ceremonia de es