—¡Exacto! —Soren asintió con fuerza, aunque su expresión volvió a ensombrecerse—. Me temo que tu tío Iker corre con muy mala suerte. Después de buscarlo por todos lados, rastreamos algo de él en las inmediaciones donde vivía Noelia, pero luego se esfumó por completo.—Noelia también está desaparecida —gruñó Soren, con el gesto amargo de quien mastica un bocado de hiel.Gabriela recordó cómo, dos noches atrás, Álvaro había salido de manera intempestiva.—Hiciste todo lo que estaba en tus manos. Si alguien está empeñado en autodestruirse, no hay mucho que pueda hacerse —contestó con tranquilidad.Soren dejó escapar un suspiro profundo.Era imposible no pensar en don Octavio, fallecido solo tres años atrás, y cómo la familia García se había desmoronado tras su muerte. Resultaba difícil creer que, veinte años antes, aquella familia brillaba con tanto poder.Fueron a almorzar en un restaurante que Soren conocía bien.—Este lugar es un clásico. Tu padre venía muy seguido de niño; le encantab
Álvaro aún se sentía mareado, con los efectos de la fiebre que le había subido la noche anterior tras la tormenta. Al escuchar la noticia, lo primero que pensó fue: «¿Quién diablos hay en Hospital Serrano Verde que la motive a ir?»—Entiendo —fue todo lo que dijo, con un tono impasible. Luego añadió—: Si la acompaña Soren, no hay peligro.—¿Cómo? —Kian se quedó atónito—. ¿Lo vamos a permitir así nada más?—Ajá.—Pero, señor…—¿Algo más?—No, nada más…Álvaro cortó la llamada, dejando a Kian con una desazón que no le quitaba el nudo en la garganta. «Sentía un presentimiento muy oscuro», un malestar que se le metía en los huesos y lo hacía temblar de pura angustia.Nada más salir del aeropuerto, Álvaro subió al auto que lo esperaba, con destino directo a la casa principal de la familia Rojo. Durante su viaje había descubierto cosas que le parecían muy interesantes, y deseaba confirmar algunos datos antes de presentarse ante Gabriela.***Hospital Serrano Verde.Aun a plena luz del día, e
Al fondo, por fin, distinguieron el número 3602.—Señorita… —susurró Soren con un deje de inquietud.Gabriela le respondió con una leve sonrisa y se dio unos golpecitos en el bolsillo de la chaqueta:—Tranquilo, llevo conmigo lo que me diste.Soren asintió con gesto preocupado:—Estaré justo fuera. Si notas cualquier cosa extraña, llámame de inmediato.—De acuerdo.Con un suspiro que le permitió liberar algo de tensión, Gabriela empujó la puerta de la habitación 3602 y entró, dispuesta a descubrir lo que la esperaba dentro.La habitación era de lo más ordinaria, sin iluminación encendida y con luz escasa que entraba de manera oblicua. La cama se encontraba vacía. Justo enfrente de la puerta había una ventana alargada, junto a la cual destacaba una silla de ruedas ocupada por una figura delgada y menuda. A contraluz, a Gabriela le resultaba imposible distinguir el rostro o determinar si se trataba de un hombre o una mujer. Sin embargo, tenía la certeza de algo: no podía ser Mattheo.Est
Tres años después de su matrimonio, Gabriela García se encontraba en la sala de obstetricia del hospital cuando, inesperadamente, vio a Álvaro Saavedra, su esposo, a quien no había visto en tres meses. Él no estaba solo. A su lado, iba su amante.La mujer, delicada y encantadora, tenía un rostro que podría haber sido el reflejo distorsionado de Gabriela, como si alguien hubiese mezclado sus rasgos en un 50 o 60 por ciento. Era Noelia García, la impostora que durante dieciséis años había vivido la vida de Gabriela.Medio año antes, Gabriela había comenzado a sospechar que Álvaro tenía a otra mujer, pero jamás habría imaginado que esa mujer sería Noelia. Aunque, en el fondo, tal vez no era tan sorprendente. Después de todo, en los círculos de la alta sociedad, todos sabían que el amor de Álvaro siempre había sido su amiga de la infancia: Noelia. Y ella, Gabriela, había sido el ángel caído que irrumpió para destruir aquella pareja perfecta.El corazón de Gabriela, que había soportado tant
Teatro Principal de la Ciudad Midred.Un hombre alto, envuelto en la frialdad del invierno, permanecía inmóvil en la penumbra, su mirada indescifrable clavada en el escenario. Allí, una deslumbrante y única Cisne Negro capturaba cada alma presente.El Cisne Negro era ágil, seductora, una sombra viviente de misterio. Cada movimiento suyo irradiaba una magia que hechizaba a quienes la observaban, despertando en ellos un deseo casi primitivo de poseerla, de consumir hasta el último destello de su ser.Cuando la presentación llegó a su punto final, el hombre apartó la vista, su rostro sombrío como una noche sin luna. Con pasos largos y decididos, se encaminó hacia el backstage, dejando atrás el resplandor del escenario.***Al concluir la función, Gabriela sintió un dolor sordo en la cintura, como una advertencia silenciosa de su cuerpo. Pero se mantuvo firme, dominando el dolor con la misma disciplina que había forjado en años de entrenamiento. Con una despedida perfecta, realizó su rever
Álvaro soltó una risa sarcástica, asintiendo con un «de acuerdo» antes de dirigirse hacia la puerta.Era un hombre alto, de hombros anchos y cintura estrecha. Gabriela lo observó mientras se alejaba, pero en su mente, la figura que veía era la del joven alto y delgado que apenas recordaba. El dolor que había permanecido adormecido comenzó a aflorar, agudo y punzante.De repente, Álvaro se detuvo en la puerta y giró la cabeza hacia ella.—Gabriela —dijo con un tono frío—. Ya no estoy bajo el control de mi abuelo Octavio, así que no tendrás una segunda oportunidad. Tú pediste este divorcio, así que si te arrepientes después, no vayas a molestar a Noelia. Ya has causado suficiente daño.Álvaro siempre había sido consciente del amor intenso de Gabriela por él. En su vida, tan desprovista de todo, no había más que danza… y él. Estaba convencido de que las acciones de Gabriela en este momento no eran más que una reacción impulsiva provocada por la aparición de Noelia. Una vez que se calmara,
Colomba, que la había criado como su propia hija, captó de inmediato lo que pasaba.La familia García había venido a buscar a Gabriela seis meses después de la muerte de Emiliano Martínez. Aunque le dolía desprenderse de ella, ver cómo Gabriela no podía aceptar la muerte de Emiliano, cómo no comía ni dormía, y la desesperación con la que lo buscaba por todas partes, hizo que Colomba temiera que ella no sobreviviría si seguía así.Todos decían que, de continuar así, Gabriela no resistiría mucho más tiempo. Colomba pensó que, tal vez, un nuevo ambiente y una nueva familia la ayudarían a superar ese dolor.Por eso aceptó el dinero de la familia García y la envió a Midred.Poco después, Colomba escuchó rumores sobre un compromiso matrimonial. Sabía que Gabriela amaba profundamente a Emiliano, y que en tan poco tiempo sería incapaz de aceptar a otra persona. Temiendo que alguien forzara a su niña a casarse por interés, se apresuró a ir a Midred.Allí fue donde vio a Álvaro Saavedra, que aca
—Segurísima. Está desesperada por congraciarse con los dos ancianos que tienen el control en la familia Rojo. ¡No se perdería esa cena por nada! —contestó con sarcasmo la mujer al otro lado de la línea.Octavio Rojo, el abuelo materno de Álvaro, provenía de una familia rica desde hacía varias generaciones. Cuando ocurrió la lucha interna en la familia Saavedra, el padre de Álvaro, Eliseo, murió en un accidente, y Álvaro tuvo que regresar apresuradamente del extranjero, casi siendo expulsado del consorcio por sus propios tíos.En ese momento, incluso sin el asunto de la impostora, Noelia nunca habría cumplido con el compromiso de casarse con un hombre caído en desgracia como Álvaro. Pero, contra todo pronóstico, Álvaro consiguió el apoyo de su abuelo Octavio a través de su matrimonio con Gabriela, alguien con quien apenas tenía relación. Gracias a eso, pronto recuperó su posición.Mientras tanto, el idiota que Noelia había elegido, Lucio… No solo derrochó toda su fortuna, sino que casi