Capítulo 362
Cuando el odio llega a cierto nivel, la mirada que quiere matar se hace imposible de disfrazar.

—Trabajó aquí durante décadas, —contestó Álvaro—. De niño, me ayudó varias veces.

Frunció el ceño e intentó tocar la mejilla de Gabriela.

—¿Por qué me miras así?

Ella esquivó su mano y, sin responder, se volvió hacia el cuerpo de Florencio en el piso. Luego se dio la vuelta, intentando calmarse.

«¡Cálmate, Gabriela!», se dijo.

Antes de hablar con Mattheo, no podía delatar su desconfianza.

—Cuñada… —Cintia la siguió. Tenía problemas para caminar y no lograba alcanzarla con facilidad.

—¿Siguen sin arreglar las cámaras de seguridad, cierto? —soltó Gabriela.

—Ayer por la tarde quedaron listas, pero la zona del jardín casi no se graba. Desde que el abuelo murió, no se cuida esa parte. Los dos viejos equipos no cubren mucho.

—Entiendo.

Si alguien decidió deshacerse de Florencio, no dejaría rastros.

—¿Estás bien? —Cintia notó la inquietud de Gabriela.

—Tengo hambre, —dijo ella, y se fue con paso rá
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